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Corriendo por los puertos míticos(42): Desierto de las Palmas, Castellón

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

Si en el capítulo anterior decíamos que el puerto de Las Palomas tiene el dudoso honor de estar coronado por el cartel más mentiroso de las montañas de España, en esta ocasión cabe decir que nos enfrentamos al entorno con uno de los nombres más equívocos que nos podamos encontrar. Porque, por un lado, la ubicación del desierto de las Palmas nada tiene que ver, como podría pensarse, con las islas Canarias, sino con la provincia de Castellón, ya que el nombre proviene del margalló o palmito mediterráneo, una planta endémica de la zona. Y, por otra, en modo alguno es un erial despoblado y carente de vegetación como la palabra desierto podría indicar, sino que debe su nombre al hecho de que desde tiempos inmemoriales ha constituido un lugar de paz, oración, retiro y meditación para aquellos que deseaban apartarse del mundo. Y desiertos era como se llamaban tales enclaves de paz, tranquilidad y vida contemplativa.

Las dos vertientes de la carretera del Desierto de las Palmas nacen en dos núcleos urbanos tan importantes como Castellón de la Plana y Benicassim. Así que resulta difícil de creer que tan cerca de la costa levantina, en la que se han perpetrado tantas aberraciones urbanísticas, exista un parque natural con tanta belleza paisajística y posibilidades para practicar actividades deportivas como el Desierto de Las Palmas. Posiblemente muchos turistas, y no turistas, lo ven desde la playa y no sientan la curiosidad de recorrer los escasos kilómetros de distancia que lo separan de la costa siquiera sea para contemplarlo. Y en verdad ellos se lo pierden. Porque partiendo del Centro de Información El Bartolo, situado en la vertiente de la carretera que nace a las afueras de Castellón de la Plana, surgen una serie de rutas de senderismo que permiten captar toda la riqueza histórica, natural y paisajística del entorno. Es más, con tan solo ascender a los límites de los terrenos del monasterio principal, marcado por las murallas y el recinto conocido como Portería Alta, se disfruta de una excepcional vista sobre el valle, dotado con montañas tan sugerentes como las Agujas de Santa Águeda, con castillos de origen musulmán como el de Montornés, y con ermitas que extienden la espiritualidad más allá de los muros del monasterio.

Pero el núcleo central de esta concentración lo constituye el llamado monasterio nuevo, en la cima del puerto. Siguiendo por la carretera unos centenares de metros hacia Benicassim llegaríamos al mirador de Sant Josep, con las mejores vistas sobre las ruinas del monasterio antiguo, abandonado en 1733 debido a un movimiento de tierras, un lugar poético de serena belleza. Y si aún no hay suficiente, desde el monasterio nuevo nace una pista asfaltada de 2,4 kilómetros hasta la cima del monte Bartolo, techo de la zona con sus 729 metros de altitud y así llamado en homenaje al Hermano Bartolomé, uno de los frailes carmelitas más famosos en los primeros tiempos del monasterio.

Y este es el magnífico escenario en el que se disputa la Pujada de la Magdalena al Desert, que el pasado 26 de mayo vivió su 30ª edición, con organización de la Unió Atlética de Castelló. Una prueba, por tanto, ya veterana y con reconocida solera en toda la provincia de Castellón. A las seis de la tarde, hora fijada para la salida, casi 200 atletas partimos de la ermita de Magdalena para intentar alcanzar el alto del Desierto de las Palmas (423 metros de altitud), una subida de casi ocho kilómetros. El tiempo es seco, aunque bastante nublado, y la temperatura casi ideal, unos 23 grados. Además, la carretera está cortada al tráfico y existe servicio de transporte de ropa limpia hasta la llegada. Una organización, pues, prácticamente perfecta.

En realidad, la subida es muy tendida, apenas un 4,5% de pendiente media, y permite correr sin apenas dificultades durante todo el recorrido. No hay demasiadas vistas; solo de vez en cuando surge alguna panorámica sobre la costa y el enjambre de edificios de Benicassim. Y tampoco muchos puntos que supongan una novedad para el concentrado corredor. Solo los pasos por el avituallamiento y por la urbanización El Refugi, en el kilómetro cinco, con un buen número de animadores, suponen romper la rutina de la subida. Más adelante se sobrepasa el centro de información La Bartola y comienzan a asomar los contornos del castillo de Montornés y el monte Bartolo. No hay duda, la carrera está finalizando; el momento oportuno para un último sprint y adelantar algunas posiciones. El vencedor, Iván Portolés, es el único en romper la barrera de la media hora, con un tiempo de 29.02. Un autobús devuelve a los corredores a la salida, donde se ofrecerá un ágape con empanadas, plátanos y turrón de chocolate. Un buen marco para la entrega de trofeos.

Quizá más de uno se quedó reflexionando acerca de qué ocurriría si la carrera se ampliara con los 2,4 kilómetros de subida al Bartolo. La distancia seguiría siendo muy asequible, el paisaje se engrandecería hasta cotas impensables, pero la dureza se incrementaría en la misma proporción. Pensándolo mejor, tal vez sea necesario que sigan existiendo este tipo de carreras asequibles que no se dejen llevar por la moda de lo extremo. Toda una deferencia para los que ya nos conformamos con disfrutar del mero hecho de correr.

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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