Corredor y pomponero
Por Mario Trota para carreraspopulares.com
No todo es correr. A veces, a los que corremos nos gusta ver cómo otros corren. Y animarles. Porque sabemos lo que eso supone. Porque hemos estado en carrera cuando otros animaban.
Por desgracia, en España en muy pocas carreras es común ver a multitudes animando en las calles al paso de los corredores. Se da en un número reducido de casos, en ciertas maratones o pruebas emblemáticas de menor distancia. En la mayoría, nos encontramos a pequeños grupos de amigos y acompañantes de los participantes que van a animar cerca de la meta o a esperar a que termine su colega, compañero de club o cónyuge. Lo normal es que la gente no salga a la calle a convertirse en “público” del evento.
¿Lo habéis hecho alguna vez? Salir a darlo todo... ¿como público? Yo sí, varias veces. Y os digo una cosa: ¡Es una experiencia estupenda! La animación en las carreras es todo un mundo aparte. Os voy a explicar por qué.
Recuerdo que al principio yo no nunca me planteaba ir a una carrera si no iba a correr. Pero un día acudí a una prueba de menor distancia paralela a un maratón (yo aún no me había estrenado en la distancia de los 42 kilómetros) y, tras acabar mi prueba, recoger la bolsa y comer algo, volvía para casa. Con la suerte de que en mi trayecto caminando coincidí en dos puntos del recorrido con los maratonianos. Había muy poca gente animando, pero me acerqué con curiosidad y rápidamente me contagié de su entusiasmo y de las ganas que ponían en cada grito y aplauso. Y me llamó la atención el hecho de que, si bien casi todos esperaban a un amigo, pareja o compañero para animarle o darle algo de avituallamiento, mientras llegaba ese momento no dejaban de alentar y ‘empujar’ a todos los que pasaban. Aunque no les conocieran de nada. Cinco minutos después yo estaba haciendo lo mismo.
Animar cansa
Fue ese el día que empecé a dar valor a lo que hacían esas personas. Curiosamente, viéndolo desde fuera. Porque la siguiente carrera en la que participé me fijé, desde dentro, en los pocos que animaban en los metros finales y me di cuenta de lo mucho que ayudaban. Un grito de ánimo, una frase de apoyo, aunque sea en un tono bajo, una mirada, un aplauso... te pueden dar la vida en un momento de bajón en una carrera.
Desde entonces, y también gracias a que empecé a conocer a más corredores y mis amistades eran ya casi todas amantes de las zancadas como yo, empecé a acudir como público a animar. Por desgracia, en muchos de esos casos en realidad no corría porque estaba lesionado. Y quizá otra buena motivación era que tras la carrera todos los amigos, lesionados o no, nos juntábamos a tomar unas cervezas. Pero el caso es que allí me tenían, animando si podía ser en varios puntos del recorrido.
Y esta es otra de las cosas que hace que sienta tanta admiración por los que animan y sólo animan. Es decir, los que no son corredores pero acompañan a sus amigos o familiares a carreras importantes como un maratón. Porque ellos también hacen su propio maratón. Lo he visto en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. Llevan sus mapas detallados y marcados. Por suerte algunas de estas carreras ya lo tienen en cuenta y ofrecen toda la información con posibles tiempos de paso por cada tramo de carrera, con las conexiones de transporte más útiles.
Así, te puedes encontrar con ellos hasta en 4 o 5 sitios diferentes del recorrido. Animando, con pancartas, megáfonos, disfraces o pompones. De ahí lo de que en algunos lugares les llamen ‘pomponeros’. Y cuando tú eres uno de ellos te das cuenta del esfuerzo que supone. Tanto que en alguna ocasión, siguiendo una maratón, por ejemplo, he acabado rendido. Mucho más cansado de lo que pensaba. Y es que no es fácil, nada fácil, estar durante horas aplaudiendo y jaleando. A veces llegas a perder la voz. Pero, en esto estaréis de acuerdo conmigo, tiene un efecto mágico en el corredor.
Dar las gracias
Aunque a veces el propio corredor no entienda algo: que uno que está viendo la carrera o animando no esté en un momento concreto, justo cuando él pasa arrastrando sus zapatillas, aplaudiendo o gritando. Al principio yo me dirigía al ‘público’ a ambos lados de la calle y les arengaba en tono de reproche: “¡venga, animad más, hombre, no os quedéis ahí como pasmarotes!”. Claro, el día que me tocó estar animando en una maratón entendí lo que pasaba. Si estás 5 horas sin parar de animar puedes acabar en el hospital. A veces... ¡necesitas un respiro!
Así que decidí que durante las carreras animaría a los que animan. Y les aplaudiría. Y es lo que hago. Aunque tenga pocas fuerzas. Les aplaudo, les doy las gracias, les hago un gesto de aprobación con la cabeza o con el dedo pulgar hacia arriba si el ritmo o el desgaste no me dejan hablar o aplaudir. Choco las manos de los niños siempre que puedo, porque es su forma de animar y mi forma de agradecerles que estén ahí con sus padres apoyándome y dándome energía extra para llegar a la meta.
Sí, me encanta que me animen, pero también me encanta ser animador en una carrera. ¿Y tú? ¿Eres corredor y ‘pomponero’? Si no lo has probado aún, te lo recomiendo. Descubrirás aún más la grandeza de este deporte.