Corriendo por los puertos míticos(XXIII): Peña Cabarga, Cantabria
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Quienes no estén familiarizados con la geografía de Cantabria posiblemente conocerán Peña Cabarga solo por haber sido cinco veces final de etapa en la Vuelta Ciclista a España (dos de ellas con victoria de Chris Froome). Eso ya podría bastar para hacer de esta cima una de las más emblemáticas de un territorio con un relieve tan accidentado como Cantabria.
Pero, además, Peña Cabarga es también escenario habitual de pruebas de rally. E incluso, simplemente situándonos en el coqueto Paseo de Pereda, en Santander, comprendemos perfectamente la especial significación de la montaña, ya que las vistas hacia el sur de la bahía chocan inevitablemente contra ella, inconfundible por el monumento que la corona a modo de pirulí. Peña Cabarga (o Pico Llen, como también es conocida) parece increíblemente cercana, como si buscara ejercer de vigilante del magnífico conjunto de la bahía santanderina. Si interrogamos a algún paseante acerca de aquella montaña, probablemente nos contará alguna anécdota sobre la dureza de las rampas de la carretera, ya se suba andando, corriendo, en bicicleta o incluso en coche. Pero lo que seguramente desconocerá hasta el mejor informante es la curiosa historia que atesora la subida pedestre a Peña Cabarga, que celebró el pasado 16 de octubre su 35ª edición.
El origen de la carrera
Y es que cuando repasamos el nacimiento de las mejores carreras, a menudo encontramos que surgieron a partir de una apuesta entre un grupo de amigos. Y así fue también en el caso que nos ocupa, aunque, más que de una apuesta, cabría hablar de un desafío.
Según recoge una entrevista de El Diario Montañés al atleta Fidel Gómez, fue un trabajador de la empresa Funditubo quien incitó al resto a subir corriendo a la montaña. Y un domingo cualquiera se reunieron todos, y cada uno subió como pudo, unos andando, otros corriendo y otros en coche, bromeando como si hubiesen hecho corriendo toda la subida. Al final, el ideólogo de la prueba hizo un ademán de detenerse a orinar y cuando los demás pararon a esperarle, salió corriendo como una centella para entrar por delante del resto. Quien iba a decir que aquel cachondeo entre compañeros de trabajo se iba a convertir con el tiempo en una de las pruebas más prestigiosas y duras del calendario cántabro de carreras por asfalto.
Después de muchos años, la empresa Funditubo, que actualmente forma parte del grupo Saint-Gobain, abandonó la organización de la subida y el testigo fue recogido por la Peña de Fondo de Cantabria y su alma máter, José Alberto Nava Fernández, quienes se encargan actualmente de llevar a buen puerto la ya veterana prueba.
La salida
A apenas quince minutos de la capital cántabra, Heras es el núcleo de población que marca la salida de la carrera. En la conocida como recta de Heras, un cruce a la izquierda nos marca el comienzo de la subida. Desde allí, en 5,7 kms se pasa de los 12 metros de altitud a los 566 metros que marca la cumbre de la montaña. Una carrera, pues, con 554 metros de desnivel positivo, un porcentaje medio de ascensión del 9,39% y rampas máximas del 18%.
La salida se ha instalado junto a la cafetería-restaurante New Borgia, justo en ese cruce donde se inicia la ascensión. El precio de la inscripción es realmente económico (2 euros), la carretera estará completamente cerrada al tráfico durante la prueba, con un vehículo que hará las veces de guardarropía. Dado que se trata de una carrera corta no se ha previsto un autobús para devolver a los corredores a Heras. El speaker recuerda insistentemente la obligación de llevar el dorsal en el pecho y no en la espada ni el bajo vientre, “esas modas extrañas –afirma- que deberían conducir a la descalificación del atleta infractor”. Pese a la coincidencia con otras carreras en el mismo día y en la misma zona, como el Trail de Cabárceno, 180 participantes nos reunimos a las diez y media de la mañana detrás de la pancarta de salida. El tiempo es ideal para correr, una temperatura de 15 grados, nublado pero sin lluvia.
Prácticamente en todas las carreras que he recogido en esta serie suele haber algún kilómetro de introducción más o menos llano que permite a los corredores calentar y preparar los músculos y la mente para la subida. En Peña Cabarga no hay nada de eso. En los primeros metros ya encontramos una rampa descomunal, y ese es uno de los peligros de la prueba, más teniendo en cuenta que su escasa longitud puede animar a muchos a realizar una salida demasiado explosiva. Ahogarse desde el inicio supone que no habrá posibilidad de recuperación, porque pocas oportunidades tiene la subida para recuperar el aliento. Así que, más que nunca, lo más importante es mantener un ritmo sostenido de ascensión, según las capacidades de cada uno.
A medida que la subida progresa se van obteniendo las primeras vistas sobre la bahía de Santander. También vemos pintados muchos nombres de ciclistas, un recuerdo que dejó la reciente edición de la Vuelta. Algún nostálgico hasta se ha acordado de escribir ánimos para Perico. El primer descanso se hace esperar hasta el kilómetro 2,3, pero es realmente muy corto, apenas unos metros. No será hasta el 3,2 cuando alcancemos un tramo mucho más amable, llano e incluso de descenso, que se prolongará hasta el kilómetro 4. Antes he visto a una atleta con síntomas de mareo, probablemente por una salida demasiado impetuosa. A pesar de que otros participantes han avisado a la organización para que vengan a recogerla, la cercanía de ese largo trecho de descanso la anima a seguir corriendo y, de hecho, ya no la veré más, así que supongo que superó sus problemas.
La parte más complicada
Porque, aliviados y renovados por el plano y el descenso, lo que nos toca, a partir de ese kilómetro 4, es afrontar lo más difícil de la subida. Para empezar una sucesión de revueltas muy cerradas donde la pendiente vuelve a inflamarse peligrosamente. Y para rematar una recta de medio kilómetro, un auténtico muro del 18%, interminable y donde, por primera y única vez, tengo que recurrir a caminar. Superado el terrible muro, la pendiente, aunque dura, vuelve a humanizarse y se puede volver a retomar la carrera. Pasamos junto a las antenas y aún faltan unos metros para la meta, junto al Monumento al Indiano y a la Marina de Castilla, también conocido como el pirulí de Peña Cabarga.
Todos los finishers recibimos camiseta y placa conmemorativa, lo cual se agradece de veras teniendo en cuenta el casi simbólico precio de la inscripción. El espectáculo desde la cumbre de Peña Cabarga es grandioso y se valora mucho más cuando uno ha llegado hasta allí prescindiendo de vehículos motorizados. A un lado, la estupenda bahía de Santander, y al otro, parte del corazón verde y abrupto que atesora Cantabria. Pero a más de 500 metros de altitud, el frío aprieta y no permite entretenerse demasiado contemplando el paisaje. Muchos atletas elegimos para el descenso un agradable sendero que nos devolverá a Heras a punto para la entrega de premios. Otro de los muchos secretos que Peña Cabarga está dispuesta a revelar a los visitantes.
En Peña Cabarga concluye esta temporada de Corriendo por los puertos míticos. Una temporada que nos ha llevado a destinos tan variados y atractivos como Asturias, Noruega, Eslovenia, Alemania, Alaska, Brasil y Cantabria. Esperando que 2017 sea igual de generoso, agradezco de corazón la atención de todos los lectores que siguen la serie. Mil gracias y hasta el año próximo.
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Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas