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La frustración frente a la cancelación de una Maratón

Por José Manuel Torralba para carreraspopulares.com

Acabo de oir que queda aplazada la Maratón de Barcelona por la crisis del Coronavirus. Después de Tokio y Paris le ha tocado a Barcelona. La organización nos permitirá, a los que estábamos inscritos, correrla a finales de Octubre, o en su edición ordinaria del año 2021. Al oir la noticia no puedo sentir más que frustración. Es la tercera vez que me ocurre que se me frustra una maratón a escasos días de su celebración.

La primera vez me ocurrió en el año 2008. A menos de dos semanas de la Maratón de Madrid , sufrí una diverticulitis aguda que me llevó a las urgencias de un hospital con una peritonitis. Mientras esperaba en el box de urgencias, retorciéndome de dolor, no hacía más que pensar en la Maratón. Tan pronto vino el médico a anunciarme cual era mi comprometida situación, mi primera pregunta no fue sobre si mi vida corría algún peligro o no, sobre cual sería mi incierto próximo futuro. Mi primera pregunta fue: ¿podré correr la Maratón de Madrid dentro de dos semana? El médico, después de mirarme con cara de “este gilipollas está desvariando” me aclaró que mis próximas dos semanas las pasaría en el hospital tratando de superar una situación muy delicada. Ese año, tres meses después, tuve la oportunidad de correr la Maratón de Toral de los Vados, una gran experiencia.

Cuando uno se plantea correr una maratón con la idea de hacer un “buen papel”. Y eso significa tratar de batir una determinada marca, bajar de un determinado tiempo... implica una planificación de más de tres meses. Tres meses de entrenamientos rigurosos, cuidado en la alimentación, madrugones, series, tiradas largas... recaídas en lesiones y visitas al fisio, donde uno suele sufrir lo suyo... Todo dentro de un calendario muy preciso, donde todo va encajado para que el día de la maratón todo funcione a la perfección. O lo más cercano a la perfección, porque una maratón es como un melón. Hasta que no lo catas nunca sabrás cómo va a salir. Si la maratón se anula o se pospone, todo ese esfuerzo ya no sirve, se esfuma. Todo lo que has hecho está destinado a un día concreto, a una hora concreta.

Años después, en otoño del 2012, a cinco días de la Maratón de Chicago , la que iba a ser mi cuarta “major” tuve un accidente de moto. Dos días antes del vuelo a Chicago. En aquella ocasión, mi preparación había sido perfecta. Nunca antes había hecho tantos kilómetros, tanta serie, tantas tiradas largas... estaba, como se dice el argot, “fino, fino”. Y dos días antes de volar a Chicago, mi rodilla izquierda se estrella con la carrocería de un coche y me voy al suelo con la moto. Sin pensármelo me levanté y traté de comprobar si podía o no podía andar. Mi rodilla parecía que iba a estallarme, pero allí mismo comprobé que podía andar... (supongo que la adranalina me “chutó” para poder andar). Pensé “si puedo andar, puedo correr”. Al llegar a urgencias y recibir varias broncas por haberme quitado el casco y haber intentado andar me di cuenta que Chigago había pasado, de nuevo, a la categoría de sueño. En dos días me operaron de la rodilla. Al final tuve mucha suerte, porque la articulación estaba intacta, y el tendón del cuádriceps, que inicialmente parecía roto, estaba solo muy aplastado. A la semana estaba en casa y casi empezando la recuperación. Estaba en tan buena forma, que el traumatólogo no podía creer como me estaba recuperando. El accidente fue a primeros de octubre y ese año pude correr la San Silvestre vallecana . Y el año 2013 fue mi mejor año como corredor aficionado. Ese año hice todos mis mejores tiempos en 10k, media maratón y maratón.

Me acaba de ocurrir por tercera vez. Y esta vez, afortunadamente estoy sano. La culpa es de la crisis del coronavirus. Te sientes frustrado, muy frustrado. Por mucho que te den la oportunidad para octubre, 7 meses después, sabes que tendrás que repetir todo el sacrificio. En esta ocasión, además, mi preparación ha estado salpicada por numerosas visitas al fisioterapeuta para tratar de arreglar una lesión. Cuando parecía que todo iba bien, se suspende la maratón. ¿Y ahora qué? Ahora es tiempo de pensar que somos maratonianos. Y ser maratoniano es mucho más que correr maratones. Corremos maratones para aprender a fracasar, porque sabes que lo que has aprendido del fracaso te ayudará a superar el siguiente reto. Porque correr maratones nos enseña lo que es el compromiso, con un proyecto, con un reto. Porque creemos en la cultura del esfuerzo. Porque es un estilo de vida. Corremos maratones para vivir mejor. Frente a la frustración, es momento de levantarse y pensar en la siguiente maratón.

Por: José Manuel Torralba. Maratoniano desde 2004 y autor del libro ´El Puente de Verrazano´

SOBRE EL AUTOR

José Manuel Torralba
Catedrático de Ingeniería de Materiales en Universidad Carlos III de Madrid


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