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Corriendo por los puertos míticos (XII): Muro de Grammont/Geraardsbergen, Bélgica

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

Seguramente más de un lector se sentirá extrañado ante el destino elegido para esta nueva entrega de la serie. Bélgica, un país donde la montaña más elevada únicamente alcanza 694 metros de altitud, no parece el lugar más propicio para encontrar puertos emblemáticos.

Sin embargo, quizá porque uno valora siempre más aquello de lo que carece, los belgas adoran sus colinas. Y si trasladamos ese amor a las carreteras que las ascienden, allí encontraremos los muros (hellingen, en lengua flamenca). Situados en carreteras muy estrechas, de una longitud muy modesta (inferior a dos kilómetros) y con unas pendientes brutales, los muros de Flandes ostentan una peculiaridad todavía más reseñable, por cuanto la mayoría están completamente empedrados y las autoridades que osen cometer el sacrilegio de intentar asfaltarlos pueden verse sometidos a auténticas revueltas populares, como ya ha ocurrido alguna vez. Porque las subidas con mayor personalidad no tienen por qué ser siempre las más largas ni las más duras.

Los muros de Flandes son especialmente conocidos por las clásicas ciclistas, en particular por el Tour de Flandes, uno de los cinco monumentos o, lo que es lo mismo, una de las cinco pruebas de un día más importantes del mundo. Pero sus rampas sirven también de escenario para carreras pedestres.

Una de las más conocidas era la Loop van Vlaanderen (vuelta a Flandes), una prueba de 51 kilómetros, con sede en la localidad de Oudenaarde, que atravesaba algunos de los muros más renombrados de Flandes: Koppenberg, Oude Kwaremont y Paterberg. Desgraciadamente, la edición de 2015 fue suspendida y, según la organización, no hay intención de recuperarla a corto plazo. Sin embargo, hay otro muro, quizá el más célebre de todos, que todavía puede ser recorrido por aquellos amantes de las carreras a pie.

Un muro que llega al 19%

Muro de Geraardsbergen, muro de Grammont, Kapelmuur o, simplemente, Muur. Una ascensión que puede presumir de tener nada menos que cuatro nombres tiene que ser por fuerza una celebridad nacional. Y así es desde que en 1950 el muro de Geraardsbergen fuera incluido por primera vez en la parte final del Tour de Flandes, convirtiéndose en el juez decisivo de la carrera hasta que en 2012 fue excluido del recorrido.

Situado en la ciudad de Geraardsbergen (Grammont en francés), el muro se empina a lo largo de 1.075 metros, con un desnivel positivo de 91 metros, una pendiente media del 9,39% y una máxima del 19,76%. Arranca en un puente sobre el río Dender, en el mismo centro de la ciudad, y culmina en la colina de Oudenberg, junto a la afamada capilla de Nuestra Señora de Oudenberg, a tan solo 110 metros de altitud. Por supuesto está completamente empedrado aunque con diferentes tipos de adoquín. Suaves y modernos al principio, ásperos y antiguos al final. Para los flamencos, el muro de Geraardsbergen es único. Largo, abrupto, sin tramos de descanso y ubicado por completo en la ciudad. Además, sus márgenes son auténticas galerías de arte al aire libre, con monumentos, poemas y murales consagrados a la historia del Tour de Flandes.

Dos son las pruebas atléticas que recorren el muro de Grammont. Por un lado, el Muur Challenge, con diferentes especialidades, desde un sprint de 300 metros hasta una vuelta de 10 kilómetros, y por otro, el Manneken Pis Trail, cuya edición de 2015 se celebró el pasado 29 de agosto. Con opciones de 15 y 25 kilómetros más una carrera de relevos y otras para niños, la participación total rondará los 300 atletas. Por mi parte elijo la opción de 25 kilómetros porque ello me permitirá pasar por los alrededores del Bosberg, otro de los míticos muros flamencos.

La carrera

Con una salida neutralizada hasta el Markt, la plaza del Mercado, la más céntrica de Geraardsbergen, un hombre vestido de cortesano da la salida real tocando una campanilla desde un balcón del Ayuntamiento, tras un discurso que, a juzgar por las risas de los presentes, parece realmente divertido.

El inicio por las callejuelas de la ciudad es muy rápido. Pero a continuación el recorrido brinda unos kilómetros sin mucho sentido por la colina de Oudenberg, dando rodeos y vueltas por unos senderos rebuscados y embarrados, simplemente para evitar unos cuantos metros de asfalto. Todo ello da como resultado la carrera de trail más extraña en la que haya participado nunca. Quizá la intención del organizador haya sido hacer una carrera de montaña; una misión imposible porque parece muy complicado diseñar una carrera de este tipo en una región sin apenas elevaciones dignas de merecer tal nombre. Aunque rozamos varias veces la calzada del muro, compruebo con cierta decepción que solo lo recorremos muy brevemente, con sendos tramos de bajada y de subida de apenas 100 metros. Y cuando vamos a coronar y alcanzar la capilla, nos desvían por un sendero para subir por una cuesta casi vertical con ayuda de una cuerda. Un contratiempo para mi propósito de subir en su integridad el muro de Grammont, pero al fin y al cabo ya estaba advertido de que era una carrera más centrada en los caminos que en los propios muros.

Fuera ya de la ciudad, el recorrido, sin dificultades técnicas, mejora enormemente, con caminos abiertos y rectos que cruzan la campiña y senderos ocultos en bosques espléndidos. Así llegamos al Bosberg, la otra colina a atravesar en este circuito por las Ardenas flamencas, también dotada de hermosos, solitarios y sencillos caminos. De nuevo se asciende suavemente por un sendero con vistas a la calzada empedrada que solo cruzamos al llegar a la cumbre. De vuelta a Geraardsbergen tenemos un poco de todo: paso por poblaciones compuestas por edificios de ladrillo rojo y tejados negros, tramos asfaltados, empedrados o de tierra o puntos con mucho barro. En la meta surge una anécdota cuando el speaker me sorprende citando mi nombre correctamente y calificándome como “nuestro amigo”. Una muestra evidente de que recibir participantes extranjeros aún representa una novedad en carreras como esta.

Ciertamente la carrera ha pasado por el muro de Geraardsbergen, pero no lo ha recorrido por completo que era lo que yo pretendía. Así que, aprovechando que aún me queda una mañana más en la ciudad, al día siguiente a las 7.30 de la mañana estoy ya en el puente donde se levanta la señal que da inicio al muro. Una mañana de domingo fresca, sin apenas coches y en la que los pocos peatones me miran con la cara rara con la que suelen mirar los no corredores a quienes salen a trotar a semejante hora en una pequeña ciudad.

Existe el peligro de ahogarse nada más empezar porque ya de salida hay un repecho duro hasta la plaza central, y luego en la misma plaza, después de una curva, otro aún más empinado hasta girar a la izquierda por la calle Vesten, donde una larga recta también en cuesta finaliza con un giro a la derecha para tomar la Oudenbergstraat. Aquí es donde se inician las rampas más temibles del muro y donde los adoquines toman una forma arcaica, casi medieval y con mucha separación entre ellos. En los metros con pendiente del 20%, ya en un bosque fuera del perímetro urbano, aumenta la irregularidad de los adoquines y se nota la inestabilidad de los pies. Un pequeño descanso al paso por el restaurante t´Hemelryck conduce a la rampa final que finaliza en la capilla. Apenas siete minutos para descubrir uno de los rincones más icónicos de Flandes.


Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas

Más información: www.mannekenpistrail.be y www.muurchallenge.be

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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