La compañía del corredor de fondo
Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Era una mañana fría, con algo de niebla, y corríamos junto a un río. Así que también había humedad. Yo ese día iba escuchando música, tratando de concentrarme en la carrera y en mis zancadas. Sabía que tenía un buen día y era una oportunidad estupenda para hacer mi mejor marca en una prueba de 10 kilómetros. El recorrido era muy llano, así que la idea era seguir un ritmo constante y desconectar de las distracciones. Sí, a veces los corredores populares somos así. No siempre vamos en plan diversión y cómodos corriendo. Alguna vez nos apetece apretar los dientes y esforzarnos un poco para alcanzar un reto, una meta, una marca... No tiene nada de malo, si no te obsesionas con ello y te acabas dañando.
El caso es que en medio de ese pequeño trance alcanzo a un corredor al que llevaba viendo delante de mí un par de kilómetros. Estamos en el kilómetro 4 y cuando llego a su altura me doy cuenta de que es unos años mayor que yo, pero que lleva una zancada y un ritmo a los que me puedo adaptar muy bien. Así que me pongo a su lado y empezamos a correr juntos, al unísono, si hablar ni mirarnos. Nuestro paso es tan armónico que parece que lo hayamos ensayado en decenas de sesiones de entrenamiento; pero no es así. Estamos conectados de alguna manera, pero aún no nos hemos dirigido la mirada ni unas palabras. Durante algunos metros tomo ligeramente la delantera y él me sigue. Luego es él el que marca el ritmo.
Amigos en carrera
Así, acompasados, pegados, corremos juntos durante otros cuatro kilómetros. Nos estamos ayudando mutuamente. Pero no ha hecho falta ni un gesto para ponernos a la tarea. Cuando llega el kilómetro ocho veo que voy muy bien y quiero meter un poco más de velocidad a la marcha. Hay un pequeño repecho y tiro un poco, miro por encima del hombro esperando que él me siga, pero su cara me dice que él se conforma con seguir así y con sus ojos me dice que siga. Así que me lanzo a por mi MMP (mejor marca personal) en 10 kilómetros ese día. Cuando llego a la meta me giro y espero. Medio minuto después llega él. Le doy la mano y luego un ligero abrazo. Me dice: "buena carrera". Y yo le digo: "buena carrera". Y ahí acaba nuestra conversación. Voy a recoger mi avituallamiento y a encontrarme con mis amigos y él hace lo mismo.
Este episodio que me ocurrió en una carrera hace años se ha repetido en muchas ocasiones, aunque en circunstancias muy diversas y con finales de lo más variado. Pero siempre con una sonrisa, una palmada en la espalda, un abrazo, una sonrisa y un gesto de compañerismo. Si en alguna ocasión os he hablado de la camaradería entre amigos en una carrera y de cómo nos ayudamos los compañeros de entrenamiento, por ejemplo, eso también se da con decenas de desconocidos que te encuentras en el camino. La conexión con el corredor que sufre y siente como tú es máxima.
Nunca correrás solo
El sentimiento es aún mayor cuánto más aumenta la distancia o más épica es la carrera. En una maratón puedes pasar por varias fases y vivir experiencias como la relatada en varias ocasiones incluso. Y también se ha dado el caso de que una persona con la que he compartido por primera vez kilómetros en una maratón, con el tiempo se han convertido en buenos amigos. Y es que en 42 kilómetros hay tiempo para todo, sobre todo si no vas a tope, claro. Porque puedes charlar, conocer gente, contar y escuchar historias y ayudar a gente por el camino.
Y al llegar a meta los abrazos son sinceros, lo notas. En algunas ocasiones es posible que no le vuelvas a ver en la vida. Pero le recuerdas siempre. Aquel hombre con el que compartiste unos kilómetros, o aquella chica a la que acompañaste hasta el siguiente avituallamiento cuando la veías sufrir más de la cuenta.
No sé si los corredores tendemos a ser más educados cuando nos encontramos rodeados de otros como nosotros en plena faena deportiva. Pero los que hayáis vivido momentos como los que describo sabéis de lo que hablo. Es la complicidad espontánea más sana y sincera que se puede vivir con un desconocido. Porque cuando corres, en realidad, nunca lo haces solo.