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Mongolia Trail Run: La carrera de la inmensidad

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Dunas durante etapa-1 de Mongolia Trail

SlavomirRawicz fue un oficial polaco detenido por los soviéticos durante la II Guerra Mundial y condenado a veinte años de trabajos forzados en un gélido campo de prisioneros de Siberia. En abril de 1941, seis meses después de su encarcelamiento, Rawicz escapó de su confinamiento con otros seis presos, poniendo rumbo al sur, hacia la India británica. Tenemos que suponer que, acosados y aterrorizados, los siete fugados, de los cuales cuatro murieron por el camino, tuvieron que darse prisa y, sin duda, correr cuando les fuera posible. Entre los muchos espacios naturales que tuvieron que atravesar de esa manera apresurada se encontraban las inmensas estepas de Mongolia y el desierto del Gobi, punto intermedio entre la taiga siberiana y las mesetas tibetanas. Esas grandiosas estepas mongolas fueron las que muchos años después recorrió Joan Carbonell durante una aventura en moto, descubriendo un país que le obsesionaba desde que viera una foto en su más tierna infancia. Dedicado con su empresa Nature Time a la organización de eventos deportivos, Joan pensó que aquel era un entorno ideal para diseñar una atractiva carrera a pie por etapas.

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Así, en agosto de 2023 Ulan Bator es el punto de reunión para los participantes en la segunda edición de la carrera. Los habitantes de Mongolia suelen referirse a su capital con cierto desapego, como una ciudad que resulta ajena a la verdadera Mongolia. Y es que Ulan Bator reúne varios superlativos, pero en general escasamente positivos. Capital más fría del mundo en invierno y, como consecuencia, también la más contaminada del planeta a causa del uso del carbón para la calefacción. Una urbe que ha crecido desmesuradamente fruto de las sucesivas oleadas de emigración del campo a la ciudad, especialmente cuando acontece el temido dzud, un invierno particularmente frío o nevoso que ocasiona la muerte del ganado. Entonces los campesinos arruinados emigran a la capital, levantando sus viviendas tradicionales, los gers, y formando auténticos barrios de estas peculiares construcciones, que conviven con casas de madera, bloques de pisos de estilo soviético, edificios en construcción y otros ya abandonados. De los tres millones de mongoles, la mitad, un millón y medio, residenen la capital, lo que ocasiona nuevos inconvenientes, como un tráfico denso, ruidoso y humeante que no fue previsto en la planificación de unas avenidas no demasiado anchas.

https://visitulaanbaatar.net/

Fuera de la sombría Ulan Bator se intuye una Mongolia mucho más estimulante, y de mostrarnos parte de esa realidad se encargarán los chóferes y guías de la empresa local en la que la organización de la carrera ha externalizado traslados y visitas culturales. Más allá del Naadam, un festival local con espectáculos a caballo, exhibiciones de lucha mongola y tiro con arco, y unos discursos demasiado largos, la inevitable imagen con la que uno se queda poco después de salir de Ulan Bator es la de la inmensidad, el primitivismo y la ausencia de cualquier tipo de urbanización. Más en concreto, la del tránsito en  medio de las onduladas estepas a través de pistas, por llamarlas de algún modo, de terreno endemoniadamente irregular, y creadas por el paso de los propios todoterrenos, imprescindibles para moverse en este país.
 

Campamento Gers

El Naadam, festival tradicional mongol - patrimonio inmaterial - Sector de Cultura - UNESCO

De camino hacia el punto de salida de la primera etapa, un incidente demuestra por qué resulta una aventura viajar por Mongolia. Uno de los vehículos de transporte queda atascado en las aguas de un arroyo, en un socavón pedregoso. Tras ser remolcado hacia atrás, el todoterreno se niega a arrancar de nuevo, y en poco tiempo, mientras corremos la primera etapa, los chóferes, convertidos en mecánicos, han de cambiar el diferencial y resolver el problema. A eso hay que añadir los inevitables pinchazos que también nos acompañarán en días sucesivos.Tras este incidente, lo que los solo doce participantes tienen por delante son 168 kilómetros divididos en seis etapas, con un desnivel positivo total de 3.335 metros, prácticamente siempre por debajo de los 2.000 metros de altitud. El escenario de la prueba será el paisaje cultural del valle del río Orjón, protegido por la UNESCO como cuna de la civilización nómada hace más de dos mil años. La dificultad de la competición vendrá impuesta por la distancia y la soledad, más que por las pendientes. De esos doce participantes iniciales, solo ocho lograrán completar todas las etapas por culpa de ampollas, diarreas y otros problemas digestivos y físicos. El recorrido presenta grandes similitudes a la más conocida Gobi March, aunque esta última sea una prueba de autosuficiencia. En cambio, en la Mongolia Trail Run, la comida es abundante y variada al finalizar cada etapa. Esos finales de etapa permitirán, en ocasiones, sumergirse en la cultura nómada, visitando algún ger, aceptando el queso o la leche agria que ofrecen sus moradores y compartiendo sus inquietudes. Los alojamientos, en campamentos de gers, permiten cierta comodidad; desde luego mucha más que una tienda de campaña. En cambio, quienes añaden más fatiga a los ya cansados cuerpos son los traslados, necesarios a veces para llegar a esos alojamientos o al punto de salida de la etapa correspondiente; unos itinerarios endiablados por aquellas “pistas”en las que los vehículos se convierten en auténticas cocteleras que no paran de moverse durante todo el trayecto, que nadie parece saber lo que va a durar y donde los minutos se convierten en horas por arte de birlibirloque.


 

 

Orkhon Valley Cultural Landscape - UNESCO WorldHeritage Centre

Matauco en el Gran Ovoo

Pero situémonos en la primera etapa, que tiene lugar en las dunas de ElsenTasarkhai, un fragmento del desierto de Gobi que quedó aislado en medio de las estepas. Los participantes deben completar un extenuante sube y baja de 20,5 kilómetros endurecido por el calor. Una manera de recordar a Roy Chapman Andrews, uno de los posibles modelos para la creación de Indiana Jones. Este gran explorador del desierto de Gobi fue quien halló los primeros fósiles conocidos de huevos de dinosaurio.
 
Las etapas segunda, tercera y cuarta (34, 28 y 36 kilómetros, respectivamente) suponen la inmersión en las estepas características de Mongolia. Más plana y monótona, la segunda tiene el aliciente de rodear gran parte del lago Ugii, frecuentado por bañistas coreanos. En cambio, la tercera y la cuarta ofrecen un panorama más montañoso y salvaje, mostrando lo que uno espera de un recorrido por Mongolia: naturaleza indómita, inmensos e interminables espacios verdes prácticamente vacíos salpicados con dispersos gers de población nómada, frecuentes cruces de ríos y humedales fangosos, montañas apacibles, pequeños bosques y abundante presencia de fauna salvaje, como caballos, yaks y camellos.
 
La quinta etapa, aparte de ser la más larga con sus 39 kilómetros, es también la más exigente, con continuos desvíos de las pistas hacia tramos con hierbas altas sin camino alguno. Pero después de un sucio y fatigoso ascenso, llega la apoteosis final: contemplar Karakorum (o Kharkhorin), la antigua capital del gran imperio mongol, desde la cima de la montaña sagrada de la cordillera Khangaidonde se ubica el Gran Ovoo, un hito de piedras y ramas destinado a la oración desde tiempos inmemoriales. Sin duda el momento más emocionante del viaje, hasta ahora, ya que representa culminar el último ascenso y comprender el sentido del esfuerzo realizado, con esa imagen desde las alturas.
 
Pero digo bien hasta ahora. Porque la última etapa, aparte de corta y extremadamente rápida (9,5 kilómetros) y de albergar todas las sensaciones de euforia y camaradería propias del final de una prueba tan agotadora, culmina en el recinto amurallado del monasterio de ErdeneZuu, construido con los restos de aquella Karakorum desde la que los mongoles edificaron su extenso imperio. Pocos lugares tan encantadores cabe imaginar para acabar una carrera. Un emplazamiento que nos hace recordar a Genghis Khan (Chinggis Khan para los mongoles), considerado un bárbaro sanguinario en Occidente y un civilizador ejemplar en Oriente. Como todos los guerreros mongoles, Genghis Khan llevaba un estandarte llamado sulde, fabricado con trenzas de crin de sus mejores caballos. Cuando el viento movía la enseña, impulsaba a su dueño a avanzar y emprender nuevas aventuras. Cabe concluir que, con sus virtudes y defectos, la Mongolia Trail Run ha sabido captar el espíritu de aquel estandarte de Genghis Khan, proporcionando a quienes buscan nuevos horizontes la oportunidad de hacer realidad sueños y anhelos en forma de kilómetros.

Llegada final Mongolia Trail Run

 

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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