Corriendo por los puertos míticos XV: Angliru 2015
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
El año pasado se recuperó la Subida al Angliru y nuestro compañero y amigo Luis Blanco estuvo allí para contarlo en el cuarto capítulo de esta serie. Subida al Angliru 2014
Por eso puede sonar a repetición, pero me he inclinado por incluir dentro de este conjunto de reportajes una segunda versión de la carrera, con ocasión de la edición de 2015. No en vano, el Angliru se ha convertido por derecho propio en el puerto más mítico del país. ¡Qué mejor homenaje que concederle una segunda parte en nuestra serie!
El descubrimiento
“Hay en Asturias, en mitad de la sierra del Aramo, en el municipio de Riosa, a unos 15 kilómetros de Oviedo, una montaña cuya carretera apenas aparece en los mapas porque era un camino para ganado que se ha pavimentado solo recientemente. La montaña se conoce como La Gamonal y tiene una altitud de 1570 metros. La escalada se prolonga durante doce kilómetros y asciende ligeramente por encima de los 1200 metros, con una pendiente media algo superior al 10%, mayor que la de la célebre Higa de Monreal. Fíjense en que los últimos siete kilómetros tienen una pendiente media superior al 13%, con varias rampas al 20, 18, 17 e incluso 23,5%. Esta escalada, si llegara a incorporarse al recorrido, es seguro que grabaría imborrables recuerdos en las retinas de los espectadores. Igual que los Lagos de Covadonga se convertirán en el Alpe d´Huez español, el Gamonal podría igualar y hasta eclipsar (y no exagero) al Mortirolo italiano”.
Esta carta, fechada el 23 de septiembre de 1997, supone la auténtica acta de fundación del Angliru o de cómo un humilde camino de vacas llegó a convertirse en la carretera más famosa de España. El autor de la carta fue el invidente Miguel Prieto, por entonces director de comunicación de la ONCE, quien disfrutaba descubriendo nuevas cumbres durante sus periodos vacacionales, y el receptor era Enrique Franco, que ocupaba el cargo de director de la Vuelta Ciclista a España. La historia posterior es muy conocida. Gracias al primer final de etapa en la Vuelta de 1999, los aficionados descubrieron aquella montaña descomunal, y el frío, las nieblas y las lloviznas, que son sus compañeros más habituales. A su conquista se lanzó después una pléyade de personajes, algunos de lo más variopinto, como aquel camarero que, ataviado con pajarita, subió a la cima en bicicleta portando una bandeja de hostelería con doce copas. Pero lo que ni Miguel Prieto ni Enrique Franco sospechaban remotamente era que el Angliru, aparte de convertirse en un icono ciclista, también iba a ser escenario de hermosas carreras pedestres.
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La hstoria de la subida
El 6 de octubre de 2001, organizada por el club langreano Iris Rojo, se celebró la primera subida pedestre al Angliru. Unos años después, todo un campeón del mundo de maratón como Martín Fiz se atrevió con las descomunales rampas. El vitoriano venció en la edición de 2010, aunque no pudo batir el récord que ostentaba José Luis Capitán desde 2005, con 1 hora 00 minutos 26 segundos, récord que aún continúa vigente. La carrera desapareció en 2012, pero volvió al calendario en 2014 para deleite de los aficionados a este tipo de pruebas. Los artífices de esta exitosa reaparición fueron el riosano Alberto Suárez Laso, subcampeón del mundo de maratón paralímpico y medalla de oro olímpica en Londres 2012, y el propio recordman de la subida, José Luis Capitán, alma máter y animador del evento.
La localidad de La Vega, en el municipio de Riosa, es el campo base del Angliru. Para Riosa, el descubrimiento del Angliru ha sido un auténtico maná que ha minimizado, aunque solo en parte, la crisis del sector de las minas de carbón, que era la industria más importante del lugar. Desde allí, a las diez y media de la mañana del 11 de octubre parten los 350 inscritos en la carrera de este año, llegados de todos los rincones del país. Antes, a las nueve y cuarto ha salido aproximadamente un centenar de ciclistas, lo que hace que la fiesta sea multideportiva. Con los ciclistas ha partido también el dorsal número 1 de la subida a pie, Germán Fernández González, un veterano de 83 años que no falta nunca a su cita con el Angliru y al que la organización ha ubicado con una ventaja de una hora y cuarto sobre el resto de corredores para que tenga más posibilidades de llegar a la meta a una hora aceptable. Germán es el primero de los héroes de la mañana. Como lo será José Luis López Somoano, quien ha completado corriendo la vuelta a Asturias para recaudar fondos en la lucha contra la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y, pese a los dolores que castigan su cuerpo a consecuencia de los muchos días de carrera, no ha querido tampoco perderse la subida. Aunque las previsiones del tiempo eran malas, parece que la borrasca se ha retrasado y el tiempo es ideal, fresco (unos diez grados) y alternando nubes con sol.
Si La Vega es el campamento base del Angliru, el área recreativa de Viapará es el principal campamento de altura. Hasta allí, la carretera asciende atravesando alguna aldea y entre los típicos prados asturianos de un verde inmaculado, con unas rampas consideradas normales para un puerto duro pero asequibles para cualquier atleta medio. 360 metros antes del kilómetro 5 se halla el primero de los dos avituallamientos existentes en la ruta y se inicia un tramo casi plano de más de un kilómetro que sirve para relajar las piernas y prepararlas para lo que se avecina.
Y lo que se avecina es un endurecimiento progresivo de las rampas hasta llegar al brutal tramo de la cuesta de Les Cabanes, 400 metros con un 21,5 % de pendiente máxima, donde mantener el movimiento de carrera resulta ya casi imposible, salvo para los privilegiados que ocupan las primeras plazas. Superado ese repecho, la pendiente no afloja demasiado, pero aún surgen algunos tramos que permiten correr si se despliega mucha fuerza de voluntad. Xonceo, Llagos o Les Picones. Los nombres de las rampas se van sucediendo y, cada vez más, la prueba, para la mayoría, es más de andar que de correr.
Pero más que las rampas, que son ya muy conocidas, lo que llama la atención del Angliru son los murales, seguramente porque la anterior vez que estuve por aquí tales murales no existían. Aparte de señalar kilómetros, porcentajes, distancias a la cima y todo tipo de información, los más vistosos son los murales de destacadas crónicas periodísticas con títulos apocalípticos: los tres viajes al infierno, la vuelta del coloso, una pared descomunal, el infierno de la Vuelta, la etapa más terrorífica de la historia, Olimpo de pasiones o los celos de los dioses. Y es que la carretera del Angliru se ha convertido en un museo, a la altura de otras subidas-galerías de arte, como el Alpe d´Huez o el muro de Grammont, que ya han tenido su correspondiente hueco en esta serie.
El tramo final
Como reza la crónica de uno de esos carteles, “a partir del 18% la subida deja de ser graciosa y estimulante, a partir del 20% deja de ser deporte, y a partir del 22% deja de ser real”. Esa es la sensación al llegar al segundo avituallamiento (km 10), doblar la curva de Cobayos y afrontar la temida Cueña Les Cabres, 450 metros con picos del 23,5% o los “450 metros más largos de mi vida”, como los bautizó un atleta que pasó a mi lado. Tiempo de mirar a la carretera, más que a las alturas.
Pintadas viejas de ánimo a los ciclistas, casi borradas por el paso del tiempo. Restos de excrementos en la calzada, prueba de que esta es tierra de vacas y caballos. Ánimos de los ciclistas que, finalizado su desafío, ya descienden hacia Riosa. Pese a lo despacio y desanimado que en apariencia marcha el atleta que me precede, no consigo recortarle ni un solo metro. Mejor no levantar la vista y seguir caminando como se pueda. El Aviru es el regalo de despedida del Angliru, 200 metros con un máximo del 21,6%. Aquí las revueltas se suceden una detrás de otra, lo que origina la parte más vistosa de una ascensión plagada de rectas inmisericordes. Al fondo, un paraje de una belleza indescriptible, donde la vista puede detenerse en la mole rocosa del Monsacro, la montaña sagrada que en el pasado albergó las reliquias que hoy se conservan en la Cámara Santa de la catedral ovetense, o también puede estirarse hasta Oviedo, el Naranco, los Picos de Europa o el mismo Gijón.
Tras la cumbre, con el cambio de orientación surge un escenario completamente distinto, una vaguada entre desoladas montañas kársticas. Quizá no sea casual que todavía resten 400 metros finales en ligero descenso. Ello sirve para degustar un poquito más lo ya conseguido y para comprobar que a uno no se le ha olvidado correr.
El cartel final refleja los fríos números del Angliru, los que lo han convertido en una subida sin parangón en la Península Ibérica: 12,5 kilómetros, 1573 metros de altitud, 1266 metros de desnivel, 10,13% de pendiente media y 23.5% de pendiente máxima. Pero las cifras globales no dan fe ni de la dificultad de sus últimos seis kilómetros, ni de la espectacularidad de la ascensión, ni del paraje que espera en su cumbre, a un paso del Pico Gamonal y enclavada en esa sierra del Aramo que es también escenario de la carrera de montaña hermana: la Angliru Trail Xtreme.
Vuelta a Riosa a disfrutar de la espicha que ofrece la organización, bien surtida con empanadas, embutidos, bollos preñaos, tortilla de patatas, rosquillas, sidra y otros productos de la tierra. Y tiempo para comentar las anécdotas de la prueba. Si los héroes ciclistas del Angliru se llaman Chava Jiménez, Simoni, Heras, Contador o Cobo, los héroes atletas tienen nombres mucho menos famosos. Del recordman y animador José Luis Capitán al ganador de la edición de este año Martín Álvarez Espinar, de quien circulan vídeos corriendo por la Cueña les Cabres como si tal cosa. De Luis López Somoano y su lucha contra la ELA al conocido médico y alpinista Jorge Egocheaga, que dio relumbrón a la carrera con su participación. De Germán y sus 83 años a Lucía, una corredora que fue acompañada de su perro, o a los toledanos que convirtieron a su región en la que aportó más participantes a la subida. Como escribiera Miguel Prieto en su carta, todos ellos conservarán de por vida las imágenes del Angliru grabadas en sus retinas.
Más información: Aquí
Jorge González de Matauco
Autor del libro En busca de las carreras extremas