Corriendo por los puertos míticos(XXXIII): Ghisallo, Italia
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
La región italiana de Lombardía es bien conocida por los aficionados al trail running. En su territorio se disputan algunas carreras de montaña que, con el paso de los años, se han convertido en auténticas clásicas, verdaderos monumentos a la esencia de ese deporte. Especialmente destacan el Trofeo Scaccabarozzi-Sentiero delle Grigne, la Maratona del Cielo-Sentiero 4 luglio y, sobre todo, el Trofeo Kima, con un recorrido de 52 kilómetros que se incluye entre los más difíciles y exigentes del mundo, repleta de pasos de alta montaña, tramos técnicos y expuestos, crestas, rocas y vías ferrata. Con sus paredes verticales y sus senderos no marcados, el Trofeo Kima representa la etapa intermedia entre correr y escalar, y no es de extrañar que para los más puristas se haya convertido en un auténtico símbolo sagrado del trail running.
Pero si el Trofeo Kima tiene todos los atributos para considerarse poco menos que una religión para los amantes de correr por la montaña, Lombardía atesora otros lugares que están a la misma altura para practicantes de otros deportes y despiertan una suerte de adoración por lo menos similar a la de la carrera italiana. Lugares cuya conquista es mucho menos dificultosa para un corredor popular.
Situado en la aldea de Magreglio, el santuario del Ghisallo aloja la que está considerada la patrona de los ciclistas, la Madonna (Virgen) del Ghisallo. Su fama creció durante la Edad Media, cuando el conde Ghisallo, atacado por unos bandidos que le iban a dar muerte, fue salvado por la intercesión de la Virgen. A raíz de aquel hecho la capilla fue ampliada, y ya en los años treinta del siglo XX empezó a tener un papel importante en las carreras ciclistas. En 1949 el papa Pío XII designó a la Madonna del Ghisallo como la patrona oficial de los ciclistas, y el santuario comenzó a ser lugar de peregrinación para los amantes de la bicicleta.
La localidad de Bellagio, conocida como la perla del lago Como, es el punto de partida de la ascensión. Situada en la punta de un promontorio al final de una cadena de montañas, con callejones estrechos y llenos de escalones y dominando la intersección entre los tres ramales del lago, Bellagio disfruta de una posición envidiable que alabaron literatos tan famosos como Mark Twain, Stendhal o Flaubert. De frente a la estación marítima, empiezo la carrera siguiendo una señal a la derecha que indica el sentido para todas las direcciones. Después de la primera cuesta se gira a la derecha por la vía Vallassina y ya solo hay que continuar recto en dirección Lecco hasta alcanzar una bifurcación que marca la dirección hacia Magreglio. Para entonces ya he recorrido dos kilómetros, pero aquí se inicia la verdadera subida, con casi cuatro kilómetros de fuertes rampas por zonas donde se sitúan pequeñas aldeas que miran a las ramas del lago. Porque es en estos kilómetros donde se encuentran dos de las panorámicas más majestuosas de la ascensión, la primera a la altura del hotel Panorama, en la localidad de Mulini del Perlo, y la segunda, frente a la pizzería Busciona, kilómetro y medio más arriba. Fantásticas imágenes del promontorio de Bellagio y de los brazos del lago, flanqueados por altas montañas y con el telón de fondo de los Alpes. La ascensión sigue con gran presencia de curvas de herradura, pequeñas capillas y bosques de castaños, cuyas hojas caídas casi cubren por completo los bordes de una carretera que no tiene arcén y sí un volumen moderado de tráfico que se convierte en una pequeña molestia para el corredor.
Después de casi seis kilómetros se alcanza un falso llano que sirve como descanso y que se prolonga, incluido un tramo de descenso, durante más de tres kilómetros. La localidad de Civenna es la joya que encuentro a continuación. En una balconada del parque Bellavista, con varios monumentos relacionados con las guerras mundiales y con los motociclistas víctimas de accidentes de tráfico, se resume la esencia de esta subida. Las aguas del lago, las poblaciones ubicadas en su orilla y la imponente cordillera de las Grigne y otras montañas crean un ambiente de fiordo noruego en el sur de Europa. Es una Noruega con aires latinos. Antes de venir aquí había leído que esta era una carretera vulgar. Nada más lejos de la realidad. Aunque solo sea por el espectáculo grandioso del lago Como visto desde aquí, bien recompensado está el esfuerzo de correr hasta la cima del puerto.
Desde la hermosa Civenna falta aún un kilómetro y medio de considerable dureza entre tornanti que se van alternando hasta alcanzar el santuario de la Madonna del Ghisallo a la izquierda de la carretera. La capilla está abierta todos los días del año y, visitándola, se comprende que se haya convertido en lugar de veneración para miles de deportistas. En su interior descansan las bicicletas y los maillots que los grandes campeones han ido donando al santuario, y hasta algún ejemplar de los velocípedos tan rudimentarios que los bersaglieri italianos (soldados que se desplazaban en bicicleta) conducían durante la Primera Guerra Mundial. Todo eso, amén de incontables banderines, placas y recordatorios de todo tipo. En la explanada entre la capilla y un museo ciclista, solo abierto de marzo a octubre, se halla también un monumento a la bicicleta que se orienta hacia aquellas montañas prodigiosas de los Alpes italianos donde se han forjado tantos ciclistas y corredores de montaña.
Con este entorno cabe volver al inicio de este artículo. Porque en Ghisallo se hace presente la unión entre lo espiritual y lo profano, entre el ascetismo y el deporte, en esa manera de afrontar las rampas, ya sean las de las rutas del Giro de Italia o las del Trofeo Kima, entendida más como una filosofía de vida que como una competición.