Desarrollan una prueba que detecta el mal de altura
Por Francisco Gilo (1943 - 2024) para carreraspopulares.com
El entrenamiento en altura tiene una particularidad y es que el aire está enrarecido, por el déficit de oxígeno, por lo que el cuerpo humano, expuesto a esta situación tiene un mecanismo de compensación produciendo más hematíes con la finalidad de aumentar la capacidad de transportar la poca cantidad de oxigeno que hay en la alta montaña.
Este mecanismo es desencadenado a través de la mayor liberación de la hormona renal eritropoyetina (EPO) cuya función es la fabricación de los hematíes (o glóbulos rojos).
En estas condiciones hay atletas que se benefician; pero hay otros que no soportan, bien sea por causas genéticas o cualquier otro factor desencadenante.
Hoy cobra actualidad un medio diagnóstico que puede ser de gran utilidad para aquellas personas que desean realizar entrenamientos en altura:
La prueba pone en relación la saturación de oxígeno con la función sistólica del ventrículo derecho para identificar a los individuos vulnerables al mal de altura con un día de antelación.
Un equipo de investigadores de Italia y Francia ha desarrollado la primera prueba capaz de identificar el mal de altura agudo, que ha sido presentada en el EuroEcho-Imaging 2013.
"Los síntomas del mal de altura (dolor de cabeza, náuseas, mareos...) tienen lugar en el 30 por ciento de las personas que se exponen a la hipoxia hipobárica. Además, entre el uno y dos por ciento de la gente desarrollan manifestaciones que ponen en peligro su vida, como un edema cerebral o pulmonar", explica Rosa María Bruno, del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Pisa (Italia).
En los entrenamientos de altura, los efectos de la hipoxia son progresivos. El peligro es que los primeros síntomas son euforia y ausencia de la sensación de peligro, por lo que no hay ningún indicador o señal de alarma para el deportista que no cuente con la vigilancia y el seguimiento adecuados. Después se produce el entumecimiento de varios órganos, cansancio general y, finalmente, se pierde el conocimiento. Aunque estos síntomas, por lo general, se producen a partir de los 6.000 metros de altura, a los 1.200 metros ya se pueden apreciar algunas señales de hipoxia, como la pérdida de visión nocturna. A partir de los 2.000 metros, se reduce la capacidad mental y, si se superan los 3.000 metros, se puede incluso perder la capacidad de raciocinio. Se ha establecido que a partir de los 8.000 metros se considera mortal.
"Todavía no conocemos exactamente por qué algunas personas pueden adaptarse con éxito a las zonas altas y otras no o cómo identificar a individuos susceptibles a los que se les podría aplicar medidas preventivas", comenta Bruno.
Para desarrollar esta prueba, los investigadores plantearon la hipótesis de que la no adaptación cardiovascular a la hipoxia es la responsable de los síntomas del mal de altura, de manera que la identificación de este fenómeno, predijese futuros síntomas.
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Estudiaron las funciones cardiovasculares de 34 voluntarios sanos a nivel del mar y después de un ascenso pasivo, a 3.842 metros. Alrededor de uno de cada tres individuos habían padecido un edema cerebral y pulmonar con anterioridad. Después de 24 horas a 3.842 metros, 13 de los 34 voluntarios desarrollaron síntomas de mal de altura de distinta intensidad, a pesar de que sus funciones cardiovasculares a nivel del mar eran similares a las del resto del grupo.
Sin embargo, presentaban alteraciones significativas en la adaptación cardiovascular a la hipoxia sólo cuatro horas después de llegar a la montaña: su saturación de oxígeno era significativamente baja y la función sistólica del ventrículo derecho descendió, medido con una ecocardiografía (´tricuspid annular systolic excursion, TAPSE) . Todo esto sumado al incremento de la presión en la arteria pulmonar, similar a la de las personas con mal de altura.
"Cuando se analizan por separado, estos datos son suficientemente precisos para predecir el mal de altura. Sin embargo, combinando la saturación de oxígeno con TAPSE, descubrimos que un valor de TAPSE menor que 28 mm y una saturación de oxígeno menor que 87 por ciento después de cuatro horas en zonas elevadas, puede predecir el día de antes quién desarrollará la enfermedad. Si estos resultados se confirman con estudios más completos, será posible identificar a los individuos vulnerables y sugerirles comportamientos específicos y medicamentos específicos para este subgrupo", concluye Bruno.
Quienes demuestran más resistencia a la producción de glóbulos rojos para compensar la falta de oxígeno necesitan subir a cotas más altas para lograr los mismos beneficios, pero aumentando también los riesgos para la salud. Por lo tanto, es imprescindible un estudio médico exhaustivo previo y un control médico prolongado, algo de lo que sí disponen los deportistas de élite, que están muy controlados, tanto por sus propios clubes como por las asociaciones.