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Mi querida colección de zapatillas de correr usadas

Por Borja Martínez para carreraspopulares.com
Las zapatillas de correr viven momentos especiales con nosotros
Las zapatillas de correr viven momentos especiales con nosotros

Es habitual que muchos corredores coleccionen dorsales de carreras. O medallas. Sobre todo de aquellas que han supuesto algo importante en su vida ‘runner’. Sus maratones, la carrera en la que hicieron su mejor marca o esa que corrieron en un sitio especial. Son recuerdos que, a veces, nos generan un problema de espacio en casa y algunas discusiones con los otros habitantes de nuestro hogar.

Es mi caso, el problema es que, además de esos objetos que me quedo como recuerdo, también guardo zapatillas. Sí, zapatillas antiguas que no uso ya por su acumulación de kilómetros pero que me han acompañado en momentos importantes. ¿Por qué iba a tirar a mis sufridas compañeras, que fueron parte destacada en mis logros?

Reconozco que no son muchas las que guardo. Porque si no en casa no habría espacio para tantos pares. Todo empezó con las zapatillas que llevé en mi primer maratón. Eran unas Asics Gel Nimbus 6. Sí, mirando con perspectiva podemos estar de acuerdo en que es un modelo feo y pesado.

Y si lo comparamos con su evolución más moderna, “tecnológicamente” hablando era muy simple. Aunque una especie de cohete si lo comparamos a su vez con las zapatillas de los años 80 con las que corría mi padre, claro. Pero el desarrollo de la industria del calzado de running va tan rápido que no deja de sorprendernos.

El caso es que aquellas Asics Gel Nimbus 6 blancas estuvieron conmigo durante las tiradas largas, las cortas, las series y el día del maratón. Nunca me causaron ningún problema, ni siquiera recién estrenadas, como me había pasado con modelos previos en mis inocentes inicios de corredor, cuando corría con calzado poco o nada adecuado.

Cuando probé aquellas zapatillas sentí como si me subiera a un Ferrari y arrancara el motor. Bueno, supongo que se debería sentir algo parecido, porque nunca me he montado en un Ferrari. En fin, sabéis a qué me refiero, ¿verdad?

Algunos corredores guardan zapatillas como recuerdo
Algunos corredores guardan zapatillas como recuerdo

El día de la despedida

Castigué tanto a aquellas zapatillas que cuando acabó el maratón entendí que era el momento de “jubilarlas”. Pero me daba mucha pena deshacerme de ellas. Así que las limpié con mimo y las guardé en el fondo de un armario antes de comprarme unas nuevas.

Mi intención era guardar esas únicamente, como un recuerdo de mi primer maratón que, por cierto, me salió genial y acabé en 3 horas y 40 minutos más contento que unas pascuas, aunque con agujetas para una semana.

Sin embargo, con el paso de los años tuve otras relaciones especiales con diversos pares de zapatillas que pasaron por mi vida ‘runner’. Y decidí que, una vez concluida su función y cuando su desgaste ya podía poner en riesgo mi salud, las guardaría haciendo compañía a mis primeras Nimbus.

Así, en el mismo armario metí las New Balance 890V2, mis primeras zapatillas mixtas, con las que hice mi mejor marca en una carrera de 10 kilómetros. Una marca que luego superé con otras zapatillas. Pero aquellas tenían algo especial. También sumé a la colección unas Kinvara, que usaba en aquella época en la que corría muy rápido y era capaz de llevar lo que llamaban unas ‘voladoras’ en distancias cortas sin problemas.

Otras que guardo con cariño son las Mizuno Wave Rider con las que corrí mi primer ‘major’, el Maratón de Londres. Y, cómo no, las Asics Gel Cumulus que me ayudaron a llegar a la meta del Maratón de Nueva York. ¿Cómo iba a tirarlas, o donarlas? ¡No podía!

En total, conservo unos 12 pares de zapatillas como recuerdo de grandes momentos o etapas de mi vida como corredor. Pero en el armario ya no cabían y, lamentablemente, ahora están en algún rincón del trastero metidas en una caja acumulando polvo, supongo.

Pero mi idea es crear una especie de mausoleo en el salón de mi nueva casa, cuando me mude a una más grande. Ya lo tengo pensado: una vitrina, con estanterías de cristal. Y junto a cada par de zapatillas pondré el dorsal de la carrera más importante que hice con ellas y alguna foto de ese momento.

Será mi pequeño homenaje a esas amigas a las que tanto pedimos y que no merecen acabar en el punto limpio, mezcladas con altivos zapatos de tacón, arrogantes botas de punta de acero o vulgares alpargatas. Mis zapatillas de correr se merecen mucho más que eso.


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