Pararme en una carrera ¿por qué?
Por Pedro Fernández López para carreraspopulares.com
Todos hemos sido testigos, hemos leído o escuchado noticias sobre algún corredor profesional que tras comprobar que no va a superar o al menos igualar su mejor marca en la distancia que está compitiendo para y se retira. Y todos los que corremos de forma popular hemos vivido la situación adversa: a pesar de sentir molestias y/o no encontrarnos del todo bien, seguimos dando una zancada y otra zancada hasta llegar a la línea de meta, cueste lo que cueste y se rompa lo que se rompa.
Me diréis que estas dos situaciones tienen poco que ver, pues ya la diferencia entre los tipos de corredores es abismal. Tenéis toda la razón, así como sus motivaciones y objetivos, pero me han llamado siempre la atención las dificultades que tenemos algunos corredores populares para parar y dejar el entrenamiento, o la competición, para otro día. Estaréis conmigo en que no será la primera vez que participando de una carrera habéis visto la cara de algún corredor o corredora que manda muchísimas señales de que no se encuentra demasiado bien.
Todos hemos corrido con dolor y creo que un corredor, a partir de cierta distancia y cierto tiempo (distintos para cada uno), ha de acostumbrarse a cierto nivel de estrés corporal o incluso soportar una pequeña franja de dolor o molestias. Y muchos de nosotros nos hemos arrepentido de no haber parado en algún momento, teniendo que responsabilizarnos de una decisión mal tomada en forma de lesión o molestia que nos tiene parados durante cierto periodo de la temporada.
¿Cual es la clave?
Veamos qué es el dolor. Su definición: “Percepción sensorial localizada y subjetiva que puede ser más o menos intensa, molesta o desagradable y que se siente en una parte del cuerpo; es el resultado de una excitación o estimulación de terminaciones nerviosas sensitivas especializadas.”
El ser humano dispone de una inteligencia mucho más antigua que la lógica, que el cociente intelectual, o la inteligencia matemática: la inteligencia corporal, la cual podemos definir como “la capacidad de usar nuestro cuerpo con gran precisión, ayudándonos a propiciar la ejecución de nuestras metas y objetivos personales”. Pero no debemos olvidar que para nuestra mayor eficiencia, bienestar y eficacia la inteligencia corporal y la lógica o mental han de ir al unísono, equilibradas y unidas para lograr en este caso el perfeccionamiento físico.
Sabremos si tenemos que parar o no, tomaremos la decisión adecuado si unimos estas dos inteligencias. Pero ¿cuál tiene razón? ¿Mi cuerpo que me avisa que algo va mal o mi mente que me dice que puedo seguir, que queda poco, que llevo mucho tiempo entrenando esta carrera, que he de mejorar mi marca y ser mejor que mi compañero de oficina?
La decisión más adecuada será aquella que nuestra intuición nos diga, definida la intuición como: “Habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón”. Decidir sin pensar. La decisión adecuada aparece en los dos primeros segundos de consciencia sobre el hecho a decidir.
Para lograr aumentar la inteligencia intuitiva, pon en práctica estos tres principios en tu vida diaria:
1. Aprende a escuchar las emociones.
2. Piensa de manera holística, analiza la situación en 360 grados y no te cierres a ninguna posibilidad. Cuando vayas a tomar una decisión, de cualquier clase, anota primero la decisión inicial (dos segundos), y luego toma la decisión por tu método habitual. Cuando hayas obtenido un resultado, repasa tu nota y observa si ambas estaban alineadas. Si no es así, piensa cual hubiese sido la más adecuada. Estoy seguro de que irás observando que tienes y puedes desarrollar más tu intuición, otorgándole de esta forma mayor validez y experiencia.
3. Aprende a leer entre líneas, escucha tu cuerpo no solo cuando estés practicando un deporte. Hazlo de forma habitual, descubre las sensaciones que despierta la perspectiva de determinadas decisiones. Si nunca lo has hecho, al principio te resultará difícil, pero cuando te acostumbres notarás los pequeños cambios en tu cuerpo que generan algunas decisiones. Hazles caso porque el resultado vale la pena.
Pensaréis que no he tocado el punto de conexión entre el nivel de dolor y la distancia que resta para acabar la prueba... pero todos hemos leído el ejemplo de un corredor popular se ha “desplomado” justo al pasar la línea de meta.