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Corriendo por la historia: Costa Brava

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

La Costa Brava es uno de esos territorios cuya conexión con la historia no está definida por acontecimientos violentos que hayan determinado las relaciones de poder, sino por hechos más amables, menos trascendentes, que no se encontrarían en las portadas de los periódicos, sino en las páginas de cultura, y que forman parte, si se quiere, de una historia menor, más ligada con el arte y el entretenimiento que con la política. La posibilidad de atravesar parajes que hicieron célebres pintores como Dalí o Chagall, escritores como Josep Pla, o actrices de cine como Ava Gardner o Elisabeth Taylor es uno de los alicientes que encierra la participación en la Costa Brava Stage Run, aunque seguramente la inmensa mayoría de los atletas reunidos en la línea de salida pensaban más en el reto atlético o en los paisajes que iban a atravesar, un desfile de pueblos, calas, playas, rocas, montañas, acantilados y pinares sometidos, en muchos casos, a una urbanización desmesurada debido a la irrupción incontenible del turismo.


 
Tanto en su modalidad larga (120 kms y 4.000 metros de desnivel positivo divididos en tres etapas de 22, 48 y 50 kms) como en la corta (84 kms y 2.800 metros de desnivel positivo divididos en tres etapas de 22, 32 y 30 kms), la Costa Brava Stage Run promete buscar el contacto con el mar y la montaña, lo que obligará a continuas subidas y bajadas, y a lidiar con un terreno tan variado como sinuoso.

En la misma playa de Blanes, un “balneario de proletarios”, en palabras de Roberto Bolaño, y a la sombra de Sa Palomera, la roca fundacional donde se sitúa el punto exacto en el que comienza la Costa Brava, se produce la partida de la primera etapa, que nos llevará hasta Tossa de Mar a través de un recorrido que se irá complicando con el paso de los kilómetros hasta llegar a la traca final. Un trayecto por el que encontraremos jardines botánicos con especies exóticas, interminables escalinatas y numerosas calas y playas que obligarán a correr por la arena. Con un primer avituallamiento en Lloret de Mar, llegan enseguida las dificultades en forma de bajadas técnicas equipadas con cadenas y, sobre todo en los cuatro últimos kilómetros, de caminos empinados llenos de raíces que no conceden un momento de tregua. No será la etapa más atractiva desde el punto de vista paisajístico (hay un buen número de kilómetros de asfalto), pero ya se puede vislumbrar esa fusión entre el verde de los pinos, el rojo y el gris de las rocas y el azul del mar que constituye la esencia de la Costa Brava.  Al divisar el delicioso recinto amurallado de Tossa de Mar tenemos la seguridad de la inminencia del final de la jornada inicial, muchas veces la más difícil de gestionar mentalmente por lo que supone de adaptación al esfuerzo continuado.
 

Estatua de Ava Gardner en Tossa de Mar

Por encima del pintor Marc Chagall y del escritor Norman Lewis, la historia más conocida de Tossa de Mar está ligada a la actriz Ava Gardner, la que en sus años de plenitud fuera apodada como “el animal más bello del mundo”, un sobrenombre que al parecer detestaba. En 1950 se rodó en Tossa la película Pandora y el holandés errante, en la que ocupaba el papel principal. Durante el rodaje se oyeron voces acerca del idilio que mantenía la actriz con su compañero de reparto Mario Cabré, lo cual originó un gran alboroto mediático que condujo a que su novio de entonces, el famoso Frank Sinatra, carcomido por los celos, cruzara el océano con el fin de plantarse en Tossa y averiguar qué había de verdad en aquel rumor. Las malas lenguas cuentas que se cruzó algún que otro bofetón entre la pareja. Hoy en día una estatua de Ava Gardner preside un imponente mirador en la Vila Vella de Tossa, con espléndidas vistas sobre la localidad y sus arenales.

 

 

 

Pese a un cierto caos en el hotel en el procedimiento de registro y durante la cena, el descanso ha sido satisfactorio y permite afrontar con garantías la segunda etapa. Afortunadamente, porque sin duda se trata de la jornada más exigente. Un autobús traslada a los participantes en la prueba más corta hasta Calella de Palafrugell, una antigua aldea de pescadores donde, en la arena de la playa del Canadell, iniciaremos nuestro recorrido del día, que va a atravesar inicialmente los paisajes que enamoraron a Josep Pla. Periodista y escritor viajero, su vida siempre estuvo ligada a la Costa Brava, a un mundo hoy perdido de pescadores y payeses, al mar y a la tierra.

