Corriendo por el Camino de Santiago
Por José Manuel Torralba para carreraspopulares.com
Desde el momento en que mi compañera Nuria (Nuria Prieto, campeona de España de Maratón, veteranas) me lo propuso, le dije que si de forma incondicional. ¡Correr seis etapas del Camino de Santiago desde Roncesvalles! Luego me lo pensé y me entraron mis dudas. Nunca había corrido tanta distancia en tan poco tiempo, y menos de la mano de toda una campeona de España de maratón. Pero Nuria siempre me animó. ´correremos tranquilos...´. Y confié en ella, pese al dicho de que ´todos los corredores mentimos´. Lo habíamos programado para la primavera, pero el COVID19 se interpuso en el camino y lo pospusimos para el mes de septiembre. Y cuando ya lo teníamos todo previsto y cerrado, esta vez se cruzó en el camino mi nieto Oliver, que nació en Alemania, y para poder conocerlo me tenía ´que perder´ las dos primeras etapas, entre Roncesvalles y Pamplona. Oliver mereció la pena y mientras yo babeaba en Kassel (Alemania), Nuria partió sola desde Roncesvalles.
Día 1. Pamplona-Puente la Reina.
Pero a los dos días nos encontramos en Pamplona, ella con unos cuantos kilómetros en las piernas y yo pletórico tras conocer a mi nieto y con la ilusión de echarme al Camino al día siguiente. Mi primera etapa fue entre Pamplona y Puente la Reina, 24,4 km. La salida por Pamplona ofrece alguna que otra duda, pero en seguida te instalas en la senda hacia Santiago. Pronto empieza el camino a picar hacia arriba, a veces con repechos de consideración que nos invitaban a caminar algún que otro tramo. Vas pasando por pueblos preciosos (Zizur Mayor, Guendulain, Zariquiegui...) hasta que alcanzas el Mirador del Alto del Perdón, punto más alto de la etapa, a 778 metros. Después de esa importante subida esperas una placida y rápida bajada, pero te encuentras con un camino plagado de guijarros que hace prácticamente imposible correr. La parte más pronunciada de la bajada la hacemos andando y con cuidado de no torcernos un tobillo. Unos kilómetros después retomamos la carrera, ya en ligera pendiente descendente, de fácil correr y en algunos kilómetros sin darnos cuenta, nos ponemos a buen ritmo, por encima de lo que la sensatez aconsejaría.
El Camino es lugar de encuentro y al ir corriendo son encuentros fugaces. A veces competimos con algunos peregrinos en bicicleta que sufren más en las cuestas de gran pendiente, y la mayoría de las veces pasamos rápidamente a los peregrinos a pie con un ´buen camino´. Muchos nos miran sorprendidos. En ese mi primer día, para mí eran todos extraños. Al final de la aventura ya conocíamos a casi todos: a los que caminaban en solitario, los extranjeros, los grupitos... y ellos a nosotros, que sabiendo de nuestro reto nos animaban. Luego, en los pueblos de destino nos saludábamos con complicidad y miradas cargadas de buenos deseos.
Después de pasar por Uterga, Muruzábal y Obanos, allá a lo lejos divisamos la bonita Puente la Reina, que nos acogió con los brazos abiertos y un buen desayuno. Nos salió una media de 7:45 minutos el kilómetro, más por la bajada del Alto del Perdón que por las distintas cuestas.
Día 2. Puente la Reina-Estella.
En mi segundo día (cuarto para Nuria), nos esperaban por delante 21,56 km de un auténtico rompepiernas. La etapa tiene un perfil de dientes de sierra, y nada más salir de Puente la Reina se encara una cuesta demoledora. Después de la paliza del día anterior me hace cuestionarme mi capacidad de superar el reto de 4 días (y Nuria con más kilómetros más en sus piernas). El comienzo es tremendo, y después de superar el primer alto, quedan otros tres o cuatro picachos. Se pasa por pueblos muy bonitos (Cirauqui, Lorca, Villatuerta) pero las continuas subidas y bajadas nos hacen mantener una continua prevención mental. Aun así, corremos muchos más kilómetros que el día anterior y a más velocidad. En Estella comprobamos mientras tomamos un merecido desayuno que hemos hecho una media de 7,04 minutos el kilómetro.
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Día 3. Estella-Los Arcos.
Por delante otros 21,3 km de precioso paisaje y pueblos encantadores. Y otra vez arrancando con una impresionante cuesta arriba y la perspectiva de varios picos de pendiente interesante. Y con más kilómetros en las piernas. Para mí es el paso del Ecuador, para Nuria su última parte de carrera. En seguida pasamos por Ayegui, el Monasterio de Santa María de Irache e Irache. Franqueamos la famosa Fuente de Vino totalmente copada por un numerosísimo grupo de peregrinos franceses que hicieron un buen acopio de caldo tinto y sin respetar ninguna distancia social. En esta etapa, prácticamente la mitad del camino empina hacia arriba. Primero para llegar a Azqueta, pero, sobre todo, para alcanzar Villamayor de Monjardin, en todo lo alto de un pico. La subida se hace agónica y nos lo tomamos con mucha calma. Con la esperanza de que a partir de aquel punto el camino iría hacia abajo la mayor parte de lo que quedaba de etapa. Habíamos tardado en llegar allí poco más de una hora, y aun nos quedaba más de la mitad del recorrido.
El trecho que quedaba hasta Los Arcos fue espectacular. Desde el punto de vista del corredor. El paisaje no era especial, el día nublado, el camino bastante desierto... pero la ligera pendiente descendente nos puso a correr de forma automática, tramos de varios kilómetros... plas, plas, plas... a ritmo cómodo, pero rápido, en silencio. Disfrutando del correr. Sintiendo el silencio del entorno. Solo el golpe de las zapatillas, plas, plas, plas... totalmente acompasadas, contra el suelo. Éramos dos, pero nos movíamos como uno. Fueron minutos, muchos minutos, donde sentimos el placer de correr por correr, donde no sientes la fatiga, donde te ves como una máquina a pleno rendimiento que avanza de forma inexorable hacia delante. ¡Que fantástico deporte este que te regala momentos tan especiales! Casi sin darnos cuenta llegamos a Los Arcos dos horas y media después de haber salido de Estella. ¡A 6.43 minutos el km!, nuestro mejor día.
Navarra, España, te sigue sorprendiendo. En un pueblo de tan solo 1100 habitantes te encuentras con una calle Mayor llena de casas blasonadas que llega a una plaza medieval con una iglesia impresionante del siglo XII reconstruida a lo largo de siglos dejándole rastros del gótico, renacimiento, barroco... Allí fue, en aquel precioso lugar, donde nos regalamos el desayuno del día antes de irnos a descansar.
Día 4. Los Arcos-Logroño.
Para terminar la aventura, nos esperaba la etapa más larga. Más de 29 kilómetros para llegar a Logroño. Y otra vez un perfil rompepiernas con muchas subidas y bajadas. Al menos el comienzo de la estapa no era hacia arriba, como los días precedentes. Arrancamos con las dudas de las grandes maratones... ¿aguantaré, llegaré...? Yo llevaba más de 60 kilómetros en tres días, Nuria unos cuanto más. Y por delante casi 30 kilómetros. Y varios picachos que subir. El más importante entre Torres del Río y Viana. Para ser el último día no está nada mal. Al legar a Viana paramos un rato más largo de lo habitual para comer algo y beber. Viana también sorprende por la riqueza de su patrimonio de ciudad vieja, por la que ha pasado mucha historia. Desde Viana a Logroño, con más bajadas que subidas, el correr se hace fácil. Son ya muchos kilómetros, pero la meta está muy cerca. Poco antes de Logroño se pasa de Navarra a La Rioja y muy pronto nos encontramos con el padre de todos los ríos españoles, el Ebro, que corre con mucha agua. Nuestra meta está en la Catedral y después de callejear un rato, allí llegamos después de casi tres horas y media de haber salido. Esta vez, y pese a ser la etapa más larga, a 6.55 minutos el km. No está mal.
Lo habíamos conseguido. El sueño de Nuria de muchos meses atrás, lo habíamos cumplido. Una experiencia única, exclusiva, fantástica. Nada más llegar, nos ocurre lo mismo que al acabar una maratón, que solo piensas, pasado el primer momento, sobre cuando podrás repetir algo así, algo que te ha llenado tanto. Al placer de correr y sufrir corriendo, se une la mística del Camino, la exclusividad de los paisajes, la dificultad de la orografía y a veces el suelo, lo entrañable de los lugares por los que se pasa, la gente del Camino, la que está allí y la que transita... todo junto ha sido un coctel difícil de expresar, pero que nos ha inyectado felicidad.
En la misma plaza de la Catedral, cumplimos el ritual del desayuno. Más tarde, ya con los deberes hechos, algunas tapas con un buen Rioja. Nos vamos, pero el Camino nos espera siempre.