El corredor octogenario con alma de Vencedor
Por Luis Blanco para carreraspopulares.com
Hace ya mucho tiempo que el primer corredor ha llegado a la meta. De hecho, han acabado todos los corredores. Menos uno. Pero los responsables de meta no se mueven. Saben que aún tiene que llegar él. Siempre llega. Aunque sea el último, como suele ocurrir. Al fondo del polideportivo, al fin aparece en la pista de atletismo. Su figura es menuda, ligeramente encorvada, moldeada con el paso de las décadas, los años de trabajo y los kilómetros recorridos. Lleva una gorra negra, pañuelo al cuello, camiseta de manga larga y pantalón corto.
Le queda dar casi una vuelta completa, unos 300 metros. Su paso es lento, pero él avanza de forma decidida sobre el tartán. Los corredores y acompañantes que siguen en el recinto empiezan a aplaudir y a jalear desde la grada: "¡Vamos Fortunato! ¡Qué grande eres!". Él levanta los brazos tímidamente y cruza la meta andando. Ha llegado el último, pero para él es como llegar el primero. De hecho, lleva la victoria grabada de por vida en su apellido: Vencedor.
Su historia como corredor se remonta 25 años atrás. Cuando Fortunato Vencedor tenía 60. Se puede decir que no fue un atleta precoz. Pero tiró de refranero español y se aplicó aquello de "más vale tarde" y "a la vejez, zapatillas".
Nació en Arrate (Vizcaya) en 1929. De niño jugó a pelota mano, pero lo tuvo que dejar cuando, siendo adolescente, empezó a trabajar. Eran los primeros años de la dictadura franquista, y el día a día se limitaba a buscar ingresos "para poder comer", como cuenta el propio Fortunato.
Más tarde, ya en Bilbao, abrió un bar, en el que trabajó durante 40 años. Por entonces, su mujer murió. El trabajo de Fortunato tras la barra le dejó secuelas. "Las rodillas ya no me funcionaban bien", explica. "Me dolían mucho. Fui al médico y me dijo que no tenía que tomar ningún medicamento". Así que le recetó gimnasia y footing. Fortunato empezó a trotar, "hasta que logré dominar las piernas para mis intenciones".
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Ídolo local
Con 64 años se enfrentó a su primera carrera, la popular Herri Krosa de Bilbao, una de las históricas del calendario vizcaíno. "Pensaba que se iban a reír de mí, pero me animé y me decidí a participar. Corrí y me sentí muy contento". Y se enganchó a las carreras. Poco después ya participaba en medias maratones.
Con la larga distancia sólo se ha enfrentado una vez, en la Maratón Nocturna de Bilbao. En un segundo intento sólo hizo 37 kilómetros, pero por "una equivocación de la organización, me mandaron por el lugar que no era".
Aunque él no está obsesionado con esa distancia. Le gustaría volver a correr la Maratón Nocturna de Bilbao, pero el límite de tiempo de la organización (5 horas) no es suficiente. Él tarde en llegar a meta una media hora más.
"No he pensado correr en otras maratones. Tampoco quiero castigar al cuerpo", reconoce. "Al final, igual vas de valiente y el cuerpo ya no te responde. En una maratón te das una paliza impresionante. Sólo el que lo ha hecho sabe lo que es correr una maratón con más de 80 años, como hice yo". Así que prefiere la media maratón. "Se te queda el cuerpo mejor, no acaba tan derrotado".
Fortunato intenta participar en la mayoría de las carreras del Vizcaya o de Cantabria. En su tierra, se ha convertido en un héroe popular. Le conocen casi todos los corredores y sólo tienen palabras de ánimo y elogios para él. "No recibo más que abrazos y besos, reconocen lo que hago", relata el octogenario corredor. "Me dicen de todo, me llaman el AVE, el Express, que los tengo bien puestos; recibo piropos por todas partes". En la Media Maratón de Santander, una joven se acercó a él durante la carrera y le soltó admirada: "¡ya me gustaría saber de qué estás hecho!"
Salud de hierro
Fortunato corre unos 30 kilómetros a la semana, divididos en dos entrenamientos de unos 14 o 15 kilómetros. Que se convierten en tres días la semana que hay carrera popular. Si no, el domingo descansa.
Pero, ¿por qué sigue corriendo? "Estoy haciendo un ejercicio que me gusta, luego me pego una ducha y me quedo como nuevo". Y por algo aún más importante: por salud. La suya es de hierro para su edad. Los médicos casi no le ven el pelo. Sólo va a una revisión anual y la doctora le dice que está genial, que va a durar "hasta que ella se jubile". Sólo toma "unas pastillas para la próstata y unas vitaminas para la vista, nada más. Puedo decirlo bien alto, nunca me pongo enfermo". Algunos médicos le dicen que el entrenamiento que hace "es demasiado", pero no se lo prohíben.
Así que recomienda a las personas de avanzada edad que practiquen algo de deporte, que empiecen con "15 o 20 minutos, dando un paseo, luego algo más ligero y después algo de footing".
Fortunato se jubiló a los 65 años, y entonces comprendió que tenía mucha vida por delante y que quería disfrutarla con salud y en movimiento. "Lo que no se puede hacer es levantarse cada mañana para sentarse en una butaca o en el parque y no hacer nada. Ese es el mayor error", remata. "Y hablo por experiencia".