Corriendo por los puertos míticos (XIX): Vrsic, Eslovenia
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Cuando hablamos de países alpinos, hay cuatro que suelen acaparar las miradas de los deportistas, cualquiera que sea su especialidad, y otros dos que pasan más desapercibidos. Porque Francia, Italia, Suiza y Austria enseguida se relacionan con las montañas de los Alpes y son destinos muy conocidos, mientras que las zonas alpinas de Eslovenia y Alemania quedan más apartados y escondidos de las multitudes. Estos dos países serán precisamente el escenario de las dos próximas incursiones de ´Corriendo por los puertos míticos´.
Eslovenia es un país joven que acaba de cumplir 25 años como estado independiente, una pequeña región centroeuropea que se puede atravesar en apenas dos horas de coche y en la que más del 60% del territorio está ocupado por bosques. Eslovenia engloba en su territorio una porción de los Alpes, los llamados Alpes Julianos, y dicen los entendidos que esa sección es precisamente una de las más bellas de toda la cordillera alpina. El monte Triglav, con sus 2.864 metros, es el techo de los Alpes Julianos y, además, un verdadero símbolo de Eslovenia, hasta el punto de que los mismos eslovenos afirman que quien no ha subido al Triglav no es un verdadero esloveno. Pero si hablamos de carreteras de montaña, el homólogo del Triglav, el puerto más elevado y famoso del país, es el paso de Vrsic.
Un puerto peculiar y con historia
Muchas son las características que hacen de este paso uno de los más peculiares de Europa. En primer lugar, su historia, ya que su construcción fue llevada a cabo por 10.000 prisioneros rusos del Imperio austro-húngaro durante la I Guerra Mundial. En honor a ellos, la carretera se denomina Ruska cesta (carretera rusa).
En segundo lugar, sus paisajes, con vistas a cumbres calcáreas como la del Prisank, el Mojstrovka, el Jalovec y el Skarlatija. En tercer lugar, la peculiaridad de que sus curvas de herradura están empedradas. Y, por último, también cabría hablar de la numeración de esas mismas curvas. Dicen que Georges Rajon, un famoso hotelero de la estación del Alpe d´Huez, tomó prestada la idea de la numeración de las curvas con ocasión de las visitas que hizo al paso de Vrsic, y la trasladó a la carretera del Alpe d´Huez, con lo que la copia acabó siendo más célebre que el original.
La carrera
El paso de Vrsic es la sede de varios acontecimientos deportivos, entre los que destacan una prueba ciclista, que se disputa habitualmente en septiembre, y nuestra subida pedestre (Tek na Vrsic, en idioma esloveno), que se celebra en el mes de junio, en esta ocasión, la 22ª edición, el sábado 24.
Los participantes nos concentramos junto al restaurante Osterija, en la estación invernal de Kranjska Gora, conocida por los aficionados al esquí. Desde allí, 12 kilómetros de ascensión nos llevarán a la cima del puerto, salvando un desnivel de 801 metros, desde los 810 de Kranjska Gora hasta los 1.611 metros de la llegada. La inscripción para la carrera es exclusivamente presencial. No hay ningún tipo de inscripción online. Simplemente basta personarse unos minutos antes de la salida, rellenar una ficha con unos datos mínimos y pagar los 15 euros de cuota. Cinco minutos antes de las diez, hora de la salida, aún vi inscribirse a un corredor. Y hasta un par de minutos antes, nadie se acerca a la pancarta, situada en zona soleada, porque hace un calor bochornoso, con temperatura de 31 grados, y los 106 inscritos (una inmensa mayoría de eslovenos más algún turista de paso que casualmente se ha enterado de la prueba) nos dedicamos a buscar las sombras.
La salida es neutralizada por las calles de Kranjska Gora, y no es hasta casi un kilómetro después, en el hotel Lek, donde se toman los tiempos. Aún quedan dos kilómetros bastante llanos antes de empezar la subida real y pasamos junto a un lago artificial con hermosas vistas sobre las montañas. Después, la primera rampa del 13% obliga a bajar el ritmo, pero la pendiente se suaviza durante casi tres kilómetros más. Al mismo tiempo se van sucediendo las primeras curvas numeradas y empedradas. El pavés puede parecer inofensivo para el corredor, a diferencia de lo que ocurre con el ciclista. Sin embargo, no es exactamente así. No deja de ser un terreno irregular y la pisada pierde estabilidad. Además, en este puerto la pendiente se agranda justo a la salida de la curva, por lo que salvar el empedrado por el borde de la carretera supone coger más desnivel o hacer más metros.
Aumenta la dificultad
Durante los seis primeros kilómetros, entre bosques de pinos y hayas, es posible mantener un ritmo regular de escalada, pero justo antes del primer avituallamiento, en el Mihov Dom, uno de los refugios-restaurantes que salpican la subida, una rampa del 16% marca, al menos en mi caso, la primera de las paradas, y ya hasta la meta he de alternar la carrera con la marcha.
Unos centenares de metros después pasamos al lado de las escaleras que suben hasta la Capilla Rusa (Ruska Kapelica), construida por prisioneros rusos en honor a los centenares de sus compañeros que murieron abatidos por una avalancha mientras eran forzados a construir la carretera. Un pequeño descansillo antes del segundo avituallamiento, en el refugio Koca na Gozdu, supone el inicio de la parte más complicada, que son los últimos tres kilómetros, con pendientes medias del 10% y puntas aún más duras.
Son los kilómetros en los que se abre el bosque, permitiendo panorámicas sobre las cumbres rocosas, y se suceden más de la mitad de las 24 revueltas numeradas en esta vertiente del puerto. Últimos metros a tope para evitar perder algún puesto y el paso de Vrsic habrá sido domado.
En la cima me dan otra nueva lección que prueba la historia que aglutina este paso: justo en lo más alto se encontraba la frontera entre Italia y el reino de Yugoslavia entre las dos guerras mundiales. Poco tiempo hay para más lecciones y más paisajes porque en cuanto llega el último clasificado parten los autobuses que nos sacan de los agradables 25 grados de temperatura de la cima para devolvernos al horno de Kranjska Gora, donde nos obsequian con un plato de pasta y un postre de arándanos. Un corredor esloveno me comenta que, debido al calor, ha sido una de las ediciones más duras y que es mucho mejor hacer la subida con lluvia. Cuestión de gustos.
Con menos prisas y menos esfuerzo me dedico a visitar la otra vertiente del puerto, donde surgen otras sorpresas, como las ruinas de un proyecto de teleférico o de los barracones que utilizaba el ejército italiano hace poco menos de un siglo. Y en la curva número 48 (entre las dos vertientes suman 50) se levanta la estatua del escritor Julius Kugy mirando a la cima de su admirado monte Jalovec. Kugy fue quizá quien más amó estas montañas y su flora, pero nadie que visite la zona quedará indiferente ante la belleza de los Alpes Julianos, así llamados en honor a Julio César, que estableció el dominio romano sobre la región. Una cordillera de cimas calcáreas aún no tan explotada como sus vecinas francesas, italianas o suizas. Y el corredor viajero tampoco quedará indiferente ante el amasijo de recuerdos históricos de batallas, fronteras y prisioneros que atesora el paso de Vrsic.
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Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas