Guía del corredor novato: el verdadero tío del mazo
Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Los maratonianos saben muy bien a qué nos referimos cuando hablamos del tío del mazo (o el muro). Muchos lo han sufrido; otros, por suerte, lo han esquivado. Pero no es ese el tío del mazo el que vamos a hablar. Sobre todo si nos dirigimos a los novatos. Se trata de esas personas o situaciones que nos ponen obstáculos a la hora de practicar nuestro deporte favorito. Vamos a identificarlos.
El sedentario graciosete
Es el tipo de persona que no entiende por qué quieres correr. De hecho, no entiende por qué la gente hace deporte. El típico amigo o compañero de trabajo que está continuamente repitiendo frases manidas del tipo: "correr es de cobardes", "¿dónde vas, Forrest Gump?" o "yo sólo corro delante de la policía". Y se hace el gracioso mientras engulle trozos de morcilla y donuts sin parar. Normalmente, es también el listillo del que hablaba Javier Serrano en uno de sus artículos en esta misma publicación.
El aguafiestas
Es ese "amigo" que, cuando llegas a la línea de meta extenuado, con la lengua fuera, después de haberlo dado todo, varios minutos después de que él haya llegado silbando, te dice: "no lo has hecho mal, pero te he visto cómodo, la próxima vez tienes que ir más rápido, que ibas tocándote los ****os".
El desmotivador
Aquel compañero de entrenamiento o de carrera que no deja de insistir en que lo de correr es sólo para divertirse y que machacarse para mejorar las marcas debe ser sólo para los profesionales. Podría considerarse también un aguafiestas, pero en el lado contrario. Te critica porque quieres ir rápido en una carrera y siempre te intenta convencer de que el día que te toca hacer series cambies el entrenamiento por un rodaje suave y placentero.
La falta de tiempo
Este sí que es un tío del mazo de los duros. Todos los corredores populares se encuentran con él en algún momento u otro. Algunos todos los días. El trabajo, la familia, los estudios, los compromisos sociales, etc. Todo ello condiciona las horas de entrenamiento. Al final, la clave está en organizarse lo mejor posible. Pero no siempre sale bien.
La falta de tiempo para entrenar nos provoca a veces una caída en el rendimiento. Pero hay que convivir con ello y llevarlo con tranquilidad y sin obsesionarse. En el fondo, aunque correr es algo muy importante en la vida del corredor popular, éste no vive de ello.
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La pereza
Otro de los elementos que puede poner trabas a nuestro entrenamiento. Suele presentarse muy a menudo, y nunca se la invita. La pereza nos puede asaltar por muchos motivos y en muchos momentos, aunque hay que reconocer que las condiciones meteorológicas suelen contribuir a su aparición.
Cuando hace frío, llueve, es de noche, hace mucho calor o hay excesiva humedad, nuestra cabeza nos pide que evitemos hacer un esfuerzo físico que nos exponga a las inclemencias del tiempo. En otros casos, nuestro cuerpo tampoco quiere que le demos marcha en ciertas circunstancias. Suele ocurrir cuando llevamos varios días entrenando y estamos cansados.
Si le pereza surge por esto último, quizá deberíamos pensar si no estamos pasados de entrenamientos. Si es por un mero capricho mental, lo mejor es espantar esos diablillos sedentarios de nuestra cabeza, echarle valor y salir a correr sin darle muchas vueltas y con un pensamiento fijo en la cabeza: cuando acabe me sentiré mucho mejor.
Suele ocurrir además que, si le dejas que pueda contigo, este tío del mazo te deje aún peor después de actuar, porque te genera un sentimiento de profunda culpabilidad. Y te quedas en casa pensando: "Tenía que haber salido, ahora seguro que no voy a mejorar en la carrera ¡y además no adelgazo!" . Y cosas por el estilo.
Las lesiones
Esta es, sin duda, la representación del tío del mazo más cruel. Las lesiones aparecen por causas muy diversas, pero suelen deberse a factores que pueden corregirse. Aún así, nadie está libre sufrir una lesión en algún momento. Puede ser por un exceso de entrenamiento, por un cambio de zapatillas, por una postura incorrecta al correr. Así nos lo dicen los entrenadores y nuestros queridos fisioterapeutas, esos a los que hacemos poco caso habitualmente cuando nos aconsejan parar o tomarlo con más calma.
Hay, por tanto, maneras de evitar la aparición de este tío del mazo, o al menos reducir la frecuencia de sus visitas. Hay que tener cuidado con los entrenamientos, no excederse en la cantidad de kilómetros o en la intensidad más allá de lo que nos recomienden los expertos. Y a la aparición de la primera molestia, acudir al especialista y parar si es necesario para evitar males mayores. Lo sé, esta es la teoría, esa que luego nos resulta tan difícil de cumplir. Y a mí el primero.
No obstante, la lesión puede llegar también de manera fortuita. En cualquiera de los casos, hay que tener paciencia y pensar en positivo: "¡Cuando pueda volver a correr seguro que estaré mucho mejor que antes!". No sueles pensarlo muy convencido, pero ayuda a levantar el ánimo.