Doctor, ¿quiere ser mi amigo?
Por Javier Serrano para carreraspopulares.com
Doctor, doctor, ¿quiere ser mi amigo?
Los atletas populares, por lo general, somos gente de altos kilometrajes. Si a eso le sumamos que, también por lo general, somos gente de cierta edad –no nos ofendamos, es más normal ver a un corredor popular de 40 años que a uno de 17–, se juntan las condiciones ideales para que nos duela todo. Es habitual que, cuando empezamos un entrenamiento, se oigan conversaciones como ésta:
–Huy, cómo llevo hoy la rodilla.
–Pues a mí me cruje el tobillo. Fulano, ¿qué tal la cadera?
–Ahí va, algo mejor pero sigo con molestias.
–A mí me está matando esta periostitis.
–Pues a mí me molesta hoy el espolón de la planta del pie, será que va a cambiar el tiempo.
¡Olé, que se note que somos veteranos! Tampoco se puede decir que no nos cuidemos: nos tomamos nuestros complejos vitamínicos, calentamos antes de entrenar, estiramos después, nos hacemos plantillas a medida, nos damos baños de agua caliente, nos enchufamos las piernas con agua fría, visitamos regularmente al fisioterapeuta, nos ponemos hielo donde nos duele... Pero no podemos llegar más lejos.
El caso es que algunas veces, cuando una dolencia se agrava o molesta más de lo esperado, decidimos acudir al traumatólogo, por si acaso es algo serio. Y entonces se producen conversaciones como ésta:
–Hola, doctor, vengo a que me vea la rodilla.
–Hola. ¿Qué rodilla es la que le molesta?
–Hombre, molestarme, me molesta la izquierda; pero la derecha es que me duele horrores y la quiero que me mire.
–Vaya. ¿Se ha dado usted un golpe o algo así?
–No.
–¿Y le duele en todo momento o sólo a ratos?
–La noto casi de continuo, pero me duele más cuando corro.
–¿Y por qué corre? ¿Llega usted tarde a los sitios habitualmente?
–Bueno, es que soy corredor popular. Corro habitualmente.
–¿Y qué es “correr habitualmente”?
–Pues unos 30 kilómetros semanales en temporada baja, y entre 80 y 100 kilómetros semanales en temporada alta.
–¿Es usted profesional del atletismo?
–No, yo soy ....................... [ponga usted aquí su profesión]
–Ah. Pues está claro, ya lo tengo.
–¡Ya lo tiene, qué bárbaro!
–Sí, ya lo tengo: es usted idiota, porque sólo un idiota es capaz de pegarse semejante paliza a correr sin vivir de ello. Lo raro es que no le duelan más cosas, que bastante poco les pasa a ustedes. Le aconsejo que deje de hacer el animal, y se dedique a cosas más normales, que no tiene usted edad para andar haciendo el indio por ahí. Y ya verá como si deja de hacer el tonto las rodillas no le dolerán.
Si llamo a un fontanero porque cuando abro un grifo se escapa el agua por la junta de la pared, ¿sería normal que me dijera que deje de utilizar ese grifo? Si llevo el coche al taller porque cuando meto la marcha atrás hace un ruido muy raro, ¿sería normal que el mecánico me dijera que deje de utilizar la marcha atrás? Si llamo al informático de mi empresa para decirle que cada vez que mando un correo electrónico se me cuelga el ordenador, ¿sería normal que me dijera que deje de usar el correo electrónico y que me comunique con mi gente mediante señales de humo? No, lo que quiero es que me arreglen el problema.
Cuando voy al médico, lo que quiero es que me quite el dolor de rodilla –o al menos que lo intente– para poder correr mejor. Hay que partir de la base de que el corredor popular no tiene la menor intención de dejar de correr, lo que busca en un médico es que le permita correr en mejores condiciones. Hace muchos años que no voy a un médico a contarle mis penas atléticas, porque no sólo no me suelen aportar soluciones, sino que encima me echan la charla y me explican lo malo y lo perjudicial que es correr. Menos mal que mi fisioterapeuta me mima y me cuida y me da besitos en la frente –mi fisioterapeuta es mi hermana– para que mis delicadas piernas molesten lo menos posible.
Javier Serrano
Periodista, escritor y maratoniano
Autor del libro “42 reflexiones y 195 metros”