Atletas transgénero: ¿de verdad corren con ventaja?
Por carreraspopulares.com
El debate lleva encima de la mesa desde hace mucho tiempo, pero sigue sin encontrar solución. La polémica nace con Caster Semenya. No es, ni mucho menos, la primera deportista transgénero. Pero sí es la que más lejos ha llegado. Hasta ahora, mientras las mujeres con hiperandrogenismo -término que hace referencia a una producción natural de testosterona por encima de lo que un cuerpo femenino debería producir- no han ganado nada o casi nada, se hablaba más bien poco del tema. El debate ha saltado cuando Semenya ha empezado a demostrar que, además de contar con una condición genética diferente, es un prodigio deportivo por el resto de sus condiciones y preparación.
Y la comunidad atlética ha tardado poco en alzar la voz. Resumiendo, el debate se centra en si se entiende que Semenya compite con ventaja respecto al resto de mujeres que no tienen esos niveles de testosterona y si se debe hacer algo por conseguir que la competición sea más “igualada”. La solución que propone el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), respondiendo a las denuncias de otras atletas, es admitir los niveles de testosterona como criterio objetivo para decidir quién compite en las pruebas masculinas y quién lo hace en las femeninas.
¿Es una ventaja el hiperandrogenismo para el deporte?
Como comenta Enrique Mellado en Marca , la mayor presencia de testosterona en el cuerpo de Semenya podría ser calificada como una simple diferencia estructural, comparable a los niveles de oxígeno en sangre o a las pulsaciones en reposo, factores que también ponen en ventaja a unos atletas por encima de otros. Llevándolo al extremo, es como si a un jugador le prohíben jugar al baloncesto porque es demasiado alto.
Según Jordan Santos-Concejero, licenciado en Biología, doctor en Fisiología del Ejercicio, profesor de la Facultad de Educación y Deporte de la Universidad del País Vasco, tal y como leemos en El Mundo : «Gran parte de la diferencia entre el rendimiento de hombres y mujeres, entre un 8% y un 12%, se le pueden atribuir a la testosterona. Es una ventaja insalvable. Los hombres pueden tener hasta 30 nanomoles por litro (nmol/l) de sangre, mientras que la media de una mujer se mueve entre dos y tres».
El criterio que intentó imponer la IAAF, y que fue tumbado por el TAS, era el de limitar la participación a atletas femeninas en pruebas de distancias inferiores a una milla si sus niveles de testosterona superaban los 5 nmol/l. Las voces de protesta no se han hecho esperar, puesto que la conversación en este aspecto abandona el terreno puramente deportivo para entrar en el ético y casi filosófico.
De aprobarse la medida que quiere imponer la federación de atletismo, será la primera vez que se establece un criterio “químico” para determinar la diferencia entre hombres y mujeres. Temas como la identidad de género chocan frontalmente con esta definición. El argumento de los órganos superiores deportivos atiende a otra razón: no hay que dejar la puerta abierta a que atletas hombres que decidan cambiar su sexo puedan competir con ventaja en pruebas femeninas. También se debe controlar el que las atletas en pruebas femeninas no se aprovechen de vacíos legales para someterse a tratamientos de testosterona que adulteren el resultado de la competición.
El Maratón de Boston y los atletas transgénero
En medio de esta controversia, instituciones tan consolidadas como la Asociación Atlética de Boston, organizadora del maratón de esta ciudad con más de 100 años a sus espaldas, reconoció en 2017 el derecho a los hombres que se sintieran mujeres inscribirse bajo este género. Al eliminar la necesidad de identificación de género sino hacer uso de la identidad de género, hasta cinco hombres decidieron competir en categoría femenina.
Otras pruebas como Nueva York o Chicago se muestran también sensibles con este tema y no requieren registros legales o médicos para la inscripción en una categoría u otra. Sea como sea, el debate está encima de la mesa. Probablemente si la prueba fuera ganada por una corredora con hiperandrogenismo, la opinión pública podría hacerles replantearse sus esquemas.