CORRIENDO POR LA HISTORIA: Atacama, Chile
Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com
¿Podrán nuestros descendientes correr algún día por Marte? ¿Serán capaces de subir corriendo al Olympus Mons, la montaña más elevada del sistema solar con el triple de altitud que el Everest? ¿Realizarán alguna carrera de montaña por la cordillera de Tharsis atravesando los montes Arsis, Pavonis y Ascraeus? ¿Habrá algún valiente que se atreva a recorrer el Vallis Marineris, el inmenso cañón diez veces más largo, veinte más ancho y cinco más profundo que el Gran Cañón del Colorado? Correr por Marte significaría también un viaje por la historia, aunque en este caso no sería una historia del pasado, sino del futuro. Un futuro incierto que hoy en día solo podemos atisbar con nuestra imaginación. Hasta que llegue ese hipotético momento podemos conformarnos con correr con algunos lugares que son lo más parecido a Marte que puede encontrarse en el planeta Tierra.
Volcano Marathon Welcome to the Volcano Marathon - World's Highest Desert Marathon
Uno de esos parajes es el desierto de Atacama, el lugar más árido de la Tierra, donde las montañas de los Andes y la corriente fría de Humboldt se conjuran para impedir la llegada de las borrascas procedentes de los océanos. La primera travesía registrada por el desierto de Atacama tuvo como protagonista al conquistador Diego de Almagro, socio y luego rival de Francisco Pizarro en la conquista de Perú. Almagro exploró la parte meridional del Imperio inca, lo que hoy se conoce como Chile. En su viaje de vuelta a Perú, decepcionado al no encontrar las riquezas esperadas, decidió evitar los padecimientos sufridos a la ida por las montañas de los Andes y adentrarse en el desconocido desierto. Los tormentos no fueron menores que en las cimas andinas, teniendo que soportar días achicharrantes y noches gélidas, escasez de agua y alimentos y emboscadas de los indígenas. Al culminar su regreso, los supervivientes llegaron en un estado tan lamentable que fueron bautizados como “los rotos de Chile”.
Hoy en día, los atletas afrontan otra clase de travesías en el desierto de Atacama. La más célebre es el Atacama Crossing, una prueba de 250 kilómetros dividida en siete etapas en régimen de autosuficiencia. Con números más modestos, el Volcano Marathon es la carrera en la que me dispongo a participar. El organizador, Richard Donovan, abandonó una trayectoria que parecía abocada hacia una tranquila vida como economista para orientarse hacia aventuras, experiencias y retos extremos haciendo lo que realmente le hacía feliz: correr. Donovan se convirtió en el primer ser humano en correr un maratón en ambos polos. Para ello tuvo que participar en el único maratón oficial organizado en el Polo Sur y, además, acudir a los tribunales de justicia para ser reconocido como vencedor y superar una agria polémica con otro de los participantes, el afamado Dean Karnazes. Otros de sus desafíos superados han sido correr siete maratones en siete continentes en menos de cinco días o atravesar corriendo continentes enteros como Europa, Norteamérica o Sudamérica. Como organizador, ha fundado maratones en ambos extremos del mundo (Polo Norte e interior de la Antártida) y también ofrece la posibilidad a otros corredores de repetir uno de sus desafíos: correr siete maratones en siete continentes en menos de 168 horas (siete días), incluyendo traslados.
Welcome to the Antarctic Ice Marathon - World's Southernmost Marathon
Conviene pasar unos días en San Pedro de Atacama (2.450 metros de altitud) antes del maratón para adaptarse a las condiciones del evento, especialmente a la elevada altitud y la sequedad del ambiente. San Pedro de Atacama, como todo lugar turístico, suele desatar pasiones encontradas. Quienes lo desprecian lo catalogan como un lugar poco representativo de la realidad del desierto, artificial y volcado hacia el turismo, algo así como Las Vegas de Atacama. Quienes lo aman lo hacen sobre todo por la posibilidad de desplazarse a los alrededores, a volcanes como el Licancabur, una montaña sagrada de formas perfectamente cónicas que se yergue sobre la ciudad, a salares y humedales (bofedales) repletos de flamencos, a lagunas de aguas prístinas como Miscanti y Miñiques, rodeadas de volcanes y campos desérticos por los que corretean las vicuñas en busca de hierbajos, a observatorios de los cielos más estrellados del mundo, al campo geotérmico del Tatio, con sus géiseres y fumarolas que se visitan al alba, a una altitud de 4.300 metros, en medio de un decorado apocalíptico. Más allá de unas cuantas calles arenosas y de una marabunta de agencias de viaje que ofrecen las mismas excursiones, San Pedro es un centro de paso obligado hacia las maravillas que esconde la región.
San Pedro de Atacama – Portal Oficial de San Pedro de Atacama Chile
Antes del maratón también existe la posibilidad de realizar algún entrenamiento por los valles de la Cordillera de la Sal. El Valle de la Luna es el más conocido, pero la misma belleza insólita atesoran otros menos frecuentados como el llamado Vallecito y los valles de la Muerte y de Catarpe. Unos paisajes sobrecogedores de colores cambiantes cuya aridez nos proyecta literalmente sobre otro planeta, duro, seco, inhóspito pero siempre fascinante.
El día de la carrera comienza temprano. A las seis y cuarto de la mañana parte el autobús que, después de un trayecto de casi dos horas, a través de localidades como Toconao y Talabre y tras muchos kilómetros de pista sin asfaltar, nos sitúa en el punto de salida, junto a la laguna Lejía y al pie del Láscar, uno de los volcanes más activos del mundo. Un inicio que se halla a 4.200 metros sobre el nivel del mar y que confirma que nos hallamos ante el maratón volcánico más elevado del mundo. A las nueve y media, los solo diez participantes en el maratón, de siete nacionalidades diferentes, nos lanzamos a afrontar un recorrido que ha sido diseñado por Cristian Sieveking, un atleta extremo chileno que conoce el desierto de Atacama como la palma de su mano, ya que lo ha cruzado corriendo a lo largo de 1.250 kilómetros. Como siempre ocurre en este tipo de eventos y pese a la reducida participación, enseguida se comprueba que las diferencias de nivel son abismales y se han reunido grandes atletas junto a otros con experiencia muy escasa en maratones de montaña.
Tras un primer descenso y una planicie interminable entre majestuosos volcanes encaramos una tendida subida que nos ubica en el kilómetro diez, ya en una arenosa pista que no habrá que dejar hasta el kilómetro 27. Este largo tramo de pista es el más aburrido de la carrera, primero con un prolongado descenso y después con subidas y bajadas en torno a los 3.800-3.900 metros de altitud que obligarán a caminar más que correr. Pero en ese kilómetro 27 surge un imponente cambio de escenario y el maratón va a permitir descubrir sorprendentes campos de lava y un escalofriante escenario volcánico, además de unos senderos tan duros que llegan a desesperar. Cuando por fin se empieza a descender, prácticamente sin camino, siempre aparece alguna subida de propina. Y unas trampas de arena bien camufladas en las que te puedes hundir casi hasta las rodillas, con la consiguiente pérdida de tiempo para sacar la arena hasta de los calcetines. La alegría de reencontrar una pista no dura mucho y en kilómetro 35 hay que desviarse por el sendero de Talobre Viejo, apenas una vereda poco clara, inestable y fastidiosa. Así llegamos a la garganta de Talobre, una remarcable quebrada natural donde se cebaba el ganado hasta que se abandonó a causa de las inundaciones, porque por estos lares las pocas precipitaciones que caen lo hacen en forma de aluvión. Ya solo faltará superar los dos últimos repechos con las pocas fuerzas que uno conserva y alcanzar la meta en medio de otro panorama a recordar, rodeado de volcanes como Láscar, Aguas Calientes, Chiliques o Lausa.
Una carrera donde las mayores dificultades vienen impuestas por la altitud en forma de algún ligero dolor de cabeza y estómago, por una sequedad constante de labios, nariz y garganta por más líquido que se ingiera y por un terreno arenoso que obliga frecuentemente a pararse para vaciar zapatillas y calcetines de piedras y arena (recomendable llevar polainas).
Quizá la mayor recompensa de completar esta prueba no se halla en haber vencido un duro desafío, ni en los paisajes volcánicos, ni en superar la elevada altitud a la que obliga el recorrido. Tal vez la mayor satisfacción consista en pensar que nunca se estará más cerca de correr por Marte y que acabamos de emular a aquellos de nuestros descendientes que tal vez dentro de cientos o miles de años tengan la fortuna de desplegar sus sueños de aventura por otros planetas.
Texto: Jorge González de Matauco, autor del libro En busca de los puertos míticos
Fotos: Rodolfo Soto