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Veo caminos para correr en todas partes

Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Los corredores vemos caminos para correr en cualquier lugar

 

Me pasa sobre todo cuando viajo. En coche, en autobús o en tren. A veces incluso en avión, si no estamos muy altos. Es una de esas cosas en las que me fijo de manera especial desde que soy corredor: qué camino tan bueno para lanzarse a correr.

¿No os pasa a vosotros? Lo pensé hace unos días, cuando volvía en coche de un viaje (a una carrera, precisamente). Era una zona de campo, alejada de la gran ciudad. Y junto a la autovía había un camino de tierra paralelo. Había pequeñas subidas y bajadas. En un momento dado, el camino daba un giro brusco de 90 grados y se alejaba de forma perpendicular a la carretera hacia el horizonte entre campos sembrados. Y pensé: cómo me gustaría estar ahora corriendo por ahí.

Me ocurre también cuando estoy en una ciudad que no conozco y hago turismo. Cuando voy paseando y admirando monumentos y edificios, mi cerebro está continuamente buscando el mejor lugar para correr. O intentando descubrir si ese paseo cerca del río o del mar tiene una distancia suficiente para hacer el rodaje de la mañana siguiente.

Rápidamente identificamos cuáles son los inadecuados para ello. Te fijas en que cuando recorre unos 200 metros, el paseo se ve interrumpido por un puente, hay que subir, cruzar una calle con tráfico y seguir al otro lado. Lo descartamos.

Caminos espectaculares para correr
Caminos espectaculares para correr

 

Ver más allá

Porque el cerebro de los que corremos es capaz de ver más allá de algunas cosas. Donde los demás ven una pista de tierra que sube hacia una montaña y rodea un bosque, nosotros vemos el mejor lugar posible para correr en la naturaleza. Además, hacemos nuestros cálculos en la cabeza: el desnivel que puede tener la pendiente, lo rápido que podríamos bajar o el tipo de terreno. Y yo, que vivo en una ciudad, siempre fantaseo con estar en una zona abierta, con grandes extensiones de terreno para correr libre como un animal por donde quieran mis piernas.

Pero hay un problema. Cuando finalmente tengo esa posibilidad y estoy en una zona como la de mis ensoñaciones, las cosas no son como parecen. Ese lugar que he visto desde el tren, o a lo lejos desde una casa, no es tan bueno para correr. Hay muchas piedras, demasiados toboganes, barro o, lo peor, cercas y puertas de metal que impiden el paso. A veces, ese camino soñado desaparece entre la maleza tras convertirse un estrecho e impracticable sendero.

Entonces doy la vuelta y me voy a buscar otro cruce para tomar otra camino y poder hacer algunos kilómetros más. Al rato tiro la toalla y vuelvo a casa. Los mejores caminos para correr son aquellos que tienes en tu cabeza.

SOBRE EL AUTOR

Mario Trota
Corredor popular


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