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La evolución social del corredor

Por Mario Trota para carreraspopulares.com

Como ya dije en mi anterior artículo La evolución económica del runner , empecé a correr hace unos años porque estaba gordo, y quería adelgazar y mejorar mi salud. En ese texto os contaba cómo ha sido la evolución de mis hábitos de consumo relacionados con el atletismo popular, y me consta que miles de vosotros lo habéis leído y os sentís identificados con lo que escribí. Así que ahora toca contar cómo ha sido la evolución ( transformación, más bien) de mi vida social gracias a mi afición a correr y a engancharme al mundo de las carreras populares.

Antes de entrar en materia, y para los que tengan la poco recomendable tentación de no leer hasta el final, os aviso de que justo debajo de este artículo pondré el link al hilo del foro de www.carreraspopulares.com donde podéis comentar y debatir sobre este tema.

Gin tonics hasta el amanecer

Cuando me lancé a correr, casi obligado por el médico, en mi círculo de amistades más cercano nadie corría. Y la mayoría sigue sin hacerlo. Nuestro deporte favorito consistía en quedar para salir de marcha (no la atlética, por supuesto) viernes y sábados y acabar de madrugada con unas cuantas cervezas y más cubatas en el cuerpo. Ganaba calorías y perdía dinero.

Poco a poco, mi pasión por correr fue creciendo, y lo de trotar por los parques yo sólo se hacía tedioso y poco motivador. De vez en cuando un amigo me acompañaba, pero nuestros horarios no cuadraban mucho.

Otro amigo que jugaba al pádel iba al gimnasio del barrio, así que me apunté con él. Con mis pintas de corredor novato y con algunos kilos de más aun, me esforzaba en levantar pesas y me peleaba con los aparatos. Pero eso no me gustaba. Lo que realmente me interesó fue el club de corredores que se montó en el gimnasio aquellos días. Y salí a correr con ellos.

Con el paso de las semanas hice muchos amigos allí. Y me gustó el ambiente y el buen rollo que había entre la gente. Y lo mejor: después de entrenar nos quedábamos a tomar unas cañas y algo para picar.

Cuando empecé a engancharme a las carreras populares y me tomé algo en serio lo de preparar algunas para ir bajando mis marcas, mis salidas de marcha las noches del fin de semana con mis amigos de toda la vida fueron convirtiéndose cada vez en más esporádicas. Y es que era complicado conciliar los gin tonics hasta altas horas de la madrugada con los entrenos madrugadores con los amigos; y mucho peor si era una carrera. Que se empeñan en ponerlas tan temprano.


Corredores viajeros

Así que cada vez veía menos a mis amigos de siempre y más a mis nuevos amigos corredores. Empecé a frecuentar foros en Internet y descubrí que hacían quedadas para rodar o para participar en carreras. Eso sí, la tradición se mantenía: después de la carrera tocaba charla en el bar de turno y unas raciones bien regadas con cerveza. Que, no os engañéis, es la bebida por excelencia de los runners.

Así que mi vida social fue cambiando sin casi enterarme. Casi todos los días que salía a entrenar lo hacía con amigos, con corredores de diferentes grupos. Y unos amigos me llevaban a otros y así mi círculo de amistades corredoras creció y creció. Y llegó el momento de viajar. A correr, claro. A veces con unos, a veces con otros. Carreras en Amsterdam, San Sebastián, Sevilla, Lisboa o París. Mis viajes de ocio son de turismo y running. ¿Quién me lo iba a decir a mí antes?

La metamorfosis

Ahora soy maratoniano y ya me considero corredor veterano. Mis hábitos de vida han cambiado totalmente. Y los entornos de amistades se han transformado. Sigo viendo regularmente a mis amigos de toda la vida, y una juerga de vez en cuando no me la pierdo, claro. Pero bebo mucho menos alcohol. Y mis visitas al bar han cambiado de horario: ahora lo frecuento más de día, después de entrenar o de una carrera.

La consecuencia es clara: gano menos calorías y gasto menos dinero. En beber, porque el dinero que ahorro por ahí me lo gasto en mis vicios de corredor.
La mayoría de mis amigos de Facebook corre. Y mi pareja. Sí, ella también corre. Es una ventaja, ya que no tengo que perder el tiempo intentando explicarle por qué hago tantas locuras para correr. Ella también las hace y me entiende.

Y ahora contadme. ¿Cuántos de vosotros habéis experimentado una evolución parecida? ¿Cómo ha cambiado vuestra vida y hábitos sociales desde que sois corredores?



(Fotos: Ayelen Sekhmet)

SOBRE EL AUTOR

Mario Trota
Corredor popular


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