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Maratón: 42.195 m.: ¿de dónde viene esa extraña distancia?

Por Abel García Contreras para carreraspopulares.com

Era el 27 de mayo de 1921, hace 95 años. Los miembros de la IAAF se reúnen en Ginebra con una cifra sobre la mesa, una cifra que no convencía a todos, que a algunos les parecía un tanto extraña, pero que salió adelante: el Maratón, a partir de ese momento, pasaba a medir 42.195 metros para siempre.

Hoy ya los tenemos grabados en la mente y en el corazón. Esos 42 kilómetros y 195 metros están automatizados en la mente de quienes se apuntan a un maratón hoy en día, pero no siempre fue así. Era una distancia variable en sus inicios. En realidad, el Maratón se venía disputando desde hacía unos años sobre esos 42.195 metros. Concretamente desde 1908, pero no era una distancia única. Cada organización proponía la distancia que le parecía oportuna para su propio maratón.


“Alrededor de 40 kilómetros”

Desde la recuperación de los Juegos Olímpicos, allá por 1896, el Maratón fue una de las pruebas con más arraigo y preferidas por los espectadores. En ese momento, la distancia de la carrera era, oficialmente y según las normas, de “alrededor de 40 kilómetros”. Efectivamente: no había una distancia exacta en el reglamento. Cada organización podía establecer la longitud de la carrera que considerase oportuna según la ruta que eligiera para disputarla.

Así, en los primeros juegos, se habla de que la carrera tuvo 41,8 km (¿os imagináis ese medio kilómetro más?), mientras que, en Londres 1908, la prueba tenía previsto disputarse inicialmente sobre una ruta de unos 38 kilómetros. Así es que, el muro, quizás, se situaba en cada edición del maratón en un punto u otro.

El cambio ´real´

Fue precisamente en Londres el lugar donde se corrió por primera vez esa distancia exacta que tanto nos enamora hoy en día: 42.195 metros. Esa distancia que tanto nos obsesiona en algunas épocas y que tanto nos hace sufrir, disfrutar y crecer como personas.

Las versiones que se cuentan y que recoge la literatura, a pesar de tener distintas vías, conducen todas hacia un mismo lugar, el Palacio Real.

El Maratón de los Juegos Olímpicos de Londres 1908 recorrería esos “aproximadamente 40 kilómetros” uniendo el Castillo de Windsor y el estadio olímpico de White City, con capacidad para unos 90.000 espectadores. Cuando el trazado ya estaba preparado y medido, hubo un par de cambios que variaron su longitud.

El primer cambio tuvo que ver con la línea de salida. En un principio estaba situada junto a la puerta del Palacio, pero se cambió. Según la versión a la que hagamos caso, pudieron ser los organizadores los que pidieron adentrarla en el Palacio para que el público no interfiriera en la salida de los corredores (no parece la opción más plausible), o bien pudo ser una decisión real.

Algunas fuentes dicen que el hecho de variar la línea de salida fue una decisión del propio Príncipe de Gales, con la finalidad de que sus hijos y la propia reina pudieran ver la salida desde sus habitaciones sin abandonar el edificio, ya que las condiciones climatológicas no acompañaban para dar un paseo ese día.

Un segundo cambio

Pero no fue la única variación. Al parecer, antes de iniciarse la prueba, hubo otro cambio en el recorrido de la misma justo en la zona de entrada al estadio olímpico. Según parece, el Maratón tenía prevista la entrada por la Puerta Real del Estadio, pero esta había variado su fisonomía y hacía imposible la entrada de los corredores.

El túnel de entrada había sido inhabilitado por seguridad para facilitar la entrada de los reyes, con lo que los corredores tuvieron que dar medio giro al estadio por fuera para entrar por otra puerta. Así, entraban en las instalaciones y recorrían la distancia que había justo hasta el palco real, donde terminaba la carrera. Tanto cambio hizo que el primer corredor se equivocara y entrara dando la vuelta en sentido contrario. Los jueces le ayudaron, ya que también iba extenuado y esa misma acción les obligó a descalificarle posteriormente.

Tras esos cambios, el Maratón medía exactamente 26 millas y 385 yardas, es decir, 42.195 metros. Una distancia que quedó fijada y ya no se varió más. Una distancia que hoy se ha convertido en un icono para el atletismo mundial, tanto para el de élite, como para el popular.

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