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Cuando Spyros se vistió de Filípides

Por Carlos Domingo para carreraspopulares.com

Cuando en 1896 el Barón Pierre de Coubertin hizo realidad su sueño de organizar los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna los griegos pensaron que serían la potencia atlética. Precisamente los Juegos giran en torno al atletismo, un deporte que en el país helénico fue ley de vida en su antigua civilización. Precisamente por ser descendientes de aquellos primeros atletas creían que se llevarían todos los honores de lanzar más lejos, correr más rápido y saltar más alto. Pero todo parecido con la realidad quedó en mera coincidencia.

Pasaron los días sin que un solo heleno pisase el escalón más alto del podio. Tres platas y seis bronces lucían en un medallero en el que los Estados Unidos acabaron consiguiendo nueve de los doce títulos en liza. Hasta que llegó la prueba de maratón. Nada de los 42 kilómetros con 195 metros, esa distancia que hoy es oficial se instauró unos años más tarde. Cerca de 40 kilómetros fueron los que recorrieron los valientes que se atrevieron a participar en una prueba con salida precisamente en la localidad de Maratón y con meta en el histórico Estadio Panathinaiko.

EL MOMENTO DEL AGUADOR
No fueron fáciles los kilómetros del recorrido. Polvo, mal estado de los caminos y una escasa preparación hicieron que solo nueve de los 17 atletas finalizasen, aunque el griego Spiridon Belokas fue descalificado pese a entrar tercero al descubrirse que parte del recorrido lo hizo subido en un carro. El que se terminó subiendo al carro pero de la victoria fue Spiridon Louis . Este repartidor de agua nacido en la localidad griega de Marousi un 12 de enero de 1973 fue el primero en cruzar la meta. Si apenas preparación venció a los favoritos y se convirtió en héroe nacional al ser el primer vencedor de un maratón olímpico en la era moderna y convertirse en el único medallista de oro para Grecia en sus Juegos.

Desde ese momento todo fueron honores para Louis. Aquella marca de 2 horas 58 minutos y 50 segundos le acompañó para el resto de su vida ya que jamás volvió a competir. Era lo de menos, ya había escrito su nombre en los libros de la historia. Y esa historia le hizo justicia en el año 1936 cuando fue nombrado presidente honorario de la delegación griega en los Juegos que aquel año se organizaron en Berlín. Un Spiridon de 63 años estuvo presente en el Estado Olímpico de la capital alemana y, como si estuviese esperando ese reconocimiento para subir definitivamente al olimpo, murió un 26 de marzo de 1940, solo cuatro años después de aquel reconocimiento en vida.

GRECIA NO OLVIDÓ SU GESTA
Dicen que quien se cuelga un oro olímpico es recordado para siempre. Desde aquel 1896 ningún otro griego ha vuelto a subir a lo más alto del cajón en un maratón olímpico. Nunca nadie después de Spiridon Louis ha vuelto a emular a Filípides. Por ello en 2004, cuando Atenas volvió a organizar unos Juegos, el estadio que debía albergar la magia del atletismo se bautizó con su nombre, un recuerdo merecido a aquel aguador que marcó el camino de los grandes maratonianos con hambre de triunfar bajo la bandera de los cinco aros.

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