Desde la fotogénica Calella, con sus arcadas del Port Bo y sus tabernas de habaneras, y enlazando sin interrupción tramos de escalones, subidas serpenteantes y bajadas a alguna playa de guijarros se dejan atrás la serena Llafranc, el faro de San Sebastián, la encantadora Tamariu y el avituallamiento de Aiguablava. Quien más quien menos confía en que la ruta tenderá a suavizarse, pero lo que espera es la ascensión más larga y dura del día, el Puig de Sa Guardia, con reconfortantes vistas y miradores donde merece la pena pararse a recuperar el resuello. La bajada hacia el majestuoso cabo de Begur está presidida por un fortísimo viento de tramontana que dificulta enormemente el tránsito de los corredores. Un viento que tampoco dará tregua en algún paso rocoso poco apto para los más aprensivos.

Hacia el cabo de Begur

Desde aquí, si fuéramos tierra adentro, encontraríamos el pueblo de Begur, otro lugar que forma parte de ese gran plató de cine que es la Costa Brava. En 1957 aquí se filmó De repente, el último verano, con Elisabeth Taylor como gran estrella de una película con un ambiente entre claustrofóbico, salvaje y primitivo. Las crónicas de la época cuentan que la diva se mostró mucho más arisca y esquiva que Ava Gardner, y quizá por eso no se le ha dedicado ninguna estatua.

Pero nuestra ruta sigue pegada a la costa, y tras el paso por el avituallamiento de Sa Riera, por fin el perfil se allana en un largo paseo paralelo a la enorme playa de Pals. Las abundantes precipitaciones de los días anteriores han obligado a la organización a cancelar la travesía de la desembocadura del río Ter. Pero el paso por el río Daró, habitualmente inofensivo, fuerza a los participantes a sumergirse al menos hasta la cintura, obligando a quienes no disponen de indumentaria de repuesto para el último día a cruzar la corriente en  paños menores. Al no ser posible alcanzar la meta prevista en L´Estartit, frente a la silueta de las islas Medes, la organización improvisa un nuevo final de carrera, en medio de un auténtico vendaval, junto a la localidad de Torroella de Montgrí, con un eterno tramo de pista junto al río Ter y el macizo de Montgrí que favorecerá a los más corredores. Esta vez la organización en el hotel es perfecta, pero el viento continuará creando problemas incluso para poder conciliar el sueño debidamente.  

 

Estatua de Dalí en Cadaqués

En Cadaqués, punto de inicio de la tercera y última etapa, los atletas se ocupan de calentar, estirar o refugiarse de la gélida sensación térmica con que les sigue castigando el viento. Mientras, la estatua de Salvador Dalí, apenas a unos metros de distancia, parece contemplar la escena para ratificarse en una de sus frases: “La tramontana es la responsable de que todos aquellos que nacemos y vivimos en el Ampurdán estemos completamente locos”. Porque, tanto en su obra como en su imagen pública, a Dalí le encantaban la exageración, la extravagancia, la paranoia, la confusión, la ausencia de reglas, la burla y el escándalo sexual. Seguramente habría sacado buen partido para alguno de sus cuadros de una cuadrilla de presuntos atletas vestidos con colorines estrafalarios a merced de la tramontana.

 

Por fortuna, la tercera etapa no nos va a obsequiar con ninguno de esos giros extraños a los que era tan adicto el pintor gerundense. Más bien al contrario, pese a su distancia de 30 kilómetros, quizá sea el día aparentemente más fácil, ya que tras unos primeros metros por asfalto, se encara el sendero hasta el punto con mayor altitud de toda la prueba, el Puig Bufadors, con sus 396 metros. Hay que darse la vuelta de vez en cuando para deleitarse con las vistas sobre las casas blancas de Cadaqués y el mar a sus espaldas. Pistas y senderos guiarán el descenso hasta el Port de la Selva, donde comienzan casi diez kilómetros sin dificultades por un paseo que recorre la bahía, repleta de caminantes de domingo. Un último tramo algo técnico en la playa de Garbet y la ascensión final hasta el coll des Frare serán la llave que conducirá hasta la deseada meta de Port Bou, disfrutando de un descenso con vistas sobre la localidad fronteriza y su monumental estación ferroviaria.

Punto final para una edición de la Costa Brava Stage Run que, después de dos años complicados, dejará en los participantes el recuerdo de los bellos paisajes costeros, de las conversaciones con personas que comparten aficiones comunes y del insistente viento que añadió dificultades inesperadas a la prueba. Y para los más curiosos también quedará el encuentro con aquellos artistas que, en otro tiempo, dieron esplendor, y quizá excesiva fama, a unos parajes cuya belleza, hasta entonces, era un secreto solo abierto para algunos privilegiados.

 

 

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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