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El corredor torrija

Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Un plato de torrijas
Un plato de torrijas

Acaba la Semana Santa. Un periodo muy complicado para el corredor. Por un lado, los días festivos permiten tener más tiempo para salir a sumar kilómetros. Aunque a veces el clima no acompañe. Pero, por otro lado, como ocurre en verano o en Navidad, nos relajamos demasiado a la hora de comer y beber. Damos rienda suelta a nuestros deseos de disfrutar de los buenos momentos con la familia y los amigos y luego, claro, llegan los remordimientos.

Porque si algo tiene la época de Semana Santa es una interesante (e ineludible) cultura del dulce. Es la pasión culinaria basada en tradiciones ancestrales, arraigada sobre todo en pueblos de zonas rurales. Buñuelos, monas de Pascua, huesillos, rosquillas, leche frita y, por supuesto, las temidas torrijas.

Sí, temidas por todos los que gustamos de cuidar nuestra dieta, sobre todo si estamos en las últimas semanas antes de un maratón, por ejemplo. Los grupos de WhatsApp de mi móvil, la mayoría de corredores, se han llenado de fotos de torrijas estos días. También los muros de Facebook y Twitter. Y los comentarios asociados a las fotos eran siempre del mismo estilo: “¿esto cuenta para el entrenamiento del maratón?”; o “cuántos kilómetros tendré que hacer para quemar esta torrija?”

El corredor y los dulces de Semana Santa, ¿enemigos irreconciliables?
El corredor y los dulces de Semana Santa, ¿enemigos irreconciliables?

Remordimientos

En la mayoría de los casos, al final el dulce acababa siendo devorado por el corredor en cuestión. La tentación es muy fuerte. Y más lo es la presión de tu madre, de tu tío, de tu abuela o de tu cuñado. Que no acaban de entender que hagas esos “absurdos” sacrificios en una época como Semana Santa, ¡y encima tratándose de una torrija!

El sentimiento de culpa es mayor si, efectivamente, tienes una carrera importante a la vuelta de la esquina. La verdad, si hiciéramos caso a los consejos de un/a nutricionista no comeríamos muchas de las cosas que engullimos a diario. ¡Y las torrijas no podríamos ni mirarlas! Pero, ¿qué sería de nosotros sin esos pequeños placeres que nos da la vida? Evidentemente, no nos vamos a comer ocho, pero una no nos va a hacer tanto daño.

En mi caso, el simple hecho de debatir internamente si he de llevarme la torrija a la boca o dejarla en el plato me genera una ansiedad que no es nada buena en medio de un plan de entrenamiento. O al menos esa es la excusa a la que me aferro para no sentirme mal cuando le doy el primer bocado al preciado manjar.

Pero la definitiva es ese manido argumento que usamos los corredores para justificar que de vez en cuando nos saltemos la dieta: “total, si nadie me va a pagar dinero por hacer una marca u otra, no vivo de esto”. Al final, el dulce acaba en el estómago y tú, después de unos momentos de culpa mientras te chupas los dedos, ya estás pensando en cuándo vas a salir a correr para quemar las calorías que acabas de ingerir y que, no nos engañemos, tan bien te han sentado. Así que si has sucumbido a la tentación esta Semana Santa, no te preocupes. Una torrija no te va a alejar de tu objetivo principal.

SOBRE EL AUTOR

Mario Trota
Corredor popular


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