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CORRER POR EL HIMALAYA: Mustang Trail Race, Nepal

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
Primera etapa Mustang Trail Race, Nepal

 

Un atleta se desliza por un dramático desierto diseñado por una cadena de precipicios áridos. Incalculables peñascos y picos se contornean sobre hondos desfiladeros y profundos cañones que discurren por una superficie coloreada con tonos amarillos, marrones y rojizos y marchitada por un sol inclemente, un terrible frío nocturno y un intimidante viento del sur que se cuela por la brecha abierta entre las moles del Dhaulagiri y el Annapurna, levantando el polvo y la arena propios de tan desolado paraje. Debajo de las montañas del Himalaya que llenan el horizonte, costumbres sencillas y rurales rigen los minúsculos pueblos que lucen con orgullo sus chorten (estupas), sus banderas y ruedas de oración budistas y sus tejados llenos de leña apilada. Son imágenes del Mustang Trail Race, una carrera dividida en ocho etapas que recorre 170 kilómetros por las montañas y desiertos de esta región nepalí, y suma 11.000 metros de desnivel positivo, siempre a altitudes entre 2.800 y 4.300 metros de altitud. Las comidas corren a cargo de la organización, lo que asegura la posibilidad de correr ligero, sin necesidad de cargar voluminosas mochilas.
 

Tercera etapa Mustang Trail Race, Nepal
 

Ubicado en el norte de Nepal, a las mismas puertas del Tíbet, el antiguo reino autónomo de Mustang -también conocido como el reino de Lo- perdió esta categoría en 2008, cuando Nepal abandonó la monarquía y pasó a ser una república parlamentaria federal. El último rey de Mustang, Jigme Dorje Palbar Bistar, fue invitado a dimitir y se convirtió en una figura meramente decorativa. Fue el fin de la dinastía fundada en el siglo XV por Ame Pal, la figura más importante de la historia de Mustang, que conoció una época de gran esplendor, gracias al control del valle del sagrado río Kali Gandaki y al tributo de las caravanas de sal que descendían del Tíbet hacia Nepal y la India. Después, sometido al estado de Jumla durante algunos años en el siglo XVIII, la poderosa irrupción de la dinastía gurka trajo la soberanía nepalí a toda la zona. Fue el principio de Mustang como provincia y reino autónomo dentro de Nepal.  Cuando en 1964 el escritor y explorador francés Michel Peissel penetró en lo que entonces denominó el reino prohibido del Himalaya, un territorio vedado a cualquier extranjero, encontró un país de costumbres medievales y sometido a gran agitación por la presencia de los khampas, los últimos defensores de la tierra del Dalai Lama, guerrilleros tibetanos que se oponían a la ocupación de su nación por parte de China. Con posterioridad, el Alto Mustang continuó siendo un lugar casi impenetrable. Solo fue abierto a extranjeros en 1992, y hasta hace pocos años su número no podía pasar de mil anuales.

Tercera etapa Mustang Trail Race, Nepal
 

 

El modo más fácil de acceder a Mustang hoy en día consiste en un vuelo que parte del aeropuerto de Pokhara y en apenas veinte minutos aterriza en Jomsom, frente a la imponente mole del Nilgiri. No es de extrañar que en esta ruta hayan acontecido varios accidentes. El avión, prácticamente una avioneta con veinte plazas, despega de Pokhara y supera las verdes colinas que rodean la localidad, pasa rozando por todos los escarpes rocosos y toma altura hasta deslizarse por un pasillo entre dos colosos del Himalaya, el Nilgiri y el Dhaulagiri, para iniciar el descenso y aterrizar en Jomsom. La frondosa vegetación que circunda Pokhara queda en el olvido rápidamente para adentrarnos en el escenario yermo y lunar característico de Mustang. Un vuelo que los fuertes vientos solo permiten realizar hasta mediodía y que, como tuvimos ocasión de comprobar durante nuestro regreso, es frecuentemente cancelado debido a las condiciones meteorológicas o a la baja visibilidad. Entonces no hay más alternativa que encarar una pista de tierra en vehículos todoterreno para iniciar la ruta que en seis horas y media conduce a Pokhara. Un recorrido extremadamente peligroso que, especialmente en su primera parte, discurre por collados y gargantas de aspecto apocalíptico, con precipicios de cientos de metros y frecuentes desprendimientos de rocas. Eso sin tener en cuenta la alocada manera de conducir que se estila por estas latitudes, con adelantamientos que ponen los pelos de punta.

Una vez en Jomsom comienza una jornada de aclimatación para alcanzar Kagbeni, punto de inicio de la primera etapa. En esta ruta de senderismo ya se puede apreciar la dureza del terreno que afrontaremos, seco, arenoso y resbaladizo. Subidas y bajadas largas y extenuantes salpicadas por banderas de oración, monumentos religiosos budistas y puentes colgantes. Después de cruzar uno de estos sobre el cauce casi seco del Kali Gandaki llegamos a Kagbeni tras quince kilómetros de camino y casi mil metros de desnivel positivo. Un aperitivo duro que deja las piernas ya calientes para empezar la verdadera competición mientras vamos conociendo a los compañeros de carrera.

