Corriendo por los puertos míticos(54): Las Yeguas, Extremadura
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Cuando el emperador Carlos V llegó a la localidad de Tornavacas en la ruta desde Laredo hacia su retiro en el monasterio de Yuste, ya había atravesado dos conocidos puertos de montaña: los Tornos y Tornavacas. En el itinerario había sufrido contratiempos que le habían ocasionado un humor de perros. Además, los achaques propios de la gota que padecía le habían llevado al límite del agotamiento. En Tornavacas, ante la perspectiva de otras cuatro jornadas extenuantes en la etapa planeada hacia Plasencia, el emperador preguntó casi con desesperación si no existía un camino más directo que le permitiera llegar a Jarandilla de la Vera, donde tenía previsto descansar en el palacio de los condes de Oropesa, hoy convertido en Parador de Turismo. En efecto, le confirmaron, había un camino pero no era sencillo, pues había que atravesar un terreno fragoso de quebradas y torrenteras en plena sierra de Tormantos. El emperador no lo dudó y a la mañana siguiente, 12 de noviembre de 1556, un puñado de sirvientes y de aldeanos conocedores de la zona levantaron en alzas a Carlos V mientras otros labriegos iban por delante desbrozando el camino, y emprendieron una imprevista y aventurada ruta hacia Jarandilla de la Vera.
Desde Tornavacas, más exactamente desde el número 23 de la calle Real de Abajo, donde pernoctó el emperador la noche previa, echo a correr dispuesto a reproducir su camino, hoy conocido como la Ruta de Carlos V, en el menor tiempo posible. Los carteles marcan 29 kilómetros de distancia hasta Jarandilla y aconsejan 9 horas para recorrerlos. El sol otoñal debe de ser similar al que iluminó aquella mañana del lejano siglo XVI, y lo mismo debe de ocurrir con los huertos de cerezos que flanquean los primeros kilómetros de la ruta, los más fáciles y rápidos, por pistas de asfalto y tierra con vistas a las montañas que rodean el valle. Los porteadores de Carlos V tuvieron que sentir las primeras dificultades a partir del cuarto kilómetro, ya dentro de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, cuando, entre formidables panorámicas de la localidad de Jerte sumergida en el valle del mismo nombre, surgen las primeras cuestas serpenteando por bosques de castaños y robles llenos de hojas caídas hasta llegar al collado de las Losas y emprender el descenso hacia el Puente Nuevo, primero por pista y luego por un sendero empedrado de losetas.
Posiblemente, allí, emparedados entre los paredones de la garganta de la Serrá, aquellos porteadores del vencedor de Pavía pudieron tomarse un descanso imprescindible antes de afrontar una ascensión prácticamente continuada, con rampas interminables, que culminará en el collado de las Yeguas por un terreno donde correr se vuelve ya muy difícil. Una primera subida muy pedregosa hasta el collado de las Encinillas tendrá continuidad con un cresteo espectacular y panorámico por los bordes de una nueva garganta, seguido por un camino sucio y a veces diluido por arroyos de agua y un desvío que marca el trecho final, más claro pero también muy pedregoso, hasta esa cima del collado de las Yeguas, el techo del recorrido con sus 1.500 metros de altitud. Las crónicas cuentan que en aquel emblemático lugar un agotado Carlos V, a hombros de los labradores, pronunció una frase premonitoria: No volveré a pasar otro puerto, sino el de la muerte.
Esperaba obtener grandes panorámicas en este punto, pero la niebla ha invadido la vertiente opuesta y habrá que ir descendiendo por un sendero tremendamente propenso a los tropezones para vislumbrar las primeras imágenes de los pueblos de la comarca de la Vera, tras el paso por la garganta del Yedrón. Realmente molidas tuvieron que llegar a este punto las huestes del emperador, maldiciendo la idea de haberse internado en este mal llamado camino. Pero lo peor ya ha quedado atrás. Pistas, senderos, desvíos, piedras, bosques y cemento se irán alternando para culminar el descenso junto al puente del Palo, que cruza la garganta de Jaranda, ya en Jarandilla de la Vera y muy cerca del Parador. Al final, según mi reloj, los kilómetros han quedado reducidos a 26, y para recorrerlos he empleado casi cinco horas y media, sin contar paradas. Más tiempo necesitaron el emperador y su séquito, que lograron culminar la ruta poco antes del anochecer.
Allí descansó Carlos V durante casi tres meses, hasta que 3 de febrero de 1557 emprendió el que sería el último viaje de su vida, los 10 kilómetros que separaban Jarandilla de la Vera del monasterio de Yuste. También existe una ruta oficial que reproduce este itinerario final desde el puente Parral, la llamada Ruta del Emperador, pero ante la amenaza de mal tiempo y un incómodo barro, opto por desviarme hacia la carretera. Un buen arcén y un tráfico escaso permiten correr con seguridad. Un primer repecho y ya todo es bajada hasta Cuacos de Yuste, previo paso por Aldeanueva de la Vera. Cuacos, con sus plazas, sus fuentes y sus casas típicas, bien merece una visita más detallada. Ya todo recuerda al emperador, los nombres de los restaurantes, los alojamientos y los caminos, y sobre todo, la monumental escultura existente en el desvío a Yuste. A partir de allí, con excelentes vistas sobre la sierra de Jaranda, un primer kilómetro exigente conduce hasta el cementerio alemán, donde reposan los restos de los aviadores germanos que cayeron sobre tierra o aguas españolas durante las guerras mundiales. Y a unos centenares de metros, surge la silueta del monasterio y la posibilidad de rememorar los últimos días del emperador Carlos V, quien, por cierto, y a modo de colofón, compartía una característica con la inmensa mayoría de los corredores de hoy en día. Y es que si los atletas se hallan siempre pendientes de sus relojes y sus tiempos, una de las mayores obsesiones del emperador radicaba también en los relojes y su funcionamiento, hasta el punto de que se llevó a Yuste a su relojero particular. Punto final para una ruta con gran encanto y con grandes resonancias históricas.