Fiz, Cacho y Antón, los ídolos imperecederos
Por Luis Blanco para carreraspopulares.com
-Mira, Abel Antón. ¡Y Fermín Cacho! ¡Vamos, Fermín, que ya lo tienes!
El padre, de unos cincuenta años, mira a su hijo y señala a los dos atletas que avanzan por las calles de Sevilla arrastrados por la marea del maratón.
-Mira, hijo, ese de pelo blanco fue dos veces campeón del mundo. Y el otro ganó en unos Juegos Olímpicos.
El niño mira con una mezcla de curiosidad y sorpresa. Aunque tampoco entiende muy bien qué le está contando su padre. Los gritos de ánimo y admiración hacia Abel y Fermín se suceden a cada paso. Llegan desde el público y desde dentro de la propia carrera.
Muchos pasan corriendo, les ven, les reconocen y les saludan. No siempre aciertan con el nombre y no es raro que a Abel le llamen Martín y a Fermín le llamen a Abel. Pero ellos sonríen y devuelven el saludo. Abel está siempre atento a Fermín, que un par de metros más atrás aprieta los dientes y corre concentrado en su zancada.
Las calles de Sevilla están llenas de gente y de color y Fermín Cacho y Abel Antón hacen más grande éste maratón con su presencia. Sobre todo por mezclarse con los populares y sentirse uno más entre ellos.
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Cuando llegan a la recta de meta y enfilan los últimos 200 metros se les une Martín Fiz, que graba el momento en su teléfono móvil. El público grita y aplaude. Fermín saluda emocionado a ambos lados. El speaker relata el histórico momento. Abel, Fermín y Martín juntos entrando en la meta de un maratón, el de Sevilla en 2020. En sus piernas hay, entre otros, tres títulos mundiales, tres europeos, uno olímpico, varios subcampeonatos internacionales e incontables campeonatos de España.
Fermín, referente español de 1.500 metros, el mejor atleta español de la historia, acaba su primer maratón. Leva dos décadas retirado de la alta competición y en este tiempo su práctica deportiva no ha sido tan activa como la de sus amigos y ex compañeros de selección, ya curtidos en la distancia de Filípides.
Han sido ellos, Abel y Martín, los que le han empujado en los últimos años a salir a correr, a participar en carreras populares, a interactuar con los corredores aficionados y hacerles sentir cerca de una leyenda.
Los tres, Fermín Cacho, Abel Antón y Martín Fiz, triunfaron a nivel mundial hace más de 20 años por última vez. Pero ellos siguen levantando pasiones en carreras y ferias del corredor. Son los que más autógrafos firman y los más requeridos para una foto en un stand o en mitad de un maratón.
Admiración y nostalgia
¿Por qué siguen siendo unos ídolos? ¿Qué hace que los corredores populares y los aficionados al atletismo sintamos aún su halo de gloria y les sigamos mirando con brillo en los ojos? O que incluso personas alejadas de este mundo sigan reconociéndoles y saludándoles por la calle. Las razones pueden ser muchas y difusas, pero algunas están bastante claras.
En primer lugar, aunque después hemos tenido grandísimos atletas que también han generado admiración, ellos forman parte de la edad de oro del atletismo español. Aquella en la que eran campeones el mundo de maratón, campeones olímpicos en pista y nos brindaban jornadas de gloria difícilmente olvidables.
Hay otras muchas figuras en este deporte que han marcado una época, nos han hecho vibrar y han ganado importantes campeonatos o realizado grandes récords: Fabián Roncero, Chema Martínez, Reyes Estévez, Ruth Beitia, Javi Guerra, Nuria Fernández, Orlando Ortega, Oscar Husillos o Bruno Hortelano, entre otros. Pero no han volado tan alto ni han dejado una huella tan marcada en el atletismo español.
Y la segunda razón tiene que ver con la edad y con la nostalgia. La gran masa de corredores populares de la actualidad en España tenemos entre 35 y 55 años. Cursamos la EGB o crecimos con Barrio Sésamo y los payasos de la tele. Éramos niños, adolescentes o muy jóvenes cuando vimos a Fermín Cacho alzando sus brazos en la meta del Estadio Olímpico de Montjuic, el abrazo de Helsinki o la sonrisa de Abel Antón en La Cartuja cuando ganó su segundo campeonato del mundo.
Esos momentos se han quedado incrustados en nuestra retina. Hoy, quizá movidos de forma inconsciente por el “cualquier tiempo pasado fue mejor” y nuestros recuerdos más pasionales, esos que quedan grabados a fuego en nuestra memoria en ciertos años de nuestra vida, nuestra admiración sigue intacta.
Ojalá las generaciones más jóvenes, deportistas o no, encuentren atletas que sirvan de referente y alcancen grados de admiración similares a los nuestros. Opciones hay. Y lo que no faltan son agallas, ganas y esfuerzo en esos hombres y mujeres que quieren mantener el atletismo español en lo más alto. Allí donde lo dejaron Fiz, Cacho y Antón.