Filípides no corrió 42 kilómetros y 195 metros... ¿y qué más da?
Por carreraspopulares.com
Esta es la historia de una mentira. O, mejor dicho, de una verdad contada a medias. Pero lo mejor de todo es que no nos importa. Como ocurre con nuestra familia, sabemos que es imperfecta pero la queremos igual.
La carrera reina del atletismo es hoy en día una distancia que entre corredores populares, patrocinadores, organizadores, ayuntamientos de ciudades y aficionados en general nos hemos encargado de mitificar, de convertir en algo al alcance de los (cada vez más) elegidos.
El origen de esta carrera está en un personaje llamado Filípides (o Fidípides dependiendo de quién haga la traducción), que hace poco más de 2.500 años recorrió la distancia que separa las ciudades de Maratón y de Atenas para anunciar que los griegos habían derrotado a los persas en la batalla de Maratón. Esta distancia sirvió al barón Pierre de Coubertain para dar forma a la que sería la primera vez que se corría esta distancia mítica. Se tomó como referencia la distancia que hay entre las dos ciudades griegas y el nombre de una de ellas (¿alguien se imagina que hubieran llamado a la carrera con el nombre de Atenas?). Aunque estas dos ciudades están separadas menos de 40 kilómetros, la distancia escogida fue de 40 kilómetros. Algo que tiene más sentido, pues no hay ninguna prueba olímpica cuya distancia no sea un número redondo.
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Ahora, todos sabemos que unos años más tarde, merced a la familia real británica, se debió alargar el recorrido un poco, dejando la distancia en el irregular y mítico número de 42,195. Sin embargo, de lo que no se habla tanto es de que Filípides en realidad no recorrió únicamente esos 40 kilómetros (más o menos) que separan Atenas de Maratón. Y es que el bueno de Filípides tenía como profesión mensajero de larga distancia. Estos profesionales de la comunicación estaban más que acostumbrados a las largas distancias, por eso también es fácil dudar de que se desplomara nada más anunciar la victoria del ejército ateniense. En cualquier caso, si hacemos caso a la historia tal y como la cuenta Heterodoto, en realidad Filípides hizo este anuncio después de haber corrido desde Maratón, pero antes de eso ya venía de otra “carrerita” de más de 240 kilómetros para ir a buscar la ayuda del ejército de Esparta. Como quiera que el pueblo espartano estaba celebrando una fiesta religiosa y no pudo ayudarles, volvió al lado de su ejército para comprobar que ya habían ganado la batalla. El trayecto final para anunciarlo es ya historia.
Un número mágico
En la actualidad no hay quien mueva la distancia del maratón de esos 42,195 que todas las ciudades quieren organizar. Poco importa que estemos conmemorando a un mensajero sin saber si hizo esa distancia o no. De hecho, si Filípides levantara la cabeza, no entendería que corriéramos tanta distancia para acabar, normalmente, en el mismo sitio. Su carrera tenía mucho de práctica y poco de lúdica: corría para ir de un lugar a otro, no dando vueltas a una misma ciudad. Hoy, le honramos corriendo por las mismas calles una y otra vez.
Pero nos da igual. La distancia del Maratón se ha convertido en un reto que supera su trascendencia histórica. Por su dificultad, marca una diferencia entre los que corren por afición y los que lo hacen por convicción. Hay quien dice que un maratón no se corre. Un maratón se entrena. Porque recorrer las calles de una ciudad durante 3, 4 ó 5 horas tiene mucho mérito. Pero las semanas de preparación que hay antes de eso son las que de verdad importan. Larga vida a Filípides, larga vida al maratón.