¿Acabarías a gatas una carrera?
Por Chema Martínez Pastor para carreraspopulares.com
Ya han pasado varios días y muchos debates siguen encendidos en las redes sociales. Las carreras internacionales como el Maratón de Boston cuentan una historia tan bonita en sí misma que no deberían necesitar hechos “noticiables” para salir en los medios. Pero lamentablemente es así. Así somos. Que decenas de miles de corredores cumplan su sueño llegando a la meta (o poniéndose en la línea de salida) de un maratón de la importancia del de Boston no es noticia. Que un marine llegue a meta arrastrándose, sí.
Siempre sucede más o menos igual. Da igual la red social, aunque Facebook y Whatsapp se llevan la palma. Alguien ve las imágenes o recoge la noticia que algún medio ha publicado y pregunta “¿Estás a favor o en contra de esto?”. Y, una vez más, salen dos bandos bien diferenciados a defender sus posturas que, como agua y aceite, nunca acabarán por confluir. Los más vehementes, los que defienden que lo primero es la salud y que esa persona tenía que haber abandonado o haber sido retirado por los jueces. Por el lado contrario, los que creen en la meta a cualquier precio y que piensan que, en una situación parecida, harían lo mismo.
Una variante del primer grupo es la de aquellos que, además, defienden cosas como que “acabar un maratón por encima de las 5 horas es como no haberlo corrido”.
La verdad del “caso Micah Herndon”
Empecemos por la noticia. El pasado lunes, 15 de abril, poco más de 210 minutos después de tomar la salida, este marine de 31 años llegaba a la meta, entre el enloquecimiento del público presente y la mirada de preocupación de los suyos. La razón: estaba entrando en meta a cuatro patas, escoltado por varios voluntarios y personal del equipo médico de la carrera. Mientras algunos aplaudían, otros grababan los vídeos que hemos visto ya todos. ¿Qué le pasó?
La razón por la que Micah no pudo cruzar la meta sobre sus dos piernas (y en menos de 2:53 que es lo que planeaba hacer en esta carrera) no fue un desfallecimiento, un colapso cardiaco ni tan siquiera el tan temido muro. Simplemente, sus piernas dijeron “basta”. Una combinación de varios factores, potenciados posiblemente por la humedad provocaron que, a falta de unos 7-8 kilómetros, no pudiera mantener el ritmo al que estaba corriendo por fuertes calambres en su pierna derecha. Poco después, las dos piernas caerían “fulminadas”, como más tarde declaró.
Las razones para acabar una carrera
Tan fuerte le atacaron los calambres que tuvo que parar y tirarse al suelo, incapaz siquiera de andar. Sin embargo, su convencimiento por acabar era tan fuerte que decidió hacerlo aunque fuera de la única manera que su cuerpo le dejaba hacerlo: a gatas. Los últimos 2 kilómetros los hizo así, tardando más de 30 minutos en completarlos. Sin embargo, el recuerdo de tres compañeros marines, asesinados en Afganistán y a los que quería dedicar la carrera, le hizo seguir adelante a pesar de los sufrimientos.
¿Hizo lo correcto o una majadería? Parece que, pese a lo dramáticas que nos puedan parecer las imágenes, lo que no estaba en juego era su integridad física. Ni siquiera el riesgo de una lesión mayor. Estaba acalambrado y la única manera de hacer avanzar su cuerpo era esta. Prueba de ello es que, tras un breve paso por la carpa de sanitarios y una botella de isotónico, estaba caminando camino de su cervecería favorita con la medalla colgada al cuello. El debate pasa también por el papel de los jueces y personal sanitario, a los que se presupone que, ante una situación de riesgo para un corredor, deben obligarle a dejar la prueba. ¿Habrían hecho lo mismo si hubiera estado sufriendo pérdidas de visión o si su pulso se estuviera disparando? Por la seguridad del resto de corredores, nos gusta pensar que sería así.
Es difícil evaluar en qué condiciones es recomendable abandonar una carrera. Por supuesto, la integridad física es la línea roja que ningún runner debería cruzar nunca, por fuertes que sean sus motivos. Es difícil ponerse en la cabeza de este corredor en esos momentos, en que las emociones, el cansancio y la adrenalina juegan su propio partido. Y tú... ¿qué habrías hecho?