Corriendo por los puertos míticos (XIV): Desfiladero de la Hermida
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
No es un puerto, aunque nadie lo diría por el número de curvas que atesora. Ni siquiera se trata de una ascensión importante. Si se realiza en coche incluso parece un trayecto más bien plano, y así lo ratifica su pendiente media que apenas alcanza la despreciable cifra del 1% por kilómetro. Pero si se habla de una subida pedestre que ya empieza a tener el carácter de mítica, hay que referirse obligatoriamente a la del desfiladero de la Hermida, también conocida popularmente como la Panes-Potes. Así que me tomaré la licencia de incluir en esta serie una subida como esta, no tanto por su dureza como por su espectacularidad, originalidad y creciente popularidad.
Esa originalidad viene proporcionada por el hecho de que en esta ocasión se trata de una subida bajo las montañas, ya que la mayor parte de ella se realiza en ese desfiladero de la Hermida, una imponente garganta natural horadada por las tumultuosas aguas del río Deva en su vertiginoso recorrido hacia el mar. La garganta está escoltada por gigantescos peñascos de formas caprichosas y varios cientos de metros de altura, y apenas hay espacio para la carretera, además del propio río. Con una longitud total de 21 kilómetros, el desfiladero de la Hermida está considerado el más largo de España y enlaza el mar Cantábrico con los Picos de Europa. La carretera, construida en el siglo XIX, permitió la accesibilidad al desfiladero, hasta entonces impracticable.
La subida pedestre al desfiladero de la Hermida conecta las localidades de Panes y Potes a lo largo de 28,5 kilómetros. Una suave pero continuada y larga ascensión entre los 35 metros de altitud de la salida y los 294 de la llegada. La prueba reúne además la peculiaridad de iniciarse en territorio asturiano y finalizar en la comunidad autónoma de Cantabria. Tres horas y media es el tiempo máximo para completar el recorrido.
La carrera
Potes es el centro neurálgico de la carrera, puesto que está organizada por la Concejalía de Educación y Deportes de esa localidad cántabra de 1.400 habitantes, capital de la comarca de Liébana. Una preciosa villa que ha sabido conjugar todo el sabor de sus calles empedradas, sus monumentos históricos, sus puentes y su exquisita gastronomía con el dramatismo que ofrece el telón de fondo de sus abruptas montañas calizas.
A las ocho de la mañana del domingo 27 de septiembre parten los autobuses que conducirán a los participantes que hayan pernoctado en Potes hasta la localidad de Panes, donde se iniciará la 29ª edición de la subida. Mientras que en Potes la visibilidad y la temperatura son excelentes, Panes nos recibe con una tupida niebla que aumenta la sensación de humedad y de frescor matutinos, con una temperatura de 14 grados.
Puntualmente, a las nueve y media de la mañana se inicia la carrera junto al flamante puente sobre el río Deva. Unos 550 atletas comienzan la ruta hacia Potes. Con el transcurrir de los primeros kilómetros, la niebla desaparece y deja paso a un cielo despejado que ya nos acompañará toda la prueba.
En esos primeros kilómetros, prácticamente hasta el 10, la subida es casi inapreciable y, siempre junto al río, vamos cruzando puentes que nos sitúan alternativamente a su derecha o a su izquierda. Desde la entrada al desfiladero nos tragarán esos paredones rocosos que continuarán durante 21 kilómetros. A medida que transcurre la mañana, los vehículos se van convirtiendo en el elemento más molesto. Los corredores ocupamos la parte derecha de la calzada, pero el tráfico no se ha cortado, y especialmente los autobuses crean algunos problemas al compartir una carretera por lo demás bastante estrecha.
La segunda parte
La localidad de La Hermida, en el kilómetro 12,5, está justo en mitad del desfiladero. Es una minúscula aldea dotada de hermosas casas de piedra y de un conocido balneario. Justo a la salida de la población está quizás el repecho más importante de la prueba y, además, da inicio a la segunda parte de la carrera, donde las subidas van a ser más importantes, aparte del cansancio que ya se empieza a acumular en las piernas.
Cada cinco kilómetros ha habido avituallamientos líquidos, aunque a esas alturas se echa de menos la posibilidad de comer algo. Otra de las cuestas más pronunciadas conduce hasta Lebeña, marcada en los mapas turísticos por una atractiva iglesia de estilo mozárabe. Quien no haya guardado fuerzas para la parte final lo va a pagar con creces. Llega la salida del desfiladero; es como salir a la superficie después de correr por las profundidades, y el entorno se abre hacia un mundo de fantásticos paisajes verdes y montañas rocosas, pero eso también significa que el sol va a caer de pleno sobre los participantes y va a hacer más penosos los últimos kilómetros, en los que la ascensión no decae, con otra importante rampa después de la localidad de Castro Cillórigo.
Solo la bajada hacia Tama supone un pequeño respiro antes de iniciar el tramo final, también de leve ascenso hasta Potes. Un termómetro situado al sol marca 30 grados, aunque la temperatura oficial sea de 24. Es la meta de una carrera con un perfil absolutamente engañoso. El ascenso es continuado y apenas hay opciones para tomar un respiro y relajar la musculatura. Y aunque en muchos tramos los ojos no adviertan esa subida ligera e ininterrumpida, las piernas sí lo hacen.
Así, para muchos atletas demasiado alegres y optimistas con su ritmo, los últimos kilómetros de esos 28,5 se tornan verdaderamente dificultosos. El eritreo Workhen Fikre ha sido el vencedor de la prueba, pero no ha podido superar el récord de la subida, que ostenta desde la edición de 1997 el atleta keniata Paul Rotrich, con un tiempo de 1 hora 33 minutos 39 segundos.
El visitante que disponga de algún día más para conocer la zona tiene la opción de dirigirse a Fuente De para tomar el teleférico, adentrarse en el Parque Nacional de los Picos de Europa y disfrutar de alguna de las bellísimas rutas de montaña que tienen su inicio en ese lugar, unos paisajes indescriptibles y grandiosos dominados por algunas de las cimas más altas de la cordillera, como el fantástico macizo de los Urrielles. Unas enormes y escarpadas moles grises que constituyen un espacio natural único que podrán descubrir los corredores que acudan a alguna de las pruebas organizadas en el entorno más próximo. Una oportunidad de lujo para conocer uno de los rincones más bellos del país.
Más información: www.subidadesfiladerodelahermida.com
Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas