Carta de un maratoniano en cuarentena
Por José Manuel Torralba para carreraspopulares.com
A finales de febrero, empecé a preocuparme por si la Maratón de Barcelona, que era “mi compromiso de primavera”, se iba o no a cancelar. Aunque en España por aquel periodo aun andábamos “a otra cosa”, en distintas partes del mundo ya se estaban anulando maratones y otros grandes eventos deportivos de masas. Pero también estaba preocupado porque venía arrastrando una lesión muscular en la pierna izquierda que no sabía si, en el caso de que no se suspendiera, me iba a dejar correr la maratón. Empecé a ir al físio cada pocos días para ver si se conseguía el milagro. Y en mitad de un mundo inmerso en una Pandemia, a mi lo que me preocupaba era correr la maratón de Barcelona. Hoy, dos meses después, mi escala de valores ha cambiado. Espero que lo entendáis. Hoy mi mundo ya no gira alrededor de una maratón.
A medida que se acercaba la fecha de la maratón, mi inquietud iba en aumento. La lesión no menguaba, seguía corriendo con bastante dolor, y además las posibilidades de cancelación también crecían. A través de mi amigo Javi Sanz (“el coleccionista de maratones”) me enteré que se estaba organizando una maratón clandestina en el parque de Valdebebas (por Paco, otro gran maratoniano) y gracias al enchufe de Javi, me aceptaron (por si acaso se anulaba Barcelona). Cuando ahora pienso cuales eran mis cuitas mentales en aquel preciso momento, siento vergüenza. Pero estoy seguro que muchos de vosotros me entenderéis. Y así, entre el fisioterapeuta, entrenamientos con dolor e incertidumbre, se acercaba el fin de semana del 15 de marzo. El martes de esa semana fui por última vez al físio y, posiblemente, me llevé de allí un “regalito”. El viernes por la noche, ya anulada la maratón de Barcelona, preparaba mis cosas para la maratón de Baldebebas del día siguiente, pero algo no iba bien, y no era el síndrome pre maratón. Esa noche la tosecilla que había empezado a tener esos días, se acompañó de fiebre y dolor muscular. Mi mujer, médico, esa misma mañana me confinó en una habitación de la casa.
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Y así fue como empecé mi particular cuarentena. Mi rutina cambió de manera drástica. Ya no tenía que entrenar. Ahora, todos los días tenía que limpiar con agua y lejía todos los pomos y puertas de mi casa, todas las superficies que hubiera podido tocar antes de que mi mujer volviera del frente. Y salir a la ventana a las 8 de la noche a aplaudir. Atrás quedaron las maratones, los entrenamientos... y mi inquietud se tornó en pensar si iba a evolucionar por el sendero leve o por el grave. Y tuve suerte. Fueron dos semanas muy pesadas, pero donde perdí las ganas de correr y de pensar en correr. Aunque me alimentaba bien, perdí un par de kilos, y cuando los síntomas me abandonaron, tardé otras dos semanas (la “segunda cuarentena”) en empezar a pensar que tenía que hacer algún tipo de ejercicio. Cuatro semanas después de mi primera fiebre, estaba curado, después de dos semanas sin síntomas. Se acabó mi confinamiento, aunque la cuarentena sigue.
Pero la realidad de esta Pandemia es muy dura, y no iba a pasar por mi familia dejando atrás solo dos semanas de fiebre y malestar. El viernes 3 de abril, mi suegro, de 96 años, empezó a manifestar síntomas. Esa misma noche, mi mujer, su hija, médico, pensó que se nos iba. Pero aguantó, y los siguientes días parecía que no empeoraba, tanto que llegamos a pensar que iba a poder superarlo. En esos días recibimos otro zarpazo: una hermana de mi madre moría de neumonía en Barcelona. Y una semana después de los primeros síntomas, el viernes 10, después de luchar como un auténtico gladiador, murió de madrugada mi suegro. Siempre pensamos que viviría más de 100 años, después de superar una guerra y un ictus antes de los cincuenta. Pero a este luchador se lo llevó por delante un virus. Esta maratón no la pudo acabar.
¿Quién piensa en correr? ¿Quién piensa ahora en maratones? Ahora pienso en el día a día.
Y uno de esos empecé a sentir la necesidad de empezar, de nuevo, a hacer ejercicio. Y después de unos días haciendo tablitas de gimnasia, empecé a pensar en la posibilidad de correr por casa. Y cogí el metro (¡el de medir!). Desde la puerta de la entrada hasta el salón hay un pasillo de 9 metros. Giro de 90 grados a la izquierda y, cruzando el salón, junto con otra habitación, se suman otros seis. Total, 15 metros. Ida y vuelta son 30. Para hacer un kilómetro tendría que hacer 33,3 vueltas... ¡joder! No sé si seré capaz. Pero si he corrido maratones, ¡cómo no voy a poder! Así empecé una rutina de empezar a correr por casa. Primero esas 33 vueltas, luego 66, luego 100: ¡tres kilómetros! Con la sensación de ser un hámster, fui subiendo el número de vueltas. La radio y la música fueron, son una gran ayuda para este menester, pero me encontré con un problema que no esperaba: es muy fácil “perder la cuenta”. Cuando llevas una docena de vueltas, ya no sabes si son 10, 12 ó 14... Y entonces establecí un sistema de conteo que vi a alguien por internet: una vuelta, un garbanzo. Todas las noches me preparo los garbanzos en un lugar, y por la mañana temprano los voy moviendo uno a uno hasta otro. Así no hay fallos. Hago montoncitos que llevo en una mano, y voy echándolos en un cuenco en mitad del “circuito” hasta que se acaban los garbanzos. Y fui subiendo el número de garbanzos poco a poco. Y ahora corro, regularmente todos los días 6 kilómetros, 200 garbanzos, lo cual me lleva un poco menos de una hora. En un circuito en el que hay dos vueltas de 180º y otras dos de 90º, no se puede correr rápido, pero al menos se puede esprintar algo en la recta de nueve metros creando un "micro-farlek".
Ahora mis prioridades son otras. Esto nos ha cambiado, a mí me ha cambiado. Ahora no siento ilusión por la Maratón de Barcelona, que posiblemente correré en octubre (hasta allí la han movido) O quizás todavía no se pueda correr, ahora ¿quién lo sabe? Ahora me ilusiono por pequeñas cosas del día a día. Por superar el récord de garbanzos que se me caen durante mi particular carrera. ¡Ya ha habido varios días que no se me ha caído ningún garbanzo! Por arañar algunos segundos a mi récord de 6 kilómetros “indoor”. Por bajar mi mejor tiempo en un ciclo de 20 garbanzos... Como veis, me planteo metas de altura... ¡Ahora estoy ilusionado con la posibilidad de salir a correr a la calle el próximo 2 de mayo! ¡Por tan poco, tanta ilusión! Y se que vendrán otras maratones, otros retos, pero hoy, mi cabeza está en otra cosa. Doy las gracias por estar vivo y poder correr por casa, que seguro es mucho más que lo que tienen muchos. Y además la semana pasada me hice la serología y tengo anticuerpos “de los buenos”. Y además, y sobre todo, mi mujer y mi hija (también médico) siguen sanas. Y además mi hijo que vive en Alemania con su chica, también está sano. Y además... y además...
Correr es importante para muchos de nosotros, pero hay cosas mucho más importantes. Vivir es lo importante.