Corriendo por los puertos míticos(XXXVIII): Ancient Thera, Santorini, Grecia
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
En la incursión final por las islas griegas dejamos atrás la Creta de los héroes y de los corredores-mensajeros de la lucha contra los nazis para introducirnos en Santorini, una pequeña isla que, gracias a sus imágenes y a sus puestas de sol, se ha convertido en uno de los destinos turísticos más exclusivos de Europa. Para un corredor, Santorini tiene una ventaja sobre Creta, y es su reducido tamaño, que permite correr por gran parte de la isla en apenas dos jornadas. Y además, aunque no sea relacionada exactamente con una gran carrera, sí está relacionada con el que quizá es el movimiento de personas más famoso de la historia de la humanidad: el Éxodo bíblico de los israelitas entre Egipto y la tierra prometida. Merced a una reciente teoría, dicha migración, las diez plagas de Egipto y la apertura de las aguas del mar Rojo tendrían una explicación histórica, que sería la monumental explosión volcánica que tuvo lugar en Santorini en el siglo XVII antes de Cristo, que partió la isla en varios pedazos y que afectó a toda la región.
Antes de aterrizar, el avión que me lleva a Santorini deja a la izquierda una espectacular carretera que sube de manera serpenteante buscando su hueco entre dos montañas, llamadas Mesa Vouno y Profetis Ilias. Es precisamente la ascensión mítica que he venido a conocer. Un puerto corto pero al que le viene como anillo al dedo el calificativo de mítico, por cuanto su destino es el yacimiento arqueológica Ancient Thera, una ciudad del siglo VIII antes de Cristo ubicada en lo alto de la montaña y fundada por colonos de origen dorio. Además, Santorini puede presumir de otros interesantes recorridos por sus acantilados volcánicos.
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La ascensión a Ancient Thera comienza en la localidad de Kamari, un bullicioso enclave turístico de sol y playa repleto de chiringuitos, hoteles y construcciones de dudoso gusto. Seguro que así lo es en verano, pero a primeros de marzo es más bien una población fantasma. Todo está cerrado, casi diríamos abandonado, y solo algo parecido a una plaza central goza de una mínima actividad, con un par de establecimientos de comida rápida y de supermercados, una farmacia y alguna que otra que otra tienda más. El resto se parece a los pueblos del Antiguo Oeste que esperan la llegada de los bandidos. Casi al final de Kamari, una señal marca el desvío hacia Ancient Thera. Son las ocho y cinco de la mañana cuando comienzo la ascensión, de 2,5 kilómetros. La carretera está empedrada durante 1,5 kilómetros. Primero con casi más cemento que piedras, luego durante 200 metros es al contrario. Y el último kilómetro, mucho más arbolado y cubierto, está asfaltado con planchas de hormigón. A estas horas, y en esta época del año, no pasa ni un solo coche. Pero para mi sorpresa sí me cruzo con una simpática corredora que desciende hacia el pueblo con su perro. Desde el primer kilómetro surgen hermosas vistas sobre Kamari y su imponente playa de arena negra volcánica. La carretera termina en una rotonda, al lado de la cual se ubica la entrada al yacimiento arqueológico. Pago los dos euros de entrada para visitar las ruinas.
A estas horas tan tempranas tampoco me sorprende demasiado que sea el primer visitante del día entre estos muros de supuestos templos y mansiones, de un teatro y un ágora, e incluso de un gimnasyum, prueba de lo importante que era la actividad física para los antiguos griegos. Pero la importancia que pudieran tener los restos palidece ante las vertiginosas balconadas que se extienden hasta el mar, ahora con vistas de lujo sobre Perissa, otra playa negra aún más larga que la de Kamari. Se comprende que un lugar tan estratégico fuera elegido para fundar una ciudad sobre el lomo de una montaña.
Después de corretear a mi aire por Ancient Thera regreso hacia la rotonda. En vez de retornar bajando por la misma ruta, mi idea es ascender hasta Profetis Ilias, la montaña más alta de la isla, que, con sus 567 metros de altitud, se alza desafiante en la vertiente opuesta de la carretera. El camino, de dos kilómetros, empieza en la misma rotonda del final de la carretera, y es precisamente esta la gran protagonista de la primera parte del camino, en concreto las espectaculares panorámicas sobre sus innumerables revueltas. El sendero, a veces pedregoso, a veces arenoso, a veces pura roca y a veces casi invisible, no permite correr con facilidad, por lo que opto por andar lo más rápidamente posible. Poco a poco dejamos atrás las vistas sobre la carretera y la montaña de Ancient Thera para disfrutar de la aparición de la caldera de Santorini. La antecima es mucho más espectacular que la cima, donde se ubican un monasterio y una estación meteorológica con todas sus aberrantes construcciones. Los casi diez kilómetros de vuelta hasta Kamari con los que finalizo el recorrido circular no tienen más aliciente que el paso por Pyrgos, una pintoresca localidad del interior de la isla, repleta de callejuelas de edificios blancos e iglesias con cúpulas azules. Un típico pueblo de Santorini, pero menos explotado que otros de aspecto semejante. Unos últimos kilómetros llenos de pintadas, como es habitual en Grecia, me devuelven a Kamari, para un total de 16 kilómetros de historia antigua y grandes vistas por las mayores alturas de Santorini.
Aún me queda un día más en la isla y he planeado recorrer la ruta de senderismo más famosa de Santorini: los diez kilómetros que separan Fira, la capital de la isla, llena de turistas asiáticos, y Oia, una de las localidades de mayor belleza y que, cuentan, tiene la mejor puesta de sol del planeta. Como he de dejar el hotel a las doce, comienzo a correr un cuarto de hora antes de las ocho de la mañana, mientras la ciudad comienza a desperezarse. Lo que más llama la atención son cuadrillas de obreros que trabajan desde primera hora adecentando hoteles y calles con miras a la temporada turística. Todos me miran extrañados y algunos incluso saludan alegremente el paso del corredor. La primera parte del recorrido es muy urbana, por las zonas altas de Fira y localidades vecinas como Firostefani e Imeravigli, y discurre fundamentalmente por calles y paseos enlosados al lado de hoteles y apartamentos de lujo. A partir de Imeravigli, el recorrido se convierte en un auténtico camino de montaña por el borde los acantilados volcánicos, siempre con vistas a las islas de Nea Kameni y Therasia, y a la propia Oia, que parece muy lejana. Empedrados, arenas volcánicas rojas y negras y caminos de lava se van alternando hasta coronar un promontorio y comenzar el descenso hacia Oia, el lugar más exclusivo y fotogénico de Santorini. Como en Fira, los borriquillos son los amos de muchas de las callejuelas. Solo resta retornar a Fira por el mismo camino y disfrutar una vez más de esta ruta de dramáticos paisajes, de pueblos blancos y cúpulas azules colgados de imponentes precipicios volcánicos.