Por qué seguir participando en carreras
Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Muchas veces hemos contado cómo un corredor popular pasa de no participar en una carrera en sus inicios a hacerlo en casi una por fin de semana. Pero con el tiempo, ese afán por cruzar metas va desapareciendo y la pasión inicial da paso a una afición más tranquila y comedida. Pero seguimos participando en carreras.
Sin embargo, algunos círculos de corredores reniegan de las carreras populares con argumentos, en mi opinión, algo radicales. Unos lo hacen porque las carreras “se han convertido en un negocio”, otros porque “están masificadas” o porque “se ha perdido el espíritu atlético”.
Partimos de la base de que hay que respetar todas las posturas y opiniones. Y hay que reconocer que hay pruebas que han crecido mucho y no cuidan tanto al corredor como deberían. Pero en general los organizadores miran por su principal cliente: el que compra el dorsal. Otra cosa es que lo hagan bien o mal.
Pero hay un sentimiento de rechazo hacia las carreras quizá algo más espiritual o filosófico. Ese que dice que para correr no hace falta pagar y que no es necesario estar continuamente demostrando que puedes mejorar tu crono.
Normalmente, las personas a las que he escuchado este argumento son corredores que nunca han participado en una carrera (o en alguna de forma esporádica) o que han corrido tantas que han acabado saturados.
Pues bien, todos esos argumentos son válidos y los entiendo. Pero yo llevo ya muchos años participando en carreras y, si bien esa pequeña obsesión por sumar dorsales pasó hace mucho, sigo apuntándome a muchas. ¿Por qué lo hago? ¿Por qué hacerlo?
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Las razones
Por el ambiente. Desde que llegas a la zona de salida, dejas tus cosas en el ropero, te colocas cerca del arco, escuchas la música y el disparo, hasta que cruzas la meta. Se percibe un disfrute colectivo, una hermandad entre todos los corredores, aunque la gran mayoría sean desconocidos.
Por el compañerismo. Incluso con todos esos desconocidos. En general, se respiran ganas de pasarlo bien en comunidad y de ayudar a alguien si lo necesita. Cruzas palabras con personas que no has visto antes, o con otros a los que conoces únicamente de verles en otras carreras.
Por el ‘efecto dorsal’. Todos sabemos que cuando participamos en una carrera tenemos un punto extra de motivación. Ponernos el dorsal en el pecho nos ayuda a concentrarnos en la carrera y la compañía de otros corredores nos hace sentirnos más ligeros. Lo normal es que en una carrera te exprimas más que en muchos entrenamientos y que tus tiempos sean mejores.
Por medir mis progresos. Solemos ir a las carreras a poner a prueba nuestro estado de forma o a evaluar cómo está marchando el entrenamiento que estamos haciendo para un reto mayor. O el objetivo final de nuestros meses o semanas de trabajo de series, tiradas, fuerza y descanso.
Porque me ayuda a motivarme para correr. Tener un objetivo es algo importante. Es una excusa para seguir un entrenamiento, para dejar atrás la pereza esos días en los que no nos apetece nada correr.
Por la sensación de cruzar la meta. Aunque no recibamos una medalla, eso es lo de menos. La mejor medalla es haber cumplido un objetivo, haber culminado una aventura, un entrenamiento de meses o simplemente haber disfrutado con un amigo del recorrido hasta el final.
Porque la comparto con amigos. Con los que entreno todo el año o simplemente esos que conozco de las carreras. Antes, durante y después de la prueba te encuentras con gente que aprecias, charlas de cómo te encuentras, de qué quieres hacer en la carrera, del ritmo al que vas a ir o simplemente de cuestiones que nada tienen que ver con el deporte.
Porque la ciudad es para mí. Si corro en una zona urbana, claro. La organización y el ayuntamiento cortan calles para mí y los que corren conmigo. Te sientes protagonista, especial y privilegiado por pasar por lugares en los que habitualmente el coche es el rey.