Las cuatro vidas de Ramiro Matamoros
Por Luis Blanco para carreraspopulares.com
Correr ha marcado la vida de Ramiro Matamoros. Es un hecho incontestable. Aunque se podría decir que correr, en realidad, le ha deparado cuatro vidas diferentes. Que demuestran que siempre hay que confiar en las segundas oportunidades.
Es la que nos enseña “Con los pies sobre el asfalto”, de Itziar Matamoros. Un libro lleno de kilómetros, anécdotas y experiencias que nos ayudan a conocer mejor a un hombre que ha vivido para correr y que ha corrido para sentirse vivo. Y sigue exprimiendo cada segundo de felicidad que este deporte le da.
Descubrimos a un Ramiro desconocido para la mayoría. El chaval de pueblo travieso y desenfadado que nunca se había imaginado corriendo maratones o subiendo a podios. El currante incansable que no ha tenido una vida fácil. El hombre solidario que encuentra el verdadero sentido a la vida ayudando a los demás.
Es uno de los regalos de este libro. Nos cuenta cómo es Ramiro Matamoros más allá de las victorias, los elogios del público, los trofeos, las fotos de los periódicos y las crónicas deportivas. Y todo lo que le ha ido forjando como un ‘héroe del pueblo’.
Un corredor popular que se codeó con los grandes atletas profesionales y les plantó batalla incluso después de una jornada de 12 horas trabajando en un restaurante o repartiendo patatas fritas. Porque los ídolos más terrenales, los que tienen los pies en el asfalto y se parecen más a nosotros, nos despiertan una admiración especial, mayor aún si cabe.
VIDA PLENA, AZUL CIELO
La primera vida fue aquella en la que Matamoros descubrió que se le daba bien eso de correr, aunque en realidad nunca le había gustado. Sus primeras victorias durante el servicio militar, sus primeros podios en las carreras populares de Madrid, el éxito en la primera San Silvestre Vallecana popular, sus primeros puestos en la Media Maratón de Moratalaz y el nacimiento de un fenómeno deportivo que empezó a ganar la atención del público y la prensa.
Fueron los últimos años de la década de los 70 y los primeros 80. Su leyenda comenzaba a crecer. Y entonces llegó la maratón, y su triunfo en Valencia. Y después uno de los momentos más especiales de su existencia: el día que conquistó el Maratón de Madrid, en 1986.
Pero esa primera etapa acabó. Y comenzó el infierno para Matamoros. El infierno para cualquier atleta que no entiende su vida sin correr: las lesiones. Pasos por el quirófano que no resolvían los problemas y llevaron a Ramiro a la resignación. Parecía que aquellos momentos de gloria eran ya cosa del pasado y que tenía que conformarse con lo logrado, que no era poco.
VERDE ESPERANZA, SEGUNDA VIDA
Entonces llegó la segunda vida para Ramiro. Las lesiones le dieron tregua y, a pesar de los años que acumulaban ya sus piernas, pudo revivir las mieles de la victoria y sentirse un grande de nuevo. Eran los años 90, y volvió al podio en Moratalaz, conquistó la Vallecana de nuevo, en tres ocasiones consecutivas, y estuvo a punto de ganar otra vez el Maratón de Madrid.
Los años pasaron y, ahora sí, los triunfos quedaron atrás y el cuerpo de Ramiro dijo que ya era suficiente. Que ya no tenía fuerzas para ir rápido y disputar carreras. Sus prioridades cambiaron, pero nunca colgó las zapatillas, aunque fuera para correr a otros ritmos y con otros objetivos.
VIDA AMARILLA
Y apareció su tercera vida. La que le ha acompañado las últimas dos décadas. La de la ‘mancha amarilla’, ese club de corredores que nació en el restaurante La Parrilla de Madrid y que creció rápidamente alrededor de la figura de Matamoros. Se iniciaba así la etapa del Ramiro entrenador, guía y hasta confesor sentimental.
Un grupo que se unió posteriormente al Club de Atletismo de Alcobendas (y al de San Sebastián de los Reyes más tarde), con el patrocinio de Clínica Menorca, para crear más reyes del asfalto: corredores populares que seguían los pasos de su mentor para conquistar multitud de carreras y llenar de camisetas amarillas los podios.
LA VIDA EN ROSA
Pero el destino tenía aún guardada una sorpresa para Ramiro. Un día, corriendo, como debía ocurrir, conoció a la oncóloga Lucía González Cortijo. Y descubrió un nuevo mundo ante él. La doctora le habló de cómo el ejercicio físico podría ayudar a las pacientes que se recuperaban de un cáncer de mama o de ovarios.
Y nació Corre en Rosa, el grupo de mujeres con cáncer que, a las órdenes de Ramiro y de algunos de sus más cercanos colaboradores en el Club Clínica Menorca, se abrió un hueco en el panorama del ‘running’ y en el corazón de los corredores.
Desde entonces, cientos de mujeres con camisetas de ese color acuden a carreras demostrando que el deporte da vida y ayuda a superar los obstáculos que ésta nos pone en el camino.
Y Ramiro aprendió más de ellas que de todas sus victorias, sus podios y mañanas de gloria. Confirmó que correr es mucho más que un trofeo y el reconocimiento de la gente. Es algo que puede marcar una vida y regalarte experiencias inolvidables. Tantas y tan intensas que dan para llenar las páginas de un libro y emocionar a quien las lea.
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