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Corriendo por los puertos míticos (55): los cuatro grandes puertos del País Vasco.

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

Cuando pensamos en los corredores-mensajeros del pasado, tendemos a pensar en los hemeródromos griegos, los chasqui incaicos, los peyk turcos o los más modernos footmen británicos. Sin embargo, según el prestigioso historiador del mundo de las carreras de ultradistancia, Andy Milroy, tendríamos que echar la vista mucho más cerca para encontrar los mensajeros más famosos de Europa. Milroy afirma que la referencia registrada más temprana acerca de los mensajeros vascos, fundamentalmente en Francia, data del siglo XVI. En aquella época era común que los aristócratas emplearan corredores a pie para llevar mensajes. En Francia este función era habitualmente cubierta por corredores vascos, lo que dio origen al dicho “correr como un vasco”. Ya en el siglo XVIII, esta tarea de mensajería quedó en desuso, y los corredores desempleados mutaron en korrikolaris competitivos por medio de apuestas de dos corredores que se retaban a un desafío por carreteras, montañas e incluso plazas de toros.

Probablemente estos mensajeros atravesaron en su día alguno de los puertos de montaña de la geografía vasca, por cuanto sirven de conexión y son lugar de paso obligado entre regiones naturales muy diversas. Hemos elegido cuatro de ellos por ser los más renombrados y albergar en sus cercanías importantes y atractivas carreras, fundamentalmente de montaña. Sin miedo a resultar exagerados podríamos hablar de los cuatro grandes puertos del País Vasco: Orduña, Urkiola, Jaizkibel y Herrera.

Como ya se ha señalado, en las inmediaciones de los cuatro se disputan interesantes carreras, entre las que se pueden destacar la Lezo-Jaizkibel y la Rioja Alavesa Wine Run, celebrada entre viñedos al estilo del afamado maratón de Medoc. Los cuatro comparten también una larga tradición ciclista, con épicas batallas acontecidas en sus rampas, sobre todo allá por los años setenta del pasado siglo. En cuanto a su historia, si Orduña y Urkiola representan antiguos caminos para carruajes como puntos de enlace entre el litoral cantábrico y las tierras del interior que conducen hacia Castilla y Madrid, Herrera sirve de unión entre la llanada alavesa y las viñas de la Rioja, una pequeña California bendecida por el clima y la fertilidad del terreno. Por su parte, Jaizkibel, según sesudas teorías, representa el primer pico de los Pirineos, o el último nexo de unión entre el Cantábrico y las montañas pirenaicas. En Jaizkibel se levantan torres y fuertes que remiten a la época de las guerras carlistas. Por si fuera poco, en el propio Jaizkibel y en Orduña, existieron presuntos campos de prisioneros del franquismo después de la guerra civil, y los trabajadores forzosos construyeron o adecentaron las respectivas carreteras, aparte de otras tareas.

No es menor el aliciente que representa una estancia en las localidades de las que parten las subidas. Tanto Durango (Urkiola) como Hondarribia (Jaizkibel), Laguardia (Herrera) y Orduña están inmersas en un entorno paisajístico notable, y los cascos urbanos presumen de estrechas callejuelas donde no faltan edificios de interés y restaurantes donde degustar la apreciada gastronomía de la zona. Se hace difícil elegir cuál de los paisajes que ofrecen los cuatro puertos es más bello: las cimas calcáreas del Parque Natural de Urkiola, el litoral vasco de la bahía de Txingudi desde Jaizkibel, el llamado Balcón de la Rioja en Herrera o la Sierra Salvada que flanquea la subida a Orduña.

En lo que respecta a las respectivas subidas, la de Jaizkibel permite un recorrido a través de la cima evitando en gran parte el asfalto. Para ello hay que partir de Hondarribia y seguir la carretera hasta la ermita de Guadalupe, donde existe un desvío que sigue la ruta señalizada del Camino de Santiago del Norte. El recorrido pasa al lado de varias torres que nos remontan a las guerras carlistas y atraviesa ese enjambre de antenas que es la cima de Jaizkibel, a 547 metros de altitud, para emprender el descenso hacia Lezo y Pasai Donibane, a lo largo de 13 kilómetros repletos de inolvidables paisajes marítimos. Respecto a las otras tres ascensiones, en este caso por asfalto, hay una buena noticia inicial. Partiendo a primera hora de la mañana, el tráfico no representa un problema en ninguno de los tres casos, especialmente en Herrera, la carretera menos transitada.

Y un segundo alivio es que, pese a su conocida dureza, en todos los casos el recorrido asfaltado se puede hacer íntegramente corriendo. Los puntos más difíciles, como la recta interminable del segundo kilómetro de Herrera, la rampa de Txakarzulo en el quinto kilómetro de Urkiola y la cuesta del segundo mirador de Orduña, en el séptimo kilómetro del puerto, junto a la placa donde se rememora un accidente de autobús con víctimas mortales y muy parecida a la Huesera de los Lagos de Covadonga, causan cierta agonía, pero son superables con paciencia y esfuerzo. Orduña (8 kilómetros) es un puerto de curvas de herradura que endurecen la pendiente, aunque esta afloja a la salida de los tornantes; en Urkiola (5,65 kilómetros) las curvas se concentran en su parte inicial; y Herrera (5,5 kilómetros) está dominado por las rectas. Para los más esforzados, el desafío no termina al coronar los puertos. Desde el santuario de Urkiola se puede continuar subiendo por un ancho sendero durante un kilómetro y medio más hasta la cima del Urkiolagirre y disfrutar de una panorámica asombrosa, que incluye todas las cimas del Parque Natural de Urkiola, en un espectáculo que nada tiene que envidiar a otras cordilleras de más empaque. La cumbre más conocida es la del Anboto, donde tiene su residencia Mari, una de las diosas del panteón vasco. También existe un sendero más plano que conduce a las llamadas Tres Cruces, un lugar escogido para recreearse la vista. Lo mismo ocurre en el puerto de Herrera. Siguiendo una pista a la izquierda y luego ascendiendo unos 250 escalones se alcanza la cima del monte San León, en plena sierra de Cantabria, otro mirador de relumbrón sobre los viñedos y los agraciados pueblos de la Rioja. La vista se prolonga hasta las sierras de Cameros y La Demanda, e incluso los Picos de Urbión. No cabe mayor satisfacción que culminar cualquiera de estas empresas y darse un merecido homenaje gastronómico en cualquiera de los restaurantes de las localidades antes citadas.

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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