¿Por qué no se está promoviendo ya la vacuna de la gripe?
Por Francisco Gilo (1943 - 2024) para carreraspopulares.com
Este año, más que nunca, necesitamos una gran cobertura poblacional de la vacuna de la gripe, cuya epidemia estacional se solapará con la pandemia de Covid-19.
La campaña de vacunación contra la gripe 2020-2021 se iniciará en octubre, pero, esta vez, es vital lograr una gran cobertura poblacional, al coincidir la influenza estacional con la Covid-19, de la que se espera un repunte en otoño.
El virus de la gripe se transmite con facilidad de una persona a otra a través de las pequeñas partículas expulsadas al toser o estornudar y por propagación indirecta al entrar en contacto con manos u objetos contaminados. El tiempo de incubación oscila entre uno y cinco días, con un promedio de dos días.
Desde la temporada 2013-2014, la OMS incluye en sus recomendaciones cuatro cepas para las vacunas antigripales. Las vacunas trivalentes contienen las 2 cepas del virus tipo A (los subtipos H1N1 y H3N2) y el linaje tipo B más representativo del virus en circulación (Victoria o Yamagata), las tetravalentes contienen tanto las 2 cepas del virus A como las dos del virus B; lo que representa un mayor nivel de protección.
Según el Consejo Europeo, la vacunación representa una de las herramientas de salud pública más efectivas y, de hecho, coste-efectivas. Además, el Consejo alienta a los países de la UE a que ofrezcan una vacunación apropiada a los grupos de población considerados de “riesgo” en términos de enfermedades específicas y consideren la inmunización más allá de la infancia y la niñez mediante la creación de programas de vacunación a lo largo de toda la vida.
En esta ocasión la OMS, la Comisión Europea y el Ministerio de Sanidad instan a alcanzar o superar coberturas de vacunación del 75% en mayores, preferentemente a partir de 65 años, y en el personal sanitario y sociosanitario, así como superar el 60% en embarazadas y personas con condiciones de riesgo. En la campaña 2018-2019 se logró una cobertura del 54,3% en mayores de 65 años y del 35% en sanitarios.
Para lograr el objetivo de vacunación de los sanitarios deberían implicarse especialmente las sociedades científicas, colegios profesionales, sindicatos, centros sanitarios y sociosanitarios, residencias de la tercera edad, centros de salud mental y de personas con discapacidades y las respectivas patronales sectoriales. Nos jugamos la salud de los profesionales, en un momento en el que no podemos prescindir de ninguno de ellos, tras la tragedia vivida por la primera ola de la pandemia de SARS-CoV-2.
Y también tendría que buscarse, con una gran campaña de promoción durante el verano, el compromiso masivo de la ciudadanía, con el objeto de, evitando casos de gripe graves, contribuir a reducir el caos asistencial a que daría pie la doble epidemia: gripe estacional y Covid-19, así como la confusión entre una y la otra y sus terribles efectos (diagnóstico tardío, inadecuación terapéutica, más contagio...).
Además de esa gran campaña de promoción durante todo el verano, en medios de comunicación y en redes sociales, y de llamadas directas desde los centros de atención primaria durante el estío a todos los mayores de 65 años para ofrecerles la vacuna, se tendría que organizar un dispositivo de inmunización masivo que incluyese, además de los centros habituales, otros muy próximos a los domicilios como las farmacias comunitarias e, incluso, las empresas. Si no se facilita la vacunación, será difícil lograr el objetivo de cobertura.
Según ha publicado el Centro Nacional de Epidemiología, a través del sistema de vigilancia de la gripe en España, las cifras que resumen el impacto de la gripe y de la vacunación antigripal en la temporada 2018-2019 son las siguientes: 490.000 casos no graves de infección respiratoria / síndrome gripal atendidos en atención primaria; 35.300 hospitalizaciones por gripe confirmada; 2.500 ingresos en UCI, y 6.300 muertes.
La cobertura del 54,3% en los mayores de 64 años en la misma temporada habría prevenido un 20% de casos no graves; un 11% de hospitalizaciones; un 40 % de ingresos en UCI, y un 38 % de muertes atribuibles.
Mientras tanto, la amenaza de la Covid-19 sigue ahí, después de registrarse oficialmente 248.469 contagios y 28.341 fallecidos desde el inicio de la pandemia en nuestro país, en forma de minibrotes y brotes y bajo la amenaza de una segunda ola, posiblemente para otoño. Una pesadilla con la que habrá que convivir a la espera de una vacuna segura y efectiva; fácil de producir y de distribuir, y barata. Además, la inmunidad no está asegurada para los que han pasado la infección.
Según un estudio chino publicado en Nature Medicine, los anticuerpos tras la infección por SARS-CoV-2 decaen con rapidez tanto en sintomáticos como en asintomáticos. La gran pregunta es si la infección da lugar a inmunidad duradera y si se proporciona protección frente a la reinfección.
Mientras se responde a esa duda y hacemos frente a esta grave pandemia, al menos intentemos minimizar con todo lo que esté en nuestras manos los efectos de esa vieja e igualmente terrible amenaza anual, en términos de salud pública, demanda de asistencia, costes socio-económicos y mortalidad, que es la gripe.