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Crónica de una runner veraniega sin zapatillas

Por Marisol Galdón para carreraspopulares.com

Tan feliz que estaba yo con mi destino de vacaciones este año. Nuestro apartamento está enfrente justo de la playa, me levanto viendo amanecer. Ayer llegamos y el lugar, en el que no había estado nunca, me parece espectacular, ya le había echado el ojo a un pinar que tenemos cerca para irme a investigarlo. Por lo que pude ver en Google Maps, podría sacar un circuito de 8-9 kilómetros en el que diera la sombra y correr por terrenos de tierra, lo cual es bueno para mis rodillas.

También sé que tenemos un paseo marítimo de algo más de 3 kilómetros por el que, si me levanto temprano, puedo correr antes de que se llene de bañistas y gente paseando. Lo último que quiero es molestar mientras corro, o tener que andar esquivando gente. Hay algún rincón más que podía explorar, como un camino que lleva a otro pueblo, incluso a unas calas. No sería la primera vez que me llevo el bikini en el cinturón y me doy un baño entre carrera y carrera.

Pero, al llegar al apartamento y ponerme a deshacer la maleta... ¡Horror!

¡He olvidado echar las zapatillas en la maleta!

Creo que no me podía haber pasado nada peor. Estoy de muy mal humor, no sabéis la ilusión que tengo todos los veranos por mis carreras matutinas al lado del mar. Y de repente, descubrir que no puedo hacerlo, me ha puesto muy triste. Es como si me quitaran una parte de mis vacaciones.

¿Y ahora qué hago?

Como no puedo pasarme las vacaciones triste o enfadada, tengo que buscar una solución. ¿Cuáles son mis opciones? Podría salir a correr con las zapatillas de calle. Al fin y al cabo, tienen una buena suela, estoy acostumbrada a llevarlas y tampoco es que vaya a ritmos muy altos como para necesitar unas super zapatillas para correr. Pero me da miedo que me perjudique de alguna manera, porque seguro que con ellas piso de manera distinta, además de que no me sujetan tanto el pie como las de running.

También podría comprarme unas zapas nuevas. Al fin y al cabo, aunque las mías están casi nuevas, sé que tarde o temprano las tendré que cambiar. Tener unas segundas zapatillas no es una mala idea. Lo único, que el centro comercial más cercano está a más de media hora y a saber qué marcas o modelos tendrán. Irme hasta allí (y perder tiempo de playa), con la pereza que me dan los centros comerciales, para acabar comprando unas que no me vayan bien o no encontrar nada, me echa para atrás.

Otra opción es buscar ejercicios alternativos. ¿Y si hago caso a los entrenadores que hablan de entrenamiento cruzado? Podría nadar, aunque mi técnica no pasa del “estilo perrito”, así que no sé si contará como ejercicio. Otra opción sería alquilarme una bici y recorrer los mismos caminos que tenía pensado hacer corriendo. O pasarme por unos días a los ejercicios en la playa. Creo que podría hacer alguna sesión de sentadillas y ejercicios de fuerza que me vendrían muy bien.

¡Pero yo quiero correr! No sé qué haré, a ver si se me pasa el cabreo y me decido a probar algo, porque no quiero estar parada estos quince días. Lo que sí quería era escribir lo que me ha pasado para que te sirva de consejo a ti también: si quieres salir a correr estas vacaciones, ¡revisa bien tu maleta!

SOBRE EL AUTOR

Marisol Galdón


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