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Qué se siente el día que corres tu primera carrera

Por Chema Martínez Pastor para carreraspopulares.com

¿Recuerdas tu primera carrera? Seguro que sí. Por mucho tiempo que llevemos corriendo, ese recuerdo es muy difícil de olvidar. Las sensaciones antes de la carrera, pero sobre todo después, son irrepetibles. De hecho son la razón por la que mucha gente se motiva a seguir corriendo, y busca nuevos retos que se vuelvan a convertir en su “primera vez”.

Seguro que te acuerdas de las dudas que tenías sobre cómo preparar tu primera carrera. Ahora, si llevas unas cuantas, ya te conoces y sabes qué cantidad -y calidad- de kilómetros necesitas para llegar a tope a la línea de salida. Sabes tus ritmos, conoces cómo va a reaccionar tu cuerpo con la acumulación de zancadas, y hasta puedes estimar un tiempo de carrera aproximado. Pero entonces todo era nuevo para ti. Incluso los objetivos. Seguro que no mirabas tanto el crono como ahora, y es muy posible que tu objetivo se limitara a “acabarla como sea”, o “no llegar con el coche escoba”, o “venga, la tengo que hacer sin pararme a andar”.

También tus motivaciones han cambiado. Ahora, tras muchas líneas de meta, eres un animal competitivo, y tu reto es machacar tus marcas siempre que puedes. Cuando te planteaste tu primera carrera podía más la curiosidad, el saber si eras capaz tú también, ya que todo el mundo hablaba de sus carreras. O tal vez te hubiera picado un amigo, o una compañera de trabajo.

Tu primera línea de meta. ESA sensación
Tu primera línea de meta. ESA sensación

Y precisamente porque tus motivaciones eran otras, tu forma de prepararla era muy diferente. Que levante la mano quien no haya intentado correr 10 kms alguna semana antes de su primera carrera de 10k. Hoy, sabemos que no es necesario, que hacer entrenamientos con distancias iguales a la carrera que vamos a hacer no es necesario, y en algunos casos puede ser hasta negativo.

Pero, ¿y qué me dices de la ilusión con la que llegaste a la línea de salida? Como todo era nuevo para ti, te maravillabas con cada cosa. Ya el día antes, cuando ibas a recoger el dorsal, era todo un acontecimiento. Leías cada hoja que iba dentro de la bolsa, y los regalos que te hacían las marcas eran recibidos como oro en paño (sí, el caldo de pollo sobre todo). Y al recoger tu bolsa y tu dorsal, salías a la calle con una mirada de orgullo, y tu bolsa bien visible. Posiblemente poca gente sabía qué significaba, pero ya ibas anunciando por el mundo que eras runner.

El día antes de la carrera los nervios. Y las dudas sobre qué cenar. Que si había que tomar muchos hidratos, que si nada de alcohol... Ese día te ibas a la cama más pronto que otros días. Pero es posible que no lograses dormirte antes. Los nervios pre carrera estaban ahí, y te hacían darle vueltas una y otra vez.

Pero ya en carrera todo era distinto. Porque tu primera carrera, recuérdalo, se te hizo muy larga. La ilusión, las ganas y la alegría de estar allí podían con todo, pero se hizo larga. Si tuviste la suerte de que te acompañara alguien con más experiencia, posiblemente se te pasara más rápido. Y cada aplauso del público era un estímulo más. Sí, te aplaudían a ti, premiaban tu valentía por estar allí y tu esfuerzo por seguir adelante. Zancada tras zancada hasta que... ¡llegaba el éxtasis!

Porque si algo recordamos de nuestra primera carrera es la línea de meta. La alegría desbordante de haberla podido cruzar, la sensación de ser indestructible, de haber alcanzado ese objetivo que tenías en mente (cruzarla simplemente ya era un éxito). Después de tu primera línea de meta te vienes irremediablemente arriba. Puede que hasta derramases una lagrimita. Para muchos runners, la sensación de la primera línea de meta es tan especial, que muchos reconocen no haber sentido nada igual con las siguientes carreras. Quizá esa sea la razón por la que nos apuntamos cada vez a retos mayores. Buscas nuevas distancias, nuevos terrenos, para que esas experiencias vuelvan a ser tu “primera vez”. Y funciona. La primera media maratón también es especial. Y no digamos nada de tu primera meta de maratón. Ahí sí se llora de lo lindo...

Pero, teniendo en cuenta que no podemos estar exigiendo tanto al cuerpo, y que la preparación de cada nuevo reto se convierte en una exigencia, es mejor que aprendamos a disfrutar cada línea de meta. El simple hecho de colocarte un dorsal es siempre especial, y cada vez que llegamos al final de una carrera, sea cual sea nuestro objetivo, tenemos que verlo como un logro más. Intentar recuperar esa sensación de la primera vez. Una de las frases que siempre digo es “pelea por cada meta como si fuera la última, disfrútala como si fuera la primera.”

SOBRE EL AUTOR

Chema Martínez Pastor
Corredor Popular


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