Quinta etapa Mustang Trail Race, Nepal
 

Un elenco de participantes de lo más variado, con edades comprendidas entre los 23 y los 79 años, y profesiones dispares relacionadas, entre otras materias, con la medicina, la fisioterapia, la nutrición, la odontología, la ilustración de libros, el periodismo o la orientación en actividades relacionadas con la naturaleza y el cambio climático. También hay quien se ha apartado de cualquier actividad laboral para dedicarse en cuerpo y alma a la aventura, además de un par de conquistadores del Everest y hasta un piloto del expresidente de EEUU George Bush padre. Sin embargo, las historias más conmovedoras son las de los atletas nepalíes. Desde Suman Kulung, el porteador que alcanzó fama por batir a Luis Alberto Hernando en la séptima edición del Everest Trail Race con unas zapatillas de pega, a Anita Rai, una joven y prometedora atleta patrocinada por la más conocida Mira Rai, que también forma parte de la expedición y cuya historia como antigua niña soldado alistada en la guerrilla maoísta nepalí fue difundida por muchos medios de comunicación especializados en atletismo.

Ciudad amurallada Lo Manthang, la localidad más importante de Mustang
 

Ocuparía demasiado espacio describir en detalle cada una de las etapas de la carrera, por lo que será mejor esbozar una breve pincelada de las mismas. La inicial es de las más suaves y representa una toma de contacto con los paisajes y el abrupto perfil de la prueba, con una corta pero dura subida final hasta el nido de águilas donde se erige la humilde localidad de Chele. La segunda es la etapa más larga y más dura, un recorrido que no permite relajarse hasta alcanzar la meta en Ghemi, frente a unos preciosos acantilados rojos. La tercera, aparte de sus magníficas vistas sobre el Annapurna, encierra uno de los momentos más emocionantes con la llegada a la amurallada Lo Manthang, la localidad más importante de Mustang, después de un largo descenso entre yaks y rebaños de vacas tras superar el paso Choku. Cabe recrearse en las palabras de Michel Peissel cuando, al contemplar Lo Manthang desde lo alto creyó estar viviendo “la leyenda de una ciudad desaparecida, de una fortaleza oculta en los pliegues del Himalaya; de Shangri-La, el paraíso perdido, un lugar donde el tiempo está suspendido, detenido, sobre un universo secreto y cerrado”. Después del día de descanso en Lo Manthang, con la oportunidad de recorrer sus monasterios y sus callejuelas, la cuarta etapa consiste en una vuelta con principio y fin en esta “capital”, atraviesa varios pueblos y comprende parajes rocosos y acantilados sellados con surcos tan profundos que parecen cicatrices. Los más sobrecogedores y coloridos de toda la prueba. Algunos de ellos están agujereados por cuevas naturales dedicadas a albergar santuarios budistas o ritos funerarios que se remontan a tiempos posiblemente prehistóricos. La quinta es la etapa más corta y rápida, aunque incluye también un resbaladizo descenso y una travesía por el cauce de un río a los pies de los grandiosos acantilados de Yara. La sexta y la séptima son similares y se desarrollan por parajes áridos y despoblados, finalizando en poblaciones como Tanggye y Chuksang en medio de la nada. En particular Tanggye es uno de lugares más aislados e inmaculados que quepa imaginar. Por último, la octava y última etapa encarna el brutal reencuentro con los imponentes picos nevados del Dhaulagiri y el Nilgiri antes de descender a Muktinath, la ciudad que acoge un templo sagrado y donde, después de tantos días por un territorio tan vacío e inhóspito, casi llega a abrumar la concentración de peregrinos que uno se encuentra antes de poder alcanzar la deseada meta final. Aquí cabe la posibilidad de tomar un autobús de vuelta a Jomsom o de culminar la aventura con una caminata de tres horas largas por collados y cauces de ríos. Así, el círculo queda cerrado. De Jomsom a Jomsom sin recurrir a medios mecánicos después de más de 200 kilómetros.

Cuarta etapa Mustang Trail Race, Nepal


 
Siempre hay gente que se pregunta qué es lo que nos atrae de este tipo de pruebas que nos aseguran una paliza descomunal, un sinfín de incomodidades que empiezan por un viaje agotador y continúan por unos alojamientos espartanos, en muchos casos con letrinas colectivas, y un más que posible riesgo para la salud, certificado sobre el terreno para un buen número de participantes en forma de problemas estomacales, mal agudo de montaña, dificultades para respirar, tos persistente y hasta un misterioso brote de Covid. A veces este tipo de preguntas nos hacen dudar, porque lo cierto es que a lo largo de estas kilometradas por etapas siempre surgen sentimientos contradictorios. Uno no sabe si está deseando que termine la agonía o si, por el contrario, anhela que no acabe nunca. Pero, sobre todo cuando concluye el esfuerzo, siempre acaban primando los aspectos positivos de la experiencia: lo que esta supone de cambio, de salir de la zona de confort, de correr por lugares nuevos, de descubrir el mundo haciendo lo que más nos gusta. Además, hay que añadir lo que supone de reto, de burlar a la vejez, de descubrir que todavía somos capaces de completar semejante desafío. Y, por último, la posibilidad de hacer nuevas amistades. El hecho de compartir tales experiencias durante tanto tiempo crea un efecto burbuja que nos acerca de modo estrecho a personas que hace unos días eran desconocidas y con las que nos une, más que una afición, un modo de vida. Algunas de esas amistades serán persistentes y quizá volvamos a compartir alguna aventura atlética; de otros, tal vez de la mayoría, no volvamos a tener noticias. Pero siempre permanecerá el recuerdo de esos intensos días correteando por aquel entorno hermético, desamparado, yermo y sobrecogedor a los pies de la cordillera más elevada del mundo.

Texto y fotos: Jorge González de Matauco, autor del libro En busca de los puertos míticos 

Jorge González de Matauco en la cuarta etapa Mustang Trail Race, Nepal

 

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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