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CORRIENDO POR LA HISTORIA (4): Camino Inca, Perú

Por Jorge González de Matauco para carreraspopulares.com

10 de agosto de 2022. Dos de la madrugada. Yacimiento arqueológico de Llactapata, Perú. Suena repetidamente un silbato para despertar a los participantes que se disponen a correr por el Camino Inca en las dos modalidades disponibles: Inca Trail Marathon e Inca Classic 30K. Está lloviendo y quien más quien menos intenta aprovechar unos minutos más antes de abandonar definitivamente el calor del saco de dormir.

El paso de la Mujer Muerta


 

 

Pero será mejor comenzar por el principio, ya que no se puede hablar del Inca Trail Marathon sin referirse a Devy Reinstein, su fundador y organizador. Peruano afincado en Estados Unidos, asegura haber recorrido el Camino Inca en un solo día al menos en 65 ocasiones. Organizó la primera edición de la carrera en 1996, cuando no existía ninguna prueba atlética por las montañas o desiertos de Sudamérica. Desde entonces se han celebrado 47 ediciones. Ahora toca cerrar el telón. Porque después de 27 años sin interrupción, salvo los dos forzados por la pandemia, este será el último en que se celebrará este evento. En realidad, el cierre estaba previsto para 2020, pero la dichosa pandemia obligó a posponerlo hasta este año.
 
Y paradójicamente ha sido esa pandemia la que me va a permitir cumplir ese sueño forzosamente aplazado que en su día representó correr por el Camino Inca. Porque con reserva y pasajes ya pagados en 2011, una grave lesión me impidió realizar el viaje. Fue hace unos meses cuando casualmente leí que este sería el último año en que se celebrara la carrera. Así que me inscribí a última hora dispuesto a hacer realidad aquella vieja ilusión once años después.

Empedrado Camino Inca

Para participar en este evento es necesario enrolarse en un viaje organizado por Andes Adventures que incluye entrenamientos o carreras de aclimatación a la elevada altitud. La primera de esas sesiones tiene lugar en las colinas que rodean la ciudad de Cuzco, la antigua capital de los incas. En concreto arrancamos muy cerca de las ruinas de Sacsayhuaman, la misteriosa fortaleza distribuida en tres niveles que suscita la admiración general por los colosales bloques de granito de varias toneladas utilizados para su construcción. ¿Quiénes y cómo pudieron culminar semejante obra ciclópea? Un misterio equiparable al de los moais de la isla de Pascua. Un recorrido de 6,5 kilómetros, mayormente entre campos ocres y laderas peladas de vegetación, nos llevará a descender hasta Cuzco, a 3.400 metros de altitud, bajando por la cuesta de San Blas y llegando hasta la mismísima plaza de Armas, centro neurálgico de la ciudad. Es curiosa la sensación de correr entre la marea de turistas que ocupan las calles de una urbe donde se mezclan la arquitectura colonial española, con el consiguiente festival de iglesias, y los recuerdos de los cimientos y muros incas perfectamente ensamblados sin cemento ni argamasa y resistentes a los terremotos. Una simbiosis que encontrará su imagen más representativa en la fusión entre el convento de Santo Domingo y el sagrado Qoricancha de los incas, con su templo del Sol. Tanto en el Qoricancha como en Sacsayhuaman o en el propio Machu Picchu, los guías no pararán de hablar del gran Pachacutec, el más brillante de los gobernantes incas, conquistador, organizador y reformador de su formidable imperio.

Porteadores en el Camino Inca

Cusco - Perú, imperio viviente (peru.travel)

La segunda carrera de aclimatación se desarrollará ya en el denominado Valle Sagrado, que acoge algunos de los yacimientos arqueológicos más renombrados de Perú, como Ollantaytambo, sede de la última gran victoria de los incas frente a los españoles.


El entrenamiento de 6 kilómetros se iniciará en los alrededores de la localidad de Maras y supone un descenso por una pista con vistas hacia las montañas que cierran el valle, hasta llegar a las imponentes Salineras de Maras, un sorprendente enclave blanco formado por innumerables eras de sal con el telón de fondo de las cumbres andinas y el río Urubamba, que corre en el fondo del valle.

Salineras de Maras


 

Valle Sagrado: Tierra bendecida por el Inti (peru.travel)

Pronto sabremos si la aclimatación ha sido provechosa, porque lo que espera es una marcha de aproximación hasta el campamento donde pasaremos la noche previa a la carrera, situado en un paraje extraordinario al pie de Llactapata. Por si la adaptación no ha sido del todo satisfactoria, un chamán se encarga de realizar una ofrenda a la Pachamama, la Madre Tierra, con ingredientes tan extraños como hojas de coca, lentejas, garbanzos, confeti, incienso, quinoa, semillas de coca y no sé cuántos componentes más. Todo el mejunje debidamente envuelto será enterrado acompañado de un chorro de vino dulce para que la Madre Tierra tenga a bien regalarnos un gozoso día de carrera en el Camino Inca.

Foto Camino Inca

Pero la ofrenda, o quizás el chamán, no ha debido ser del gusto de la Pachamama, porque nos obsequia con una madrugada fría y lluviosa, a 2.650 metros de altitud. A las cuatro de la mañana, ambas carreras quedan lanzadas, el maratón y los 30 kilómetros. Aunque inicialmente me había inscrito al maratón, durante el viaje me percaté de que la carrera de 30 kilómetros era más natural, ya que se desarrollaba siempre por el Camino Inca, mientras que el maratón obligaba a un desvío por otro camino durante 12 kilómetros. Así que la tarde anterior a la carrera opté por cambiarme de prueba con el permiso del organizador.


El Camino Inca a Machu Picchu forma parte del Camino Real o Qhapaq Ñan, que conectaba los cuatro puntos cardinales del imperio a lo largo de miles de kilómetros. Por él transitaban los chasquis, los afamados mensajeros incas capaces de correr grandes distancias a relevos. Y la carrera que transita por el Camino Inca se puede definir como una carrera sui generis, sin posible comparación con ninguna otra. La participación es de 28 corredores entre ambas carreras. No hay dorsales, ni premios para los vencedores, ni agua en la meta, ni tiempos oficiales, ni cortes de tiempo. La única restricción temporal es la que impone el propio control de acceso al área protegida del santuario histórico de Machu Picchu, a cuatro kilómetros de meta, que cierra a las 15.30, once horas y media después de la salida. Al menos, quien no supere ese control aún podrá terminar la carrera en una meta alternativa, fuera del recinto protegido. Y a todos los efectos será considerado finisher.

Run the original Inca Trail Marathon to Machu Picchu, the most difficult marathon in the world (andesadventures.com)


Entre las luces de los frontales se desarrollan los primeros cinco kilómetros, que curiosamente serán los más agradecidos para correr, con ligeras subidas por un terreno muy regular. Ahí es, en Huayllabamba, donde las carreras se separan. La prueba de 30 kilómetros continúa en todo momento por el Inca Trail, atraviesa campamentos dispuestos para los senderistas y comienza a buscar el empedrado y los impenitentes escalones que serán la marca (y la tortura) de esta carrera. No es hasta poco antes de las seis de la mañana cuando comienza a amanecer. El tiempo no es malo, ha dejado de llover y mientras asciendo al paso de la Mujer Muerta (Warmiwañuska), llamado así porque las rocas adoptan la forma de una mujer tumbada, me doy la vuelta para contemplar un espectacular panorama de montañas nevadas.

Torre de Runkurakay
Descenso por escalones durante la carrera

El paso de la Mujer Muerta (kilómetro 11) es uno de los puntos más míticos del Camino Inca, el lugar donde alcanza la mayor altitud: 4.215 metros de altitud. La magnitud de los escalones y la sensación de ahogo se acentúan e imponen un lento ritmo de subida. En la cima, el tiempo cambia por completo. La otra vertiente del paso se halla envuelta en neblinas que impiden cualquier tipo de vista, aunque dotan de un mayor misterio a los yacimientos arqueológicos que encontraremos a nuestro paso. Porque ese es uno de los secretos del Camino Inca, el hecho de que se trata de un camino de peregrinación, con múltiples monumentos y conjuntos arqueológicos, albergues (tambos) y lugares de culto. En el descenso veo cómo me adelanta el primer clasificado del maratón, que ya me ha cobrado los doce kilómetros de propina y se desliza por los escalones como si estuviera danzando. Desde el avituallamiento de Pacaymayo se afronta la segunda ascensión del día, el paso Runkurakay (3.975 metros de altitud, kilómetro 14,5). Los escalones son aún más endemoniados, irregulares y empinados que los del paso anterior y la sensación de agonía e impotencia se acrecienta, sobre todo a medida que uno va siendo adelantado por un buen número de porteadores que, cargados con muchos kilos a sus espaldas, suben, y sobre todo bajan, a mayor velocidad que los presuntos corredores.

Al consiguiente descenso, siempre por escalones igual de enrevesados, le sigue un tramo solitario con inesperados repechos que concluirá en Phuyupatamarca, (kilómetro 21, 3.868 metros de altitud), inicio a su vez de otra interminable y tortuosa bajada de escalones que conduce al control de acceso a Machu Picchu (kilómetro 26) en un entorno mucho más selvático que el de los grandes pasos ya superados. A partir de este punto el terreno parece suavizarse con más tramos para correr y menos escalones, aunque aún resta una ascensión corta pero terrible apodada como gringo killer. Finalmente todo el esfuerzo desplegado alcanza su sentido al contemplar al fondo la ciudad perdida de Machu Picchu, redescubierta para el mundo por el explorador Hiram Bingham en 1911, y culminar el recorrido ante la llamada puerta del Sol (2.465 metros de altitud), donde concluye el Camino Inca.

 

Machupicchu – Página Oficial

Con el dulce regusto de la carrera es hora de descubrir las bellezas y secretos de Machu Picchu, esa adaptación de la arquitectura a la naturaleza que envuelve montañas sagradas, templos, creencias religiosas basadas en el culto al sol y a la naturaleza, derivaciones astronómicas e incluso los últimos misterios, como el descubrimiento de una cámara secreta que podría contener (o no) la momia del mismísimo Pachacutec. Unos enigmas que recuerdan a otras ciudades perdidas del Perú, como la Vilcabamba en la que se refugiaron los últimos rebeldes al dominio español, o la aún más fabulosa Paititi, donde supuestamente se almacenaron los grandes tesoros incas que se pudieron esconder de la codicia de los conquistadores. Seguro que todos los corredores alcanzaron su Paititi particular, desde el ganador del maratón, que necesitó poco más de siete horas para completar el recorrido, hasta los últimos en llegar, que no terminaron su tarea hasta la una y media de la madrugada, después de casi 22 horas de brega y una caminata de propina hasta el hotel en Aguas Calientes (Machu Picchu Pueblo). Nuestro Paititi no estaba compuesto de riquezas materiales, sino de la satisfacción que proporciona dar lo mejor de uno mismo para superar las propias limitaciones y las dificultades creadas por la altitud, los desniveles, el empedrado y los escalones, hasta conseguir cruzar la línea de meta. Un recuerdo que permanecerá imborrable en nuestras vidas, pese a las lloviznas y los cielos cubiertos con que nos recibió el Camino Inca.

Jorge González de Matauco en Machu Picchu

 

SOBRE EL AUTOR

Jorge González de Matauco
Autor del libro “En busca de las carreras extremas“


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