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Corriendo por los puertos míticos(56): Teide, Tenerife

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

Además de ser la montaña más alta de España, el Teide fue la montaña sagrada de los guanches, los habitantes originarios de las islas Canarias, y un auténtico mito para vulcanólogos y naturalistas a partir del siglo XVIII. Si el puerto de las Cañadas del Teide representa un destino soñado para los ciclistas, para un atleta, especialmente de montaña, no tendría ningún sentido viajar hasta aquí y no pisar la cima del volcán. Porque, para un corredor, el Teide representa esencialmente un desafío atlético, un reto que alentaron con varios artículos atletas tan innovadores como Miguel Caselles y Juan Antonio Alegre “Chinotto”, dos pioneros a la hora de emprender y descubrir nuevos desafíos geográficos y deportivos por todo el mundo. La aventura, llamada la Ruta 0.4.0 consiste en subir al Teide (3.178 metros de altitud) desde la playa de El Socorro, a cota 0, y descender hasta este mismo punto a lo largo de 56 kilómetros, 28 de ascenso y 28 de descenso. El camino está señalizado como sendero PR-TF 41.

Mi intención es cubrir toda la ascensión y la mitad del descenso en dos días. Para ello cuento con un alojamiento en las Cañadas del Teide, lo que me permitirá descansar y dividir el recorrido. Pero siempre se ha dicho que es mejor no hacer planes o, traducido a un lenguaje más religioso, el hombre propone y Dios dispone. Mi estancia en Tenerife va a coincidir con la calima más espantosa que se haya visto en Canarias en los últimos cuarenta años. Vientos huracanados, vuelos cancelados y retrasados, aterrizajes fallidos, un desvío a Grancanaria, cierre del espacio aéreo canario y un movido viaje en barco hasta Santa Cruz suponen llegar con un día de retraso. Por si fuera poco, todas las carreteras de acceso al Parque Nacional del Teide han sido cerradas por caída de árboles debido al fuerte viento, así que pierdo otro medio día por no poder llegar a mi alojamiento. Finalmente, para más inri, se ha declarado un incendio en la zona de los Realejos y la playa de El Socorro, por lo que no es recomendable la realización de actividades al aire libre. Además, con la calima existente, el aliciente paisajístico en las zonas bajas pierde todo su sentido, puesto que el aire cargado de arena perturba cualquier vista panorámica.

Tantos inconvenientes fuerzan un cambio de planes y elijo cambiar el recorrido más atlético por el más histórico. En efecto, desde El Portillo Alto, donde me alojo, recolectores de hielo e ilustres viajeros emprendían antiguamente el ascenso del Teide, utilizando el camino hoy bautizado como Montaña de los Tomillos y que lleva el número 6. Por ahí pasó, por ejemplo, el famoso naturalista germano Alexander von Humboldt en 1799, que subió al Teide en el transcurso de su viaje hacia América, y también Isabel Burton, en una época en que era sumamente infrecuente que las mujeres emprendieran este tipo de expediciones y a quien, según las malas lenguas, su marido, el insigne explorador Richard Burton, le fue infiel con todas las tribus del mundo.

El día amanece despejado y sin viento en las Cañadas, y la visión de un Teide imponente, con su cono sumital bien visible, marca el trayecto desde el principio. Desde El Portillo Alto, poco más de un kilómetro del sendero PR-TF 41.1 me sitúa en el inicio de esa histórica ruta número 6. El sendero, de cinco kilómetros, es casi una autopista llena de marrones de mil matices, roca volcánica, obsidiana y matorrales. Perfectamente trazado, señalizado y delimitado, deja a la espalda los riscos rojizos de La Fortaleza y asciende suavemente por la plataforma de las Cañadas, siempre dominado por las siluetas superpuestas de Montaña Blanca y el Teide. El suelo formado por piedra pómez, arenoso y polvoriento, permite correr fácilmente, aunque su escasa adherencia se notará sobre todo más tarde, en un descenso propenso a resbalones. En un cruce se inicia un nuevo sendero, el número 7, que, ya entre paisajes lunares, atravesará los llamados Huevos del Teide, fragmentos solidificados de lava pastosa que rodaron sobre la superficie acumulando capas como si fueran bolas de nieve. En dos kilómetros alcanzamos el llamado Puesto de Mulas, donde comienza la fase más dura de la ascensión

Primero, otros dos kilómetros por el sendero Lomo Tieso, estrecho y arenoso, formado también por piedra pómez y que asciende describiendo curvas, pasando por las Estancias de los Ingleses y de los Alemanes, dos especies de campos bases donde descansaban los aventureros de los siglos XVIII y XIX al abrigo de grandes piedras. Después, superado el refugio de Altavista, llega el tramo más agotador, entre el propio refugio y el mirador de la Fortaleza, ya muy por encima de los 3.000, una subida casi agonizante a través de piedras y espectaculares campos de lava negra. Poco más adelante se alcanza La Rambleta, donde nace el sendero Telesforo Bravo, que conduce al cráter del Teide, en apenas seiscientos metros de losetas en los que las paradas son continuas debido a la altitud y a la pendiente. Para acceder a este sendero final es necesario un permiso otorgado por el Parque Nacional. Aunque mi autorización era para el día anterior, el cierre de la carretera había impedido ser puntual y los vigilantes no me ponen ningún impedimento. Además, el teleférico ha sido cerrado, porque, según los empleados el tiempo no es muy fiable, y cuando eso ocurre se hace la vista gorda con los caminantes que tratan de subir a la cumbre sin ningún permiso.

Después de continuos pequeños parones para recuperar el resuello a causa de la altitud, una nube de vapor de agua hirviendo y azufre y un penetrante olor a huevos podridos marcan la llegada al cráter, tras más de tres horas y cuarenta y cinco minutos de ascensión. Conviene seguir hasta la última punta para obtener una fantástica vista de Pico Viejo, que, junto al Teide, forma la estructura volcánica más elevada del planeta, solo superada por el Mauna Loa y el Mauna Kea, volcanes de la isla de Hawaii. Después de una breve parada con la satisfacción del esfuerzo realizado para coronar la que los antiguos consideraban la montaña más alta del mundo, es hora de encarar el sinuoso descenso al punto de inicio para completar 24,5 kilómetros de recorrido y más de 3.000 metros de desnivel total.

Aunque los problemas con la calima se han merendado el resto de mis días en el Parque Nacional, aprovecho algunas horas para correr por el camino número 4, que atraviesa las Cañadas hasta el Parador del Teide y el puerto de montaña, y para conocer la Degollada del Cedro y la ermita dela Cruz deFregel, en el sendero 41, descendiendo hasta llegar hasta la línea de vegetación que marcan los pinos canarios de la llamada Corona Forestal del Teide. Si siguiera bajando llegaría hasta el mar, en la playa de El Socorro, atravesando miradores y parajes de laurisilva y entorno rural. Pero eso quedará para otra ocasión, esperemos que con mejor fortuna.

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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