Corriendo por los puertos míticos (IX): La Bonette, Francia
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Aunque algunos carteles en la carretera y algunos folletos turísticos se empeñen todavía en calificar la ruta de la Bonette como la plus haute d´Europe (la más alta de Europa), tal empecinamiento no admite mayor justificación que la de vender un producto turístico-deportivo con expresiones grandilocuentes y erróneas. Y es que el hecho de que la carretera llegara a semejante altitud (2.802 metros) solo fue resultado de una testarudez y, como consecuencia, la montaña de la Bonette ha conseguido ostentar el récord de equívocos e inexactitudes en la red de carreteras europeas.
Situado en el corazón del Parque Nacional de Mercantour, en el extremo más meridional de los Alpes, el col de la Bonette, también llamado Bonette-Restefond (2.715 metros de altitud), conecta el mar Mediterráneo con los Alpes de Alta Provenza. Inicialmente un camino de mulas, la ruta que atraviesa el col de la Bonette se utilizó posteriormente como una pista estratégica con fines militares. Transformada en una verdadera carretera en 1832, el emperador Napoleón III la clasificó en la categoría de imperial en 1860. Y únicamente por un chovinismo desmesurado y por poder presumir de poseer la carretera más alta de Europa, en 1960 fue alargada mediante un bucle que llegara 87 metros más arriba, a la cima de la montaña.
Todo esto ha desembocado en un galimatías de consideración. La cima de la Bonette no es ni de lejos la más alta de Europa. Semejante honor corresponde a la carretera del Veleta, en Sierra Nevada, pero, además, ya ha sido también superada por otras vías alpinas. El col de la Bonette no es ni siquiera el puerto de mayor altitud de los Alpes. Solo lo sería si consideráramos ese bucle que culmina en la cima. Seguramente para sortear esa circunstancia, algunos folletos han introducido un matiz en su definición de la ruta de la Bonette. Ahora es la plus haute route inter-vallées (entre valles), es decir, con al menos dos vertientes, a diferencia del Veleta y otras subidas alpinas que ascienden a una cumbre sin tener un descenso asfaltado por ninguna otra ladera.
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Por tanto, lo mejor será olvidar tanto embrollo y pasar a algo mucho más sencillo como es el atletismo. Porque lo que más nos interesa es conocer que esta ruta es el escenario de la Ascensión Pedestre de la Bonette, una de las carreras de este tipo (subidas por asfalto) más veteranas de cuantas se disputan en Europa. El pasado 26 de julio, 280 atletas nos concentramos en la sede de la prueba, la localidad de Saint Etienne de Tinée, para disputar la 33ª edición de la prueba, cubriendo los 26 km que nos separaban de la cima de la Bonette, y pasando de los 1.140 metros de altitud de la salida a los 2.802 de la llegada (un desnivel positivo de 1.662 metros y una pendiente media del 6,4%). El objetivo, al menos de los más fuertes, era batir el récord establecido por Lorenzo Trincheri en la edición de 2009: 1 hora 58 minutos 16 segundos.
A una hora y media de Niza en coche y muy cerca de las estaciones de esquí de Isola 2000 y, sobre todo, de Auron (a escasos 7 kms), Saint Etienne de Tinée es un coqueto pueblo de unos 1.500 habitantes que mezcla el encanto alpino con el mediterráneo. A las siete de la mañana, cuando se lanza la carrera desde la plaza de la iglesia, el tiempo es fresco, unos doce grados que, pese a los cambios de altitud, se mantendrán constantemente a lo largo de la subida, gracias a un tiempo soleado. Durante los primeros kilómetros, entre agradables bosques de castaños y a la vera del río Tinée, la pendiente es moderada, a veces incluso inapreciable, pero aparece un factor inesperado: un viento de cara que dificulta la marcha, por lo que es mejor refugiarse en un grupo. A veces surge alguna cascada impetuosa que baja de la montaña, pero lo que más distrae son los carteles que marcan cada kilómetro de la carretera, con información sobre la altitud, el desnivel y la distancia hasta la cima, una información continua que a veces más que ayudar llegará a desesperar.
En el kilómetro 10 alcanzamos Le Pra, una pequeña localidad abandonada donde todo resto de vida parece ser un afamado restaurante. El bosque desaparece al tiempo que las rampas se van endureciendo, un trecho de seis kilómetros que oscila entre el 7 y el 8,5%. Ya no hay rastro de árboles y la vista se va ensanchando, con deliciosos paisajes y excelentes panorámicas sobre las praderas verdes de los alrededores y las montañas circundantes. Las abundantes curvas de herradura permiten observar a otros corredores al paso por la localidad de Bousieyas, y también a muchos ciclistas que tratan penosamente de doblegar a este coloso alpino. Unos kilómetros después, ya en el 18, se llega al Camp des Fourches, unos fantasmagóricos barracones militares en ruinas que hacen recordar el pasado marcial de esta carretera. El declive de esos edificios solo es un buen anticipo de lo que a continuación le espera al corredor. Porque a la salida del Camp des Fourches, entre el km 19 y el 20 se hallan las rampas más duras de la subida hasta el col de la Bonette. Si añadimos la altitud y el esfuerzo acumulado, a partir de entonces el corredor medio que ha llegado hasta allí sin dejar de correr, se ve obligado a alternar la carrera con la marcha. Aunque se suceden kilómetros más fáciles, ya es imposible recuperar las fuerzas perdidas. Una fila de coches aparcados marca el lugar donde se halla el col de la Bonette. Pero, como ya hemos visto, por culpa de alguien envanecido que se obstinó en construir la cima de las carreteras europeas, todavía falta un kilómetro para la meta. Y es precisamente, con mucha diferencia, el kilómetro más duro de toda la carrera. Algunos perfiles marcan rampas del 15%, otros del 13% o del 10%. ¡Qué más da!. El caso es que ya solo se puede caminar al ritmo que sea hasta que, por fin, se vislumbra la ansiada meta.
La meta sí, la cima asfaltada de la Bonette también. Pero acabamos como empezamos y, con sorpresa, se descubre que la Bonette siempre guarda un último equívoco para sus visitantes. Y es que esa cima asfaltada no es la verdadera cima de esta montaña negra, oscura, que no destaca demasiado entre la majestuosidad del entorno. Para llegar a ella hay que caminar durante diez minutos por un sendero que concluirá, ahora sí, en la cumbre, donde espera un escenario de una belleza sobrecogedora en uno de los parajes más extraordinarios de los Alpes. En medio de tanta maravilla, poco importan las ambiciones humanas y la perpetuación de datos erróneos con las que la Bonette es asociada. Poco importan esas miserias, porque la auténtica realidad es que la Bonette es uno de los núcleos más intactos de la cordillera alpina, un reducto salvaje con especies animales como la marmota, muy abundante y fácil de ver en el vecino y solitario col de la Moutière. Y al fondo, la pirámide perfecta del Monviso italiano recompensa todo el esfuerzo desplegado para acceder a semejante mirador.
Precisamente hablando de Italia, no se puede terminar esta reseña de la carrera sin hacer los honores al vencedor de la misma, Lorenzo Trincheri, todo un especialista en escaladas por asfalto, seis veces ganador de esta Ascensión de la Bonette, a las que hay que añadir otras tres victorias en la subida al Veleta. Un ganador de lujo para una carrera con mucho pedigrí.
Agradecimientos: Al personal del Chalet d´Auron, que me trasladó desinteresadamente a Saint Etienne de Tinée a una hora tan intempestiva como las seis y veinte de la mañana.
Más información: La Bonette
Próxima edición: 31 de julio de 2016
Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas