El deporte nos hace más listos a nosotros... y a nuestros hijos
Por carreraspopulares.com
Que gracias al deporte (hablamos de running porque es a lo que nos dedicamos, pero los beneficios son de cualquier actividad deportiva) conseguimos mejoras físicas es indudable. Que, además, estamos provocando cambios que benefician a nuestras capacidades mentales es algo cada vez más demostrado. “La actividad eléctrica básica de las neuronas, los neurotransmisores, los que sustentan el pensamiento y el funcionamiento del cerebro, se incrementan”, nos contaba José Luís Trejo, investigador del CSIC hace algunos meses . No sólo eso, sino que los propios beneficios físicos del deporte provocan en nuestro cerebro un efecto antiestrés y ansiolítico.
Pero ahora la ciencia nos lleva un paso más allá. De nuevo, los investigadores del Instituto Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han vuelto a encontrar más beneficios del deporte en nuestra salud mental. O, más que en la nuestra, la de nuestra futura descendencia. Y es que han descubierto en una investigación con ratones que, aquellos ratones hijos de animales deportistas (para el experimento se ponía a los ratones a correr 40 minutos al día) mostraban un nivel de memoria y aprendizaje superior a aquellos hijos de ratones con costumbre más sedentarias.
La explicación a este hecho no se encuentra en una modificación genética, algo que es impensable de una generación a otra, sino en la predisposición a que se activen determinados genes que fomentan que las mitocondrias del hipocampo estén más activos, y que la neurogénesis hipocampal adulta se incremente.
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Para llegar a esta conclusión han investigado en los efectos del ejercicio en tres grupos experimentales: primero se compararon las camadas de padres que hacían ejercicio de forma regular con los que llevaban una vida más sedentaria. Más tarde se puso a hacer deporte a los sedentarios y se compararon sus propios descendientes antes y después de este cambio de “estilo de vida”. El resultado en todos los casos era el mismo: los padres que hacían deporte obtenían camadas más inteligentes que los sedentarios.
Aunque los datos son irrefutables, aún falta por obtener más informaciones, como por ejemplo, si esa mejora cognitiva acaba pasando a nuevas generaciones, aunque la segunda generación no se ejercite. O, por ejemplo, cuál es el volumen de ejercicio mínimo para que se produzcan estos cambios. Por supuesto, tampoco se puede extrapolar que si corremos 40 minutos a diario vamos a tener hijos más inteligentes. Para el experimento, se sometió a ejercicios a los ratones macho, no por razones de diferencia de género sino porque en el caso de las hembras, el propio embarazo y parto suponen una modificación neuronal que podía afectar a los resultados de las pruebas.