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Medallas: ese dorado objeto de deseo

Por Chema Martínez Pastor para carreraspopulares.com

“Ya no pienso participar en carreras que no den medalla al acabar”. Esta frase pertenece a un amigo, que la dijo hace algún tiempo tras acabar el Renault Medio Maratón Villa de Madrid . Lo dijo, eso sí, después de que nos hiciéramos mil fotos con la medalla de finisher, de ponerla en todas las posiciones. Después de morderla, de mirar cada detalle. Estábamos tan contentos después de haber acabado que esa medalla se apropió de todas las cosas buenas que la carrera había representado para nosotros.

Porque, si lo pensamos en frío, la medalla no es más que un trozo de metal, atado a una cuerda o cinta. Sin embargo, su significado va mucho más allá. No olvidemos que las medallas fueron concebidas para distinguir a los ganadores de una prueba . Llevando un poco más lejos esta afirmación, en una carrera popular, los ganadores somos todos los que atravesamos la línea de meta. Es una distinción importante, porque realmente, todos debemos sentirnos ganadores de un evento pensado para nosotros, para hacernos disfrutar del espíritu de superación.

Foto: Facebook oficial de Usain Bolt
Foto: Facebook oficial de Usain Bolt

Acabar una carrera debe ser considerado, siempre, una victoria. Y si te dan algo para colgarte al cuello que te lo recuerde, aún lo valoras más. En realidad no debería cambiar nada, porque las sensaciones quedan dentro de cada uno. Pero no lo vamos a negar: nos gusta, nos encanta recibir una medalla para enseñar a los demás, que pasará a formar parte de nuestra colección particular de logros.

Aunque evidentemente, hay medallas y medallas. Hace unos años tuve la ocasión de ver un caso singular. La casualidad quiso que tuviera un vuelo de enlace en Nueva York el día del maratón. Sin pensármelo dos veces, bajé a una esquina de Queens a ver pasar la carrera. Pude ver pasar el grupo del maratón élite femenino, al masculino (con mi tocayo Chema Martínez en los primeros puestos) y, finalmente, al pelotón de decenas de miles de locos del running que estaban disfrutando como nadie de la experiencia. Al acabar, me acerqué a Times Square y pude comprobar que lo de la medalla allí es mucho más, definitivamente. Todo el mundo, absolutamente todo, llevaba su medalla al cuello, aunque hubieran pasado horas desde la finalización, o hubieran podido subir a ducharse y cambiarse. Las terrazas, los restaurantes, las calles... estaban llenos de finishers que lucían su medalla al cuello. Tanto fue así que, de vuelta al aeropuerto a tomar mi vuelo, coincidí con un corredor francés que no se separó de su medalla ¡ni en el control de seguridad! Los agentes, no sólo le indicaron que podía quedarse su medalla al cuello, sino que le miraban con una cara mezcla de respeto y admiración (anotar que, evidentemente, se aseguraron con el escáner manual y mediante el cacheo que no llevaba nada peligroso encima).

Entendiendo que es difícil que todas las pruebas puedan regalar una medalla a los que la terminan, y tomando la frase de mi amigo como una exageración, sé que voy a correr en muchas pruebas que no den medalla. Y no pasa nada, la experiencia será la misma. Pero me vais a permitir que, aquellas de las que conservo medalla tengan un hueco un poco mayor en mi corazón.

¿Qué tendrá este metal que tanto nos atrae?

SOBRE EL AUTOR

Chema Martínez Pastor
Corredor Popular


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