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Cosas que me cabreaban en una carrera y ya no

Por Chema Martínez Pastor para carreraspopulares.com
Es mejor reír que cabrearse

¿Cuándo ha sido la última vez que te cabreaste corriendo? A veces, es inevitable que respondamos con furia (o algo muy parecido) a situaciones que se dan en carrera que se salen de lo normal. O que afectan de alguna manera a nuestra forma de correr. Comportamientos de los demás, o propios, que hacen que tengamos una mala experiencia en carrera se pueden producir en cualquier momento.

Sin embargo, la experiencia nos hace darnos cuenta que no tiene sentido cabrearnos por cosas que, o bien no nos afectan tanto o directamente son achacables al despiste de la gente, más que a su mala fe. Conforme vamos corriendo más carreras nos dejamos de preocupar de lo que ocurre a nuestro alrededor o de cosas que no podemos controlar. Y es que, en definitiva, si nos cabreamos, los únicos que salimos perdiendo somos nosotros mismos.

Cosas que me cabreaban: la gente que recorta

Mientras corría, no podía soportar que hubiera gente que se salta las medianas, que se sube por los bordillos o que, directamente, quita metros a las trazadas para hacer menos distancia en una carrera. Más de una vez he sentido la tentación de afearles la conducta. Es injusto ver cómo la gente que hace trampas puede acabar por delante de ti, pero lo que más me cabreaba era que sentía que esas personas no eran deportistas de verdad. Un deportista de verdad se atiene a las reglas de la competición y si no tiene el resultado que esperaba, entrena más e intenta dar su mejor versión en cada carrera.

Qué hago ahora: he entendido que no puedo cambiar la actitud de la gente. En realidad, lo único que pasa es que los que hacen trampas se perjudican a ellos mismos, porque están teniendo un rendimiento que no es el real. Qué haga cada uno con su carrera no cambia la mía, que es realmente lo que me importa. Y si alguien aparece antes que yo en la clasificación por haber recortado, allá cada uno con su conciencia. Yo sé que mi esfuerzo es auténtico y que mis logros son gracias a mi entrenamiento.

Cosas que me cabreaban: que el GPS me marcara más metros en una carrera.

Acabar fundido una carrera de 10 kilómetros, mirar el reloj y que te diga que, en realidad, has corrido 10,300 es algo habitual para muchos corredores. Y nos suele cabrear. Porque pensamos que nuestro tiempo en esa carrera habría sido mucho mejor si hubiera estado “mejor medida”. Y que tal vez nos habría costado menos acabarla.

Por qué ya no me cabrea: he entendido que medir una carrera tiene su ciencia, y que no se hace con un GPS de muñeca. Nuestros relojes están genial para entrenar y para medir nuestro progreso, pero no son el instrumento más preciso del mundo. Además, nunca hacemos una carrera por el recorrido más corto. Ante una discrepancia en la distancia, antes pensaba que era cosa de la organización. Pensar que puede que sea cosa de mi reloj o del trazado que he seguido creo que se ajusta más a la realidad y, además, me ayuda a no llevarme un cabreo tonto a casa.

Cosas que me cabreaban: no poder correr a “mi ritmo”

Cuando iba a una carrera con un objetivo en la mente me cabreaba mucho que hubiera cosas que pudieran impedirme cumplir ese objetivo. A veces, en las salidas de algunas carreras hay un poco de caos porque hay corredores que se colocan en posiciones delanteras y que van a ritmos más lentos, haciendo de tapón para los que vienen detrás. En ese caso, los que queremos correr más rápido nos vemos obligados a hacer un slalom entre los demás corredores, lo cual desgasta más de cara a nuestro objetivo.

Qué hago ahora: he comprendido que hay carreras que todos queremos correr y que cada uno nos planificamos los ritmos de forma diferente. Puede que esa persona que ha salido por delante de mí y va más lento tenga una estrategia distinta, y a final de carrera me acabe adelantando porque acaba fuerte. O simplemente, no se ha dado cuenta, o es su primera carrera. O le ha dado un tirón y no puede ir más rápido. Pensar que los que salen más lentos lo hacen para fastidiar es una manera muy injusta de cogernos un cabreo que nos afectará al resto de carrera. Ahora, si quiero hacer buen tiempo, llego antes al cajón y me pongo lo más adelante que puedo. Y si no he podido hacerlo, me planifico la carrera de otra manera. No hay recorrido, por masificado que esté, que no se despeje pasado el primer kilómetro.

Cosas que me cabreaban: que me digan “ya queda poco” cuando acabo de salir

“Si es que la gente no sabe animar. ¿Qué piensan, que son muy graciosos por decir eso?” Claro que no queda poco, tal vez llevo un kilómetro y me quedan 9 por delante. Incluso cuando queda poco de verdad, no me gusta que me digan que queda poco, porque para mí puede ser un mundo todavía.

Qué hago ahora: pensando en positivo, si alguien anima diciendo “vamos, que queda poco”, tal vez significa que es una persona que no corre. Los que corremos sabemos que, quede lo que quede, no es poco. Pues si es una persona que no corre, lo que pienso ahora es que tiene más mérito todavía que esté animando. Así que, en lugar de cabrearme, lo que hago es agradecer que esté ahí, dedicando parte de su tiempo a gritarnos consignas de ánimo, aunque no sean las que más nos gustarían.

SOBRE EL AUTOR

Chema Martínez Pastor
Corredor Popular